Colombia se encuentra en uno de los peores momentos de su historia. El desempleo está desbordado y la lucha contra la pobreza, en la que tanto habíamos avanzado, hoy ha vuelto a cifras de hace 10 años. Según un informe de la Universidad de los Andes 7,3 millones de personas llegaron a condición de pobreza y la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) pronostica una tasa del 32,5% para el 2020. Todo este desalentador panorama se da tan solo en meses de una pandemia que nadie pudo prever, así como tampoco se puede decir que es responsabilidad de un mandatario específico.
Si esta crisis no es un llamado a la unión entre mandatarios, no sé qué otra cosa pueda ser. Me llena de tristeza ver cómo en lugar de unirnos alrededor de nuestros mandatarios y ellos alrededor nuestro para sacar adelante medidas de salud, económicas, sociales y políticas conjuntas, lo que venimos mostrando en este momento es mezquindad política. Si a esto además le sumamos el culpar al otro por lo sucedido o a la desobediencia civil como lo hizo recientemente el senador Petro, terminaremos de hundirnos. Llamado que hace unos años –no olvidemos–, hizo el ahora partido de Gobierno el Centro Democrático contra el gobierno anterior.
No puedo estar más alejado de este tipo de llamados y por el contrario creo que es momento de hacer una revisión profunda sobre el accionar actual de nuestros mandatarios con el fin de reflexionar y unirnos hacia el futuro. Hay un dicho que uso permanentemente en mi vida; “coherencia es independencia”. La coherencia nos permite opinar libremente, generar credibilidad, confianza e independencia en la crítica. Considero que así como se lidera con ejemplo, lo que los ciudadanos hoy necesitamos es sentir que nuestros mandatarios (locales y nacionales) actúan bajo la premisa de la coherencia.
Para muchos es normal que lo que se promete en campaña, se olvide al gobernar, lo que constituye el primer error de gobierno y contribuye en la pérdida de confianza de la ciudadanía hacia sus mandatarios. Para ello, quisiera que rápidamente revisaremos el actuar de dos tendencias políticas diferentes, que en campaña prometieron lo mismo y eran parte de sus banderas, pero hoy vemos como ninguno las ha cumplido.
Por un lado, el presidente Duque en campaña afirmó que iba a ser el primer mandatario en gobernar con austeridad y sin mermelada. Esto mismo decía la alcaldesa Claudia López en Bogotá, quien denominó su estrategia de “meritocracia” como Talento no Palanca.
Los dos mandatarios sin duda confundieron la representatividad política de un gobierno, donde los intereses legítimos pueden ser representados por diferentes grupos, en algo que en política se convierte en accionares transaccionales y corruptos donde los proyectos se votan esperando algo a cambio.
Ajeno a lo que ambos prometieron, vemos que tanto el gobierno nacional como el local están llenos de personas afines a su partido incluyendo militantes, financiadores, y familiares de diversos políticos. Mientras que el gobierno nacional afirmaba que sólo buscaría los mejores perfiles en los altos cargos, en Bogotá la alcaldesa afirmaba que los “head hunters” iban a escoger a los gerentes públicos.
El problema no sólo radica en las promesas, sino que hemos visto una oleada de perfiles mediocres que han llegado a las dos administraciones. Perfiles sin la experiencia requerida, con hojas de vida certificadas en notaría o incluso hemos visto cómo se ha falsificado experiencia como pasó recientemente en Bogotá. No digo que esto sea responsabilidad de la alcaldesa, pero sí de quien cometió el fraude, así como de quien lo seleccionó sin la rigurosidad y profesionalismo correspondiente.
Lo malo es que no sólo NO han cumplido su promesa de campaña, sino que permanentemente están minando la confianza de los ciudadanos en la política. Uno debe gobernar con personas con las que tenga afinidad, con personas de confianza, con las que uno ideológicamente se entienda, pero con las competencias y la idoneidad que requiere el compromiso del servicio público.
El problema no es gobernar con personas afines como erróneamente han tratado de estigmatizar algunos, al contrario ¿cómo van a gobernar con el enemigo? Mucho se afirma que una cosa es la campaña y otra es gobernar, sin embargo, si no empezamos a hacer lo que decimos en campaña, cada día perderemos más la confianza de la ciudadanía y llamados como el de la desobediencia cívil tendrán más eco en una sociedad mermada por las disputas políticas sin sentido. Por eso insisto en que el problema no recae en si las personas pertenecen o no a mi círculo, el problema recae en que esos perfiles ni siquiera cumplen con los requisitos técnicos para ocupar el cargo.
Hago este llamado porque poco o nada sacan los políticos con tirarse el agua sucia una crisis. Es bueno mostrarle a estilos de gobierno “opuestos” que ninguno tiene la verdad absoluta y es vital mostrarles que no estamos en momento de juzgar al otro, por el contrario hay que unirnos. Poco sacamos en no tomar responsabilidades por nuestras acciones o falta de ellas y lo único que hemos logrado es cansar a la población. No queremos culpables por cada situación, queremos soluciones reales. Mal le queda a la alcaldesa culpar a la nación por los problemas del COVID, de inseguridad o económicos así como mal le queda a la nación culpar al distrito a través de diferentes interlocutores sobre cada tema que pasa o del cual lo acusan.
A los ciudadanos nos gusta sentirnos protegidos y la forma de protegernos es con un Puesto de Mando Unificado permanente para Bogotá, donde funcionarios de los dos gabinetes hagan anuncios conjuntos, con acciones compartidas donde las responsabilidades tanto en lo bueno como en lo malo se asuman en equipo.
Estoy seguro que ahora más que nunca, los ciudadanos no somos borregos, que tenemos pensamiento crítico y además cada día exigimos mejor nuestros derechos. Nosotros buscamos independencia desde la acción política y no nos quedamos en las discusiones de twitter que tanto sirven para reflejar posturas de colectividades adversas, pero no siempre reflejan el pensamiento real de la población.
Mucho se habla de la construcción de un centro político, un centro que contraste visiones y busque lo mejor de ellas. Postura que comparto y dentro de ella los invito a que ¡demos ese grito de Independencia! que nos permita ser críticos desde la propositiva. De nada sirve la crítica vacía que refuerza los sesgos de confirmación. Hoy, conmemorando nuestro 20 de julio, aprovechemos para hacer ese llamado hacia el futuro, defendiendo la institucionalidad y construyendo desde ella. De nada sirve pelear en pandemia, sirve que revisemos lo que nos une y no lo que nos divide para trabajar juntos por la reactivación social y económica de nuestro país. Colombia no necesita más incoherencia ni más peleas. Llegó el momento de unirnos y solucionar.