El malestar social

Contra el malestar social creciente no hay vacunas. Al menos en el corto plazo. El pesimismo se extiende más rápido que la propia pandemia. América Latina en particular, es una olla de presión, estallará más pronto que tarde. Vendrán tiempos de protestas inacabables.

Las cifras de pobreza son bestiales. El reciente informe de la Cepal reveló que el total de personas pobres ascendió a 209 millones a finales de 2020,  es decir, 22 millones de personas más que el año anterior. De ese total, 78 millones de personas se encontraron en situación de pobreza extrema, con 8 millones más que en 2019. Efecto coronavirus.

Hay desesperación. Con este impacto brutal sobre crecimiento, empleo y más pobreza, que implica un retroceso de 20 años, la gente no advierte esperanza en el corto plazo. El inmediato camino es salir a protestar.

Otro síntoma que se asoma es el de la desconfianza. Solo por citar un caso preocupante, el de Paraguay. La inercia del gobierno para asumir con prontitud el proceso de vacunación, estimuló una protesta sin precedentes. La ciudadanía incrementará sus dudas frente a las instituciones.

Y con la desconfianza viene la rabia. Ese es el detonante más efectivo para promover movilizaciones, marchas y manifestaciones de todo tipo, que ya han comenzado a evidenciarse, pero que no hay duda alguna, se incrementarán y fortalecerán.

La incertidumbre se encuentra más presente que nunca. La desigualdad es una curva en crecimiento sostenido, provocada por la economía reventada, desempleo y pobreza extrema. Síntomas de un paciente en estado crítico.

Y la indignación se vuelve colectiva, prácticamente viral. Una gran cantidad de personas sienten que no son escuchadas y encontrarán en la protesta, la alternativa de ser visibles ante un presente sin futuro, nuevos amaneceres sin mañana, noches sin dormir. Consienten que ya sienten perdida la última esperanza.

Se vienen días de mucha ira. Las brechas sociales siempre han existido, pero la pandemia puso al descubierto la cara más cruel de la desigualdad. Las calles volverán a convertirse en la tribuna del descontento, la angustia y la inconformidad.

Pero el clima social será más que nunca, el gran protagonista de las próximas elecciones. De la forma en que se administren las emociones colectivas, dependerá la posibilidad de mantener o perder el poder.

La pregunta incómoda

¿Desde cuándo alcaldes y gobernadores fueron habilitados para participar en política?

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