La Contraloría, los elefantes blancos y la maldición de los recursos naturales

En la escasez de recursos por allá por los años 80’s y anteriores los elefantes blancos eran excepcionales y con la abundancia de plata que vino después por cuenta de las regalías y quizás también impulsado por las elecciones populares de los mandatarios locales,  los elefantes blancos están repartidos por todo el país.

La Contraloría General de la República identificó 1.300 casos entre elefantes blancos, obras inconclusas y proyectos en situación crítica que suman más de 20 billones de pesos pero no sólo eso, en un caso decretó medidas cautelares por más de 112 mil millones de pesos, embargó 104 bienes inmuebles y aseguró en depósitos judiciales más de 20 mil millones de pesos; adelantó actuación especial de fiscalización y determinó hallazgos fiscales por más de 637 mil millones en otro caso  y 559 mil millones en otro y con la estrategia “Compromiso Colombia” busca rescatar por lo pronto 58 proyectos que cuestan 1.6 billones de pesos para terminarlos y que beneficiarán a 5 millones de personas.

Es una tarea de nunca acabar pero que se necesita iniciar. Y creería que por los efectos del Covid19 debería comenzar por priorizar los referentes al sistema sanitario y los relativos a la producción, transformación, comercialización y abastecimiento de alimentos. También debería liderar un proceso de fortalecimiento de las instituciones territoriales para garantizar una mejor inversión de los recursos. 

La maldición de los recursos naturales es un fenómeno en los países o regiones que tienen minerales o petróleo y en este sentido tal y como afirma Sala -i- Martin y Subramaniam en un trabajo del Fondo Monetario Internacional FMI -y recogiendo lo que también escribió Sachs y Warner-,  esos territorios tienden a contraer el crecimiento a largo plazo, destruyen la economía interna,  debilitan las instituciones políticas y también crea las oportunidades para enriquecerse rápidamente, favorece la corrupción y ello genera un clima adverso y de desconfianza para la inversión y los negocios.

Es más, la abundancia de recursos naturales, dice el FMI, desconecta el  Estado de la ciudadanía porque los gobiernos con rentas petroleras o mineras no necesitan promover la creación de riqueza y los ciudadanos tienen menos interés para exigirle cuentas al gobierno.  La maldición de los recursos  naturales vuelve perezosa la institucionalidad local, frena el desarrollo de las regiones, hace que el gobierno tenga pocos incentivos para administrar con eficiencia y trae a la fauna silvestre 1.300 elefantes blancos.

La diferencia está en la institucionalidad. Si es robusta, confiable y  técnica los recursos los transformará en desarrollo y progreso territorial pero si es débil degenera en corrupción, mala planeación y en elefantes blancos.

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