Acaba de publicarse la edición 2022 del “Informe Planeta Vivo” del World Wide Fund for Nature (WWF), el cual asegura que nuestra relación con la naturaleza está rota y que las poblaciones de mamíferos, aves, anfibios, reptiles y peces disminuyeron en promedio en el mundo, entre 1970 y 2018, en 69%, y específicamente en América Latina en 94%.
El informe dice que, aunque la deforestación y las prácticas ilegales continúan en la actualidad como las principales causas que destruyen o fragmentan los hábitats naturales de la gran mayoría de especies de fauna y flora, el cambio climático será en el corto plazo el máximo responsable de la pérdida de la biodiversidad.
Frente al cambio climático existe una máxima global ineludible que también menciona “Planeta Vivo”: necesitamos cambiar de manera inminente la forma en que producimos y consumimos. Lo que inevitablemente significa la evolución de nuestros sistemas de relacionamiento económico y social.
No es difícil entender que en el nuevo orden mundial la empresa privada juega un papel protagónico. La agricultura, la pesca, la silvicultura, la creación de infraestructuras y la industria, desde todos sus sectores, deben propender por acelerar la creación de comportamientos de consumo sostenibles e innovadores. En este sentido nuestro país tiene una gran oportunidad.
De acuerdo con el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, y cientos de investigaciones y estudios internacionales, Colombia es el segundo país más rico y megadiverso en cuanto a especies vegetales y animales. Contamos con 1.800 especies de aves, 524 de reptiles, 763 de anfibios, 231 de palmas, 479 de mamíferos, 1.435 de peces dulceacuícolas y 3.273 de mariposas. Por otra parte, existen en nuestro territorio más de 41.000 clases de plantas y una inmensa variedad climática que asegura suelos muy fértiles y permite la generación de múltiples actividades socioeconómicas
Hablando específicamente de la agricultura nacional, es común observar como la mayoría de los paisajes del país están adornados con diferentes cultivos. A lo largo de nuestros campos podemos admirar una gran diversidad de plantas, frutas y verduras que cada vez encuentran mayor acogida en otros países.
Las exportaciones de este sector vienen creciendo con cifras récord desde 2020 y conquistan progresivamente nuevos mercados. Esto no debe asombrarnos. La riqueza de nuestras tierras nos permite sembrar y producir infinidad de productos, gran cantidad de ellos incluso desconocidos por muchos compatriotas.
Y aunque es clave impulsar el desarrollo productivo de nuestras zonas rurales y aprovechar la gran diversidad de productos que nos ofrecen, estamos en la obligación de hacerlo de forma sostenible. Aquí es donde tenemos una gran ventaja: alcanzar un liderazgo en la producción agrícola mundial desde nuestra biodiversidad, a través de buenas prácticas que sirvan de ejemplo a otras naciones.
“Planeta Vivo” habla de la urgencia de consolidar indicadores, metas y acciones que propicien el cambio a energías limpias, el buen uso del agua, el cambio a fertilizantes naturales y la innovación como factores fundamentales para luchar contra el cambio climático, defendiendo así la biodiversidad.
La oportunidad está al frente. Muchos sectores agrícolas del país trabajan frente a este objetivo y saben que es un factor determinante para alcanzar el éxito. La floricultura es uno de ellos. Gracias a la riqueza de los suelos donde está presente, ha logrado consolidar una oferta de 60 especies y 1.600 variedades de flores, siendo el principal proveedor de Estados Unidos y el segundo del mundo. Los colores, las formas, los aromas y las texturas de las flores de Colombia son producto de la diversidad ambiental de las tierras de Antioquia, Cundinamarca y el centro-occidente del país.
Sumado a lo anterior, y no menos importante, se encuentra el reconocimiento internacional por el trabajo sostenible de sus fincas. Contar con la segunda certificación más antigua del mundo para el sector floricultor, una “Ruta para la sostenibilidad” que aporta herramientas de información para la toma de decisiones en este sentido y haber recibido recientemente la validación del Icontec de su calculadora de huella de carbono, son algunas de las acciones realizadas.
Además, el respeto por el hábitat natural le ha permitido a los floricultores dar oportunidad de refugio y protección a la Tingua Morada, un ave considerada por la UICN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza) como una especie en peligro crítico, lo que demuestra que es posible producir respetando el medio ambiente y protegiendo la biodiversidad.
El anterior es tan solo un ejemplo de cómo, desde la agricultura, se puede aprovechar el caos del cambio climático para defender nuestro planeta, impulsar la producción sostenible, velar por el desarrollo de nuestras zonas rurales y demostrar que la biodiversidad de Colombia es un factor esencial para que nuestro planeta siga vivo.
