
En un Consejo de Ministros que debía ser técnico y solemne, Gustavo Petro decidió salirse del libreto con una frase que pasará a la historia del surrealismo político colombiano:
“Una mujer libre hace lo que se le dé la gana con su clítoris y con su cerebro. Si sabe compensarlo, será una gran mujer.”
El comentario, que parecía más propio de un manual de sexología que de una hoja de gobierno, dejó a varios ministros entre la risa contenida y la incomodidad absoluta. Lo que debía ser un debate sobre salud, corrupción y gestión pública terminó eclipsado por la metáfora presidencial.
Afuera, el país estalló. Las redes sociales hicieron lo que mejor saben: memes, parodias, análisis improvisados y un coro de críticas que oscilan entre el feminismo ofendido y la burla sin compasión. Porque una cosa es hablar de libertad y otra, muy distinta, es reducirla a un ejercicio de anatomía improvisada en plena Casa de Nariño.
Mientras tanto, la advertencia dura al funcionario del Fomag por incumplir metas de salud y la denuncia de “roscas políticas” quedaron sepultadas bajo la ola viral. La política, que debería tener como protagonista al cerebro, terminó gobernada por la ocurrencia del momento.
Y la pregunta que resuena, inevitable, es:
¿Se gobierna con el cerebro, con el pene o con la estupidez del momento?