Gracias señor Presidente

Luego del anuncio del Presidente Duque del Estatuto Temporal de Protección para Migrantes venezolanos que regulariza a los refugiados del régimen totalitario y violento del chavismo, tengo que darle las gracias con el corazón en la mano: me emocionó verlo tomar una decisión inédita y beneficiosa para mis paisanos que tanto dolor llevamos entre pecho y espalda. Pero mi formación científica me obliga a analizar con detenimiento los hechos, veamos.

Los últimos datos que ofrece Migración Colombia indican que para el 31 de diciembre de 2020 se encontrarían más de 1.729.000 migrantes venezolanos, de los cuales más de 966.000, un 56%, están en condición irregular. Con la vigencia del Estatuto más de un millón de refugiados obtienen estatus especial por 10 años, tiempo en el cual pueden tramitar una visa o la ciudadanía. También les permite acceder a servicios del Estado y ser amparados por el ordenamiento jurídico. Esta es una de las decisiones más trascendentales en materia de migración forzosa y derechos humanos en la historia de este continente.

La migración venezolana aumentó el gasto interno y la recaudación de impuestos, ha traído nuevas empresas y emprendimientos, pero sobre todo trajo talento. Se trata de muchas empresas que han integrado en sus plantillas a personal venezolano regular, educado y calificado, proveyendo empleos estables a miles de familias. Estos puestos de trabajo traen consigo riqueza, pensiones, rentas, más recaudación de impuestos y más gasto interno.

Pero no todo es color de rosa: la migración irregular producto de la violencia, el fracaso económico y la ausencia de libertad en Venezuela, trajo consigo pobreza, mendicidad y en algunos casos delincuencia. Los grupos hamponiles tienen como presas fáciles a refugiados desesperados y obviamente se aprovechan de su necesidad. Con el nuevo Estatuto de Duque esas personas podrán acceder a un trabajo legal, cotizarán al sistema de salud, pensiones, pagarán impuestos y alquileres, gastarán su dinero y serán parte del sistema. Regularizar es beneficioso económicamente en el mediano-largo plazo, por eso el estatuto es de 10 años.

¿Y qué más gana Colombia? Pues con esta decisión, avalada por la ONU, Estados Unidos y Europa, se abre la posibilidad a la financiación extranjera y sobre todo pone a Colombia en las prioridades para recibir ayuda humanitaria, eso incluye la vacunación contra el COVID19 y otras enfermedades.

Ahora bien puertas adentro la decisión tiene una lectura política seria. En medio de grandes polémicas, un respaldo tibio, procesos revocatorios contra líderes importantes, este Estatuto se me hace una apuesta grande y arriesgada por parte de Duque y su equipo: no hubo un proceso de socialización del tema, de hecho fue una gran sorpresa para muchos; esa falta de discusión aguas abajo traerá polarización de la opinión pública, obligará al resto de líderes regionales y locales a tomar posición en medio de una división política acentuada. Habrá procesos electorales en los próximos años, pero atención: el Estatuto no otorga derechos políticos, pero abre la espacio para obtener la ciudadanía o una residencia permanente y allí si obtenemos el derecho a elegir.

También esta decisión obligará a los gobiernos de Brasil y Ecuador a analizar sus escenarios y decidir si siguen el camino de Colombia o siguen con su silente negación a los refugiados venezolanos.

Ahora veremos a la sociedad política y sus líderes apoyar o adversar el Estatuto, trayendo de nuevo el tema venezolano a la mesa del colombiano. Lamentablemente habrá quienes se opongan, aunque sean “humanos”, y esto nos deja en medio de fuerzas que poco comprendemos de la compleja sociedad colombiana. Espero no tener que presenciar, o ser víctima, de escenas terribles como las vistas en Argentina hacia nuestras mujeres o las fronteras de Ecuador, Perú y Bolivia, donde nuestros refugiados son espantados por fuerzas militares.

Me alegra que el presidente Duque haya jugado esta ficha, es un gesto humano y político que agradezco. Me alegra por mi pueblo, en especial los más vulnerables que huyen del hambre y la violencia. Si un líder local me pide consejo, le diría: abrazar al refugiado no es apoyar a Duque o su partido, es un acto humanitario que también tiene una recompensa democrática; acompañe al refugiado de la mano de los colombianos de bien, procure que se integre en la sociedad, siembre sus valores y protejalos, pero sobre todo: EDÚQUELO.

Eduquemos a los inmigrantes de hoy, porque son los votos de mañana: la salud de la democracia del país lo requiere.

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