La amenaza del cambio climático

En buena hora el recién elegido presidente de los Estados Unidos Joe Biden,  en su primer día de gobierno, firmó la orden ejecutiva para reincorporar nuevamente  a su país  “El Acuerdo Climático de París”, suscrito el 12 de diciembre de 2015 y que había sido abandonado por el  expresidente Donald Trump, bajo el argumento  electoral irresponsable de "Cumplir mi solemne deber de proteger a EE.UU. y sus ciudadanos”, cuando en realidad, su principal deber  como presidente de unos de los países más contaminantes del mundo, debió haber sido, proteger el planeta y  a la humanidad.

Sin duda alguna, el “Acuerdo de París”, es el mayor logro global para unir esfuerzos y dar respuesta a la amenaza que representa el cambio climático, unificando   voluntades de los gobernantes, para limitar el aumento de la temperatura por debajo de 2 ºC en los niveles preindustriales, suscitar esfuerzos   que hagan posible que el calentamiento global no supere los 1.5 ºC y adicionalmente, propender por un nivel bajo de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), tanto en los países desarrollados, como en los que están en  vías de desarrollo.

Este importante acuerdo, reconoce la importancia de minimizar y abordar los detrimentos y daños, relacionados con los efectos contraproducentes del cambio climático, incluidos los fenómenos meteorológicos extremos. En  los últimos  30 años, hemos presenciado en nuestro planeta las mas altas temperaturas  y eventos meteorológicos excesivos,  que se manifiestan en grandes inundaciones, permanentes incendios forestales y extensas olas de calor, que inciden de manera directa  en el calentamiento global, aumentando la escasez de alimentos y los índices de pobreza, lo que implica claramente la necesidad imperiosa de hacer mayores esfuerzos, para dar cumplimiento a los objetivos estratégicos establecidos por los países firmantes, en dicho acuerdo.

Según la Organización Meteorológica Mundial, las concentraciones atmosféricas por el CO2 siguen en aumento, alcanzando índices sin precedentes históricos. “Las estaciones de referencia de la red de vigilancia global de la atmósfera de la OMM, informaron de concentraciones de CO2 de más de 410 partes por millón (ppm) durante la primera mitad de 2020”, aún con las medidas restrictivas de movilidad y producción industrial como consecuencia de la pandemia por el coronavirus, se registran altos índices de contaminación atmosférica, que generan alarmas en la comunidad científica ambiental.

Las consecuencias del cambio climático, son cada vez más catastróficas y se manifiestan en las modificaciones de las condiciones hidrológicas, la OMM ha previsto que de aquí a 2050, la cantidad de personas en riesgo de siniestro por desbordamientos de ríos y lagos glaciares, aumentará considerablemente e igualmente subirá el calentamiento global.

Es claro que, el mayor esfuerzo en materia de inversión y acciones encaminadas a contrarrestar los efectos del cambio climático, deben realizarlos, aquellos países que más generan concentraciones de gases de efecto invernadero, y deben actuar bajo el principio, de que el que más contamina paga; para que se ejerza una compensación proporcional al daño ambiental ocasionado. En ese sentido, los países más contaminantes en su orden son: China con el ·30 %, los países miembros de la Unión Europea –EU- con el 22.5 %, Estados Unidos 15 %, India con el 7 %, Rusia 5 % y Japón el 4 %, así, son ellos, quienes deberán realizar las mayores inversiones en tecnologías limpias y energías renovables.

Los efectos del calentamiento global, son devastadores para la preservación de la vida y subsistencia de nuestro planeta, de no tomar plena conciencia de la problemática ambiental, estaremos condenados a desaparecer. La Organización Mundial de la Salud -OMS- estima que 9 de cada 10 personas en el mundo, respiran aire contaminado y cerca de 7 millones de personas, mueren cada año por la exposición a las partículas de CO2 en el aire. Otra de las iniciativas que vale la pena mencionar, es el “Pacto Verde Europeo” en el que la Unión Europea, se ha comprometido a lograr la neutralidad climática, para el año 2050, redoblando los esfuerzos, en esta lucha que es de todos.

Alrededor de 15 cumbres climáticas, se han realizado en diferentes países del mundo en los últimos 30 años, todas ellas, orientadas a contrarrestar los efectos del calentamiento global y construir una estrategia conjunta, sin embargo, no se logran resultados concretos, por el contrario, cada vez los registros son más preocupantes, lo que evidencia los muy escasos compromisos de algunos gobiernos y empresas, con un tema de vital importancia para la permanencia de la vida misma.

La pospandemia debe ser una gran oportunidad, para encaminar la reactivación económica hacia la sostenibilidad ambiental, incrementando las inversiones en energías renovables, energías limpias, fomentar e impulsar proyectos y emprendimientos ambientales, que coadyuven a construir un futuro sostenible, en el mediano y largo plazo.

Es necesario fortalecer las estrategias de cultura ambiental, en todos los ámbitos socio-culturales y educativos, generar mayor conocimiento, construir valores, conciencia sobre la protección del ambiente y la necesidad de edificar un desarrollo sostenible para las presentes y futuras generaciones. Se requiere el esfuerzo de todos para proteger y conservar nuestro planeta, no podemos seguir siendo depredadores ambientales, sin contribuir a resarcir el daño, ocasionado por nuestra limitada existencia en este planeta.

En Colombia, existen grandes retos en materia ambiental, debemos enfrentar desafíos y fenómenos como la desforestación, la ganadería extensiva, la minería ilegal, la tala y quema indiscriminada de bosques, en las selvas amazónicas y del pacífico colombiano, todo ello ocasiona graves daños en los ecosistemas, que afectan considerablemente el ambiente, por tanto, es necesario que las autoridades ambientales y judiciales, actúen con contundencia ante estos actos.

Seguimos en el debate sobre la implementación del “fracking” o fractura hidráulica, para la extracción de hidrocarburos, hay que recurrir a expertos y estudiosos, para que objetivamente, por encima de intereses económicos o políticos, nos entreguen análisis objetivos, con los cuales se despejen las dudas, sobre si esta técnica, genera o no,  daños irreparables al ambiente y a la salud, debe ser prioritario, con base en estudios serios, desarrollar normativas claras, anteponiendo el interés general sobre el particular.

Es preciso mencionar también, los graves daños ambientales que ocasionan los ataques a la infraestructura petrolera del oleoducto Caño Limón-Coveñas, a los ríos, quebradas, que afecta la seguridad alimentaria de las comunidades; llevado a cabo por grupos terroristas, que deben tener el repudio y la condena de la comunidad internacional.

Es urgente que, frente a estas amenazas de calentamiento global, se abandone la retórica y se den más acciones concretas, para proteger el planeta y la vida. ¡Hay que actuar con decisión y firmeza, ya!

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