Juan Restrepo

Ex corresponsal de Televisión Española (TVE) en Bogotá. Vinculado laboralmente a TVE durante 35 años, fue corresponsal en Manila para Extremo Oriente; Italia y Vaticano; en México para Centro América y el Caribe. Y desde la sede en Colombia, cubrió los países del Área Andina.

Juan Restrepo

Ha nacido una estrella… de la cocina

En el momento de sentarme a escribir esta columna tenía para escoger entre Henry Kissinger y Laura Londoño. El maquiavélico y excepcional diplomático de voz cavernosa, que dominó la escena política internacional de la mitad del siglo XX y parte del XXI, resultaba demasiado atractivo para prescindir de él en un espacio como este, al haber caído finalmente el telón sobre una de las vidas políticas más polémicas y fascinantes de nuestro tiempo. A los 100 años recién cumplidos, Kissinger todavía tuvo arrestos para sentar cátedra en una de sus plazas favoritas: China. Hace apenas pocas semanas lo vimos estrechando la mano de Xi Jinping en el Gran Salón del Pueblo de la capital china.

Y sin embargo, me decanté por Laura Londoño, una desconocida para mí, que ni la he visto en la famosa telenovela Café con aroma de mujer ni he seguido puntualmente sus aventuras en los fogones del reality televisivo MasterChef, en su versión española. La vi, como se dice en España “a salto de mata”, en la última temporada del programa, que se emitió por el canal de la televisión estatal española entre el 7 de septiembre y el 30 de noviembre en la modalidad de Celebridades, junto al torero Jesulín de Ubrique, la socialité Genoveva Casanova, el dúo de humoristas Los Morancos y el actor Jorge Sanz, entre otros. Sí vi, sin embargo, de cabo a rabo, la gran final del programa en el que Laura resultó triunfadora.

MasterChef no es un programa de cocina, si lo fuera debería emitirse en la hora de la sobremesa, que es la propia de esos espacios y no en un horario de máxima audiencia. Es una competición, y como tal un campo de batalla en forma de juego, en donde puede salir lo mejor y también lo más mezquino de los concursantes. Y esta edición no fue en ese sentido excepcional. A ella llegó esta joven madre colombiana de 35 años, con dos niñas pequeñas que fueron testigos junto al marido y su mamá, de un triunfo que venía cantado desde semanas atrás. 

 Dicen que cuando llegó al concurso, Laura era de las que se le quemaba una olla de agua en el fogón. Quizá es algo exagerado, pero seguramente los conocimientos culinarios de esta antioqueña serían los mismos de la media de un ama de casa colombiana. La cosa es que a fuerza de voluntad, de estudio y de tesón salió del concurso con un nivel de chef estrella Michelin. Y como uno de los elementos del juego es el espectáculo y la ficción su menú triunfador —excelso, según los cuatro jurados— tenía también su componente de engaño y de simulación.

Su primer plato se llamó Eterna primavera, una sopa de flores inspirada en el Medellín de su infancia. ¡A ver quién es el guapo que en Medellín ha visto una sopa de flores en su vida! Y faltaba el más difícil todavía, el plato principal: Aventura de cigala en río inspirado en el río de los siete colores de Caño Cristales en la Sierra de la Macarena. Digo lo mismo, ¡a ver cuántas cigalas de aquel parque ha comido algún colombiano! Lejos de mí, sin embargo, en ir a restarle méritos a Laura. Cualquier corporación turística daría oro por la promoción que esta paisa de Medellín ha hecho de su tierra.

Ciñéndonos estrictamente a la naturaleza del concurso las palabras de los jueces, entre los que se encontraba el chef brasileño Alex Atala, no pueden ser más elocuentes. Del entrante de su menú dijo Jordi Cruz, uno de los conductores del reality, que era un plato de una “complejidad apabullante”. Y Pepe Rodríguez, otro de los chefs responsables del programa, la elogió con un “has hecho un concurso casi impecable con una limpieza y un orden que no es normal en MasterChef”; para ponerle la cereza al pastel de elogios con una frase que lo resume todo: “Es el plato más complejo que hemos probado nunca aquí”. Para que un juez de un programa que lleva 19 ediciones entre gentes anónimas, y también famosos, diga eso, es que nos encontramos ante una verdadera estrella de la cocina.

Laura Londoño, que además presentó sus platos con una espontaneidad y encanto personal poco corrientes, ha hecho por otra parte, un gran favor a la colonia colombiana en España y, por qué no decirlo, a la imagen de un país siempre necesitado de buenas noticias. Su triunfo televisivo fue como el vuelo de un ángel sobre los fogones del reality.

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