No era difícil, ni se necesitaba ser un experto para predecir que los partidos políticos colombianos llegarían en estampida a donde Petro. No dependen de ideologías ni tampoco de programas de gobierno, solo de estar en el gobierno -en cualquier gobierno-, eso sí con una cuota de poder que les permita subsistir electoralmente. Lo dije en público y en privado: si gana Petro no pasarán 24 horas después del resultado, para que alcance mayorías en el congreso, no a través de un acuerdo programático. Sólo dádivas y contraprestaciones, “cuánto das” y el voto es incondicional. El nuevo presidente tendrá más gobernabilidad que cualquiera de quienes le antecedieron en los últimos 50 años e impondrá su agenda legislativa (ojalá sensata) sin ningún inconveniente.
Entonces ¿quién podrá erguirse como adalid de la libertad y defensor de la clase media? ¿De la clase pobre que verá frustradas las promesas del nuevo mesías? ¿De las pensiones? ¿De la libertad de empresa? ¿De la defensa de nuestra empresa insignia: Ecopetrol? ¿Quién defenderá nuestras instituciones militares y de policía soportes de la democracia, en binomio con la añorada Justicia?
Los ricos se defienden solos, salen con sus capitales a otra parte (claro cometiendo el mismo error que los capitalistas venezolanos) y los inversionistas (si Colombia no da garantías y rentabilidad mirarán otras opciones y se van o no llegan).
¿Quién opinará y se opondrá responsablemente a la reforma tributaria de 75 billones, cuando la última de Duque, de apenas 18 billones, le sirvió a Petro para incendiar el país?
Petro el reformador, podrá ser intrépido, pero si se le va la mano con el talante autoritario e improvisador que marcó su gestión en Bogotá, nos empezará a dar la razón a los más de diez millones de colombianos, al medio país que no votamos por él.
Colombia tiene una democracia sólida que subsistirá indemne si tenemos quién lidere con inteligencia y sin sectarismos la oposición al gobierno. Por eso el Centro Democrático en unión con otros sectores y colombianos de buena voluntad, debemos organizar una oposición reflexiva, propositiva y constituirnos en una alternativa de poder.
El gran acuerdo nacional crea ilusión y esperanza en mucha gente. Podemos apoyar (sin renunciar a nuestras creencias y posiciones) temas prioritarios y vitales para el país en especial la lucha contra la corrupción y las soluciones a la crisis social, y al mismo tiempo ejercer el control político del gobierno, la defensa de la democracia, la constitución y la ley, para evitar desbordamientos y arbitrariedades.
Expresidente Álvaro Uribe: asuma ese reto y convoque a un gran acuerdo nacional por la dignidad y por la coherencia. Organice y lidere la oposición al gobierno. El propuesto por Gustavo Petro es un buen escenario para ponernos de acuerdo en el desacuerdo y colocar las líneas rojas entre el gobierno y la oposición. Algunos amigos venezolanos me dicen que Chávez empezó cooptando los poderes, de la mano de empresarios que escucharon sus cantos de sirena, y después destapó sus cartas. Con las lecciones aprendidas en el vecindario, confío en la Colombia digna y coherente en la cual crecimos y en la fortaleza de nuestras instituciones, que son, en definitiva, el contrapeso que necesitamos para que el gobierno Petro no se nos desquicie.