“El que se aprovecha del potencial contenido en una situación usa a sus hombres en combate como si se tratara de poner a rodar troncos o piedras. Está en la naturaleza de los troncos y las piedras quedarse quietos en terreno llano y ponerse en movimiento en un terreno inclinado; si son cuadrados, se detienen; si son redondos, ruedan. El potencial de las tropas para el combate es comparable al de las piedras redondas que descienden rodando de una alta montaña.”
Tratado chino
Las palabras del sabio chino varían, bailan y modulan de acuerdo con las transformaciones, dice François Jullien en su “Tratado de la eficacia”, libro escrito en 1999. Podemos constatar lo dicho por Jullien observando la manera tan acertada, extraordinario ejemplo para occidente, de cómo Wuhan logró salir adelante de una crisis que parecía insuperable al corto o mediano plazo. Mientras Europa se ve sobrepasada por la llegada del coronavirus vemos a una China que sin aspavientos ni quejas sabe sortear la situación.
El filósofo y sinólogo François Jullien (quien ha dado conferencias en nuestro país), nos da algunas claves, tomadas desde la antigüedad, para entender por qué los chinos son como son y no como occidente se imagina que son. Comencemos por entender lo que para ellos el “momento decisivo” es el “momento crítico” en el que se desarrolla el resultado luego de que se ha logrado la mayor visibilidad del problema, esto es aplicable tanto para la economía como para la medicina. Mientras occidente se la juega entre el éxito y el fracaso, oriente ve las crisis como un proceso que culmina luego de un lento desarrollo. Así, “las tropas entrarán en una batalla ya ganada. La cuestión es detectar el origen de la situación aguas arriba para ver que direcciones toma en la pendiente. Es un momento discreto que, si sabemos detectarlo, podremos predecir y gestionar su evolución; y la crisis puede ser desactivada.”
Reproduzco del artículo de Denis Pieret, “Efficacité et efficience selon François Jullien”, el siguiente párrafo que me parece fundamental para comprender el alcance del pensamiento milenario chino en una coyuntura como la presente:
“La eficiencia china es discreta, continua y procesiva. La transformación tiene lugar antes del efecto, en la etapa invisible, cuando no se actualiza ninguna singularidad. El estratega o el sabio aumentan discreta e indirectamente el potencial de la situación, apoyándose en factores favorables, favoreciéndolos. Se trata de hacer que el agua se acumule en altitud, poco a poco, imperceptiblemente, hasta que, naturalmente, por sí misma, el potencial sea tal que arrase con todo a su paso.”
François Jullien compara ese proceso con el crecimiento de una planta y nos cuenta la historia de un agricultor que regresando a casa, exhausto de su largo día de trabajo, explica a su familia que se la pasó todo el día estirando, uno por uno, cada brote de su campo para acelerar su crecimiento. Al día siguiente descubrió muertas las plantas… Es tan ineficaz la acción directa como lo es descuidar el campo al que, por el contrario, hay ayudarle para “favorecer lo favorable” sin forzar a la naturaleza: “China piensa en términos de factores opuestos y complementarios; no en términos de causalidad sino de la polaridad que genera transformación. La transformación se realiza por infiltración, se integra desintegrando, se deja asimilar al mismo tiempo que deshace lo que lo asimila. La transformación es silenciosa”, dice Jullien.
Mientras el pensamiento occidental se ocupa de criticar, separar, clasificar, distinguir lo que es verdadero de lo que no es, elegir, decidir y juzgar, el pensamiento chino invita a permanecer lo más cerca posible del curso de la naturaleza, como un proceso. En occidente, ante tanta alharaca en los medios y las redes, vale la pena tener presentes las palabras de Confucio:
“El hombre superior gusta de ser lento en palabras, pero rápido en obras”.
