En 1527, el conquistador Hernán Cortés, envía a su primo Álvaro de Saavedra a llevar refuerzos con una flota desde México (Virreinato de la Nueva España) a los castellanos que habían conseguido instalarse en algunas islas Molucas, como vimos anteriormente. Sería la primera vez que salían desde allí.
En junio de 1528 Saavedra zarpaba de Tidore en la nave Florida con la intención de volver con refuerzos, y trató de retornar a México por el este. Pasó por algunas de las islas melanesias próximas, por el norte, a Nueva Guinea, luego se dirigió hacia las Carolinas; pero las corrientes contrarias, las calmas que no permiten avanzar y las tempestades lo forzaron a retroceder por las Marianas y las Filipinas y volver a Tidore en noviembre del mismo año.
El tercer intento para regresar a Nueva España lo va a protagonizar también Saavedra. En Tidore repara el Florida y en mayo de 1529, en contra de la “opción oeste” para el tornaviaje, del gobernador español de las Molucas, levó anclas otra vez y se dirigió a México. Y de nuevo tempestades y calmas lo detuvieron semanas y meses, pero consiguió llegar a las Carolinas orientales y quizá se acercó también a Wake y a las Hawái. Pero Saavedra murió, y aunque la tripulación prosiguió el viaje, pronto, al llegar al 31º N de latitud, el barco estaba en tan malas condiciones y el mar y los vientos hicieron el resto. A finales de 1529 el Florida ha de dar la vuelta hacia Gilolo, en las Molucas. Es el tercer fracaso.
Volviendo a la expedición de García Joffre de Loaysa, fallecen en total 40 hombres de la tripulación y se salvan 24 marinos, quienes son llevados por los Lusitanos a Lisboa en el año 1536. Andrés de Urdaneta iba a ser arrestado y le decomisaron todos sus apuntes, pero logró escaparse a Sevilla y Valladolid, en donde hizo un resumen a los representantes del Consejo de Indias, de sus dibujos y bocetos, gracias a su increíble retentiva y prodigiosa memoria,
Pedro de Alvarado, uno de los capitanes del conquistador de Nueva España, Hernán Cortés, le indica a Andrés de Urdaneta, que la gloria y la fama están en el Nuevo Mundo. Allí hay inmensos territorios por conquistar y archipiélagos enteros por descubrir. Urdaneta acepta el ofrecimiento; La flota en que viajó Pedro de Alvarado salió de Sevilla en los últimos días de octubre de 1538. Pocos meses después de su llegada a Nueva España, se produjo un encuentro entre dos viejos conocidos. El alcalde la ciudad de la ciudad de México, Miguel López de Legazpi, se hallaba en su despacho cuando le anunciaron la visita de su antiguo paisano Andrés de Urdaneta.
En el año 1542, nombran como jefe de otra expedición al archipiélago de las islas del Poniente a Ruy López de Villalobos, de la que hacen parte seis navíos así: La “Santiago” nave capitana, las naos “San Jorge”, “San Juan de Letrán” y la “San Antonio”, la galeota “San Cristóbal” y el bergantín “San Martin”. Urdaneta no quiso participar como cosmógrafo, pues insistía que las islas estaban en la demarcación portuguesa y emprende una campaña terrestre con Alvarado, contra indios chuchumecos en el sur de México. Al fallecer Alvarado, termina reemplazándolo Urdaneta, quien sale victorioso. La expedición de Villalobos fracasó en su eventual conquista; bautizan las islas al norte de la Molucas como las “Felipinas” o “Filipinas” en lugar de islas Felipe, hijo del emperador Carlos V. Los navíos se fueron perdiendo y la San Juan que trató de devolverse por el ecuador no lo pudo hacer por los fuertes vientos y corrientes contrarias y pugnaces, además de tormentas que destruyeron la nave y murieron varios tripulantes.
Mientras tanto, Villalobos con los barcos y las tripulaciones muy maltrechos, buscaba refugio y ayuda en las Molucas lusitanas: los portugueses los ayudaron a reparar las naves, en particular la San Juan, con la que Iñigo Ortiz de Retes pretendía realizar un nuevo intento de volver a México por el este para pedir ayuda. En mayo de 1545 inicia la nueva búsqueda del tornaviaje: pasa por diversas islas próximas a Nueva Guinea y por la costa norte de esta isla, de la que tomó posesión (obviamente nominal), en nombre de la Corona española, en junio de 1545.
Pero, a partir de agosto las borrascas y el descontento de las tripulaciones forzaron el regreso a Tidore, que se realizan en el mes de octubre. Tras este nuevo fracaso, pasaron algunos años antes de que los castellanos intentaran de nuevo volver del Pacífico occidental a América por el oriente.
En el año de 1553, Andrés de Urdaneta, gobernador de Michoacán, leyó por segunda vez la carta de su hermana Margarita, donde le relataba como murió en su pueblo en España, su hija Mayka, bautizada como Mercedes. Apoyó la cabeza en su antebrazo y las lágrimas corrieron abundantes sobre el papel. Meses después resolvió ingresar como fraile a la orden de San Agustín, recapacitando sobre la existencia tan baldía, que estaba viviendo. Nada ni nadie lo ataba y quería llevar la luz del evangelio a indígenas de México y de las islas del poniente.
El 21 de noviembre del año 1564, Miguel López de Legazpi, sale en expedición desde el puerto de la Navidad, Nueva España, hacia las Filipinas, a bordo de la Capitana (donde iba Urdaneta), los galeones San Pablo y San Pedro, las gabarras San Juan y San Lucas. Con el fin de dar lugar al primer asentamiento español en el Pacífico, en las islas Filipinas, viaje que duró dos meses con los vientos alisios a favor siguiendo la ruta ya conocida.
La ruta de vuelta desde las Filipinas por el Oeste (W) era estratégicamente muy importante pues permitía a la Nueva España el comercio con el Este de Asia, sin navegar por aguas controladas por los portugueses en las Molucas, India y África. Urdaneta y otros pilotos conocían los intentos anteriores y continuaron el esfuerzo navegando hacia el norte buscando hallar una corriente favorable que los llevara nuevamente hacia América.
Para el regreso, Urdaneta (a manera de piloto) zarpó de San Miguel en Filipinas el 1 de junio de 1565, a bordo de la nave “San Pedro” capitaneada por Felipe de Salcedo y puso rumbo nordeste aprovechando el monzón del suroeste. Ascendió hasta el paralelo 40º N, donde encontró la corriente de Kuro Siwo que los llevó por el océano Pacífico hasta el cabo Mendocino en California siendo bautizado así dicho cabo por el propio Urdaneta en honor al virrey Antonio de Mendoza Desde allí, costearon rumbo sur hasta Acapulco, Nueva España a donde llegó el 8 de octubre, tras haber recorrido 7644 millas náuticas (14 157 km) en 130 días, a una media de 59 millas náuticas (109 km) por día.
Las crónicas agustinas han dado realce a la actuación de Fray Urdaneta y, debido a su larga experiencia empírica, se ha asociado su nombre con la ruta del tornaviaje.
Seis (6) fueron los intentos del conocido “TORNAVIAJE”, los que detallaré en el cuadro siguiente:
Hubo, no obstante, la euforia, alguna voz disidente dentro de la Real Audiencia de México que argüía que no era Urdaneta el primero que había vuelto de las Filipinas, puesto que el capitán Alonso de Arellano había efectuado la vuelta mucho antes con el patache “San Lucas”. Sin embargo, este hecho no empañó la gloria de Urdaneta, puesto que Arellano no había aportado datos de la ruta que había seguido ni sus mapas indicaban en modo alguno el derrotero que debían seguir los futuros navegantes. Era incluso dudoso que hubieran alcanzado las islas Filipinas, pues sus anotaciones estaban llenas de inexactitudes.
Durante los siguientes 250 años las naves españolas emplearon esta ruta. En particular el Galeón de Manila que recorría el trayecto Acapulco-Manila-Acapulco.
Hoy en día, sigue siendo una de las principales rutas marítimas del mundo moderno.