Santiago Valencia
Abogado, especialista en Derecho Administrativo con Maestría en Análisis Económico del Derecho, se ha desempeñado como profesor universitario, abogado litigante, consultor jurídico y en asuntos políticos y públicos, fue elegido Representante a la Cámara (2014 – 2018) y Senador (2018 – 2022), en el Congreso fue miembro de las comisiones primeras constitucionales, Presidente Comisión Primera (2019 – 2020), Presidente Comisión de Ética y Estatuto del Congresista (2020 – 2021).
Santiago Valencia

¡La peor versión de Petro!

Hace casi treinta años empezó el funcionamiento del metro en Medellín, por supuesto, fue una noticia destacada a nivel nacional, la primera obra de este tipo en Colombia, los paisas, orgullosos como siempre, lucían su metro con una gran sonrisa.

Las ocurrencias no se hicieron esperar, recuerdo viendo noticias en la época, una entrevista hizo que todos en la casa estalláramos de risa, el periodista escogió al azar a un usuario para que le contara su experiencia en el metro, con un acento muy propio de Antioquia, bastante arrastrado, el pasajero respondió “ah una belleza, esto parece un ascensor acostado”.

Por supuesto, empezaron también los chistes en las reuniones sociales y familiares, algunos bastante flojos, como el que decía “¿saben por qué Medellín es la ciudad más pequeña de Colombia? Porque no tiene sino un metro”, después de escucharlo varias veces, ya cansado, respondí: “al contrario, porque las otras no tienen ni un metro”.

Jamás me imaginé, que casi 30 años después esa triste realidad, esta es, que las otras ciudades no tengan metro, seguiría igual.

El metro de Medellín aún hoy está como nuevo, gracias a la “cultura metro”, a la pujanza y al orgullo de los paisas, parece que se hubiese estrenado hace un par de semanas.

Los metros de Madrid, Paris, Londres o Nueva York no serán los más bonitos o limpios, pero dan envidia de la buena, en ellos se puede recorrer toda la ciudad de forma segura y rápida, en cualquiera de estas ciudades tener un carro particular es prácticamente innecesario.

Pero ¿Por qué Medellín tiene metro y Bogotá no? Medellín, empezó el sueño del metro en 1979, durante la Alcaldía de Jorge Valencia Jaramillo, que junto con el Gobernador de la época fundaron la Empresa de Transporte Masivo del Valle de Aburrá limitada, ese mismo año, empezó la elaboración de estudios de factibilidad técnica y económica, el Alcalde ya era Bernardo Guerra Serna, quien además, sometió el proyecto a consideración del Gobierno Nacional.

En los Gobiernos de los Alcaldes José Jaime Nicholls y Álvaro Uribe Vélez, se autorizó a la empresa la contratación externa por el total de los recursos necesarios para la obra, posteriormente, se contrató a firmas alemanas y españolas la construcción.

Los Alcaldes Juan Felipe Gaviria, Pablo Peláez, William Jaramillo, Juan Gómez Martínez, Omar Flórez, Luis Alfredo Ramos participaron de su construcción, hasta el Alcalde Sergio Naranjo que tuvo a su cargo el honor de inaugurarlo junto con el entonces Presidente Ernesto Samper.

Aquí no importó quien fundó la empresa, ni quien hizo los diseños, ni si era aéreo o subterráneo, lo importante, a pesar de las diferencias políticas de todos esos Alcaldes, era que Medellín pudiera tener su metro y así lo lograron.

En Bogotá, con lo que se han gastado los Alcaldes en estudios, estoy seguro ya habrían empezado la construcción del metro, pero no, ha valido más la vanidad, el interés político y la rebatiña electoral que la necesidad de transportar a ocho millones de ciudadanos de forma eficiente.

Finalmente tocamos fondo, no importa si el Alcalde Petro ignoró y demoró los estudios que había dejado su antecesor, tampoco importa si Peñaloza hizo lo propio con los que había dejado Petro, esa parece ser la historia repetitiva de Bogotá, lo importante es que, por fin se había iniciado la construcción de la primera línea del metro para Bogotá, hay que reconocer que la Alcaldesa Claudia López, con profundas diferencias con Peñaloza, decidió por fin dar continuidad al proyecto para darnos la tan anhelada obra.

Pero Petro, ahora Presidente, decidió actuar, nuevamente, como un dictador. Primero, metiéndose en un proyecto que ya no le compete, por ser de resorte de la administración distrital, luego saltándose a la Alcaldesa, como lo denunció ella misma, se puso a llamar a un contratista para pedirle modificaciones al contrato ya suscrito, no bastándole con eso y, al darse cuenta que no es su decisión la de modificar el contrato existente, por ser un tema entre las partes, es decir, Distrito y Consorcio, extorsiona a la ciudad amenazándola con desfinanciar otros proyectos si no le hacen caso a sus caprichos.

Es grave, por la interferencia del Presidente en asuntos de resorte de la administración distrital, es grave, porque amenaza la autoridad legítima de la Alcaldesa, es grave, porque pone en riesgo fiscal, y administrativo el proyecto, es grave, porque abre la posibilidad a demandas de incumplimiento que podrían valer millones entre otras situaciones indeseadas.

Mucho me temo, que, con esto, que parece ser una cortina de humo para tapar las terribles reformas que vienen en al Congreso, además, precisamente de esas reformas, estamos apenas descubriendo lo que podría ser, la peor versión de Petro.

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