
Como pauta estratégica, siendo en el fondo una sola cosa, la izquierda colombiana aparece fraccionada en partidos y movimientos políticos muy coloridos, cual arcoíris, según veremos. El fenómeno me recuerda al físico inglés Isaac Newton (1642-1727), el primer científico en comprobar la descomposición de la luz, lo que logra cuando un haz de luz atraviesa un prisma en una habitación oscura y permite apreciar los colores del espectro visible, el hoy llamado arcoíris: rojo, anaranjado, amarillo, verde, azul celeste, azul marino y violeta, sucesión que dio lugar a creer, por sugestión, que son solo esos siete.
Pero, vía imaginación, el citado fenómeno de la izquierda también me trajo a los dedos uno de los aportes del químico francés Louis Pasteur (1822-1895). Resulta que, recién vinculado a la Universidad de Estrasburgo, descubrió algo que revolucionó la microbiología al evidenciar que las moléculas idénticas podían existir como imágenes espejo, o versiones “zurdas” y “diestras”, y observar que las moléculas producidas por los seres vivos siempre eran zurdas.
Lo anterior tiene una extraña y simpática relación con la realidad de la izquierda nacional. Lo de Pasteur, porque los que presentan propuestas de paraísos y procesos milagrosos para el país y el pueblo, como moléculas políticas “zurdas”, son seres vivos, pero no en el sentido de Pasteur, sino a la colombiana, porque son seres triple A: avivatos, avispados y aviones. ¡Todos unos vivos! Y lo de Newton, porque la tal izquierda, un embutido de moléculas zurdas, se constituyó en un arcoíris ideológico desde el cual disparar sus flechas cargadas de utopías, soluciones coloridas, sugestivas, para reducir resistencias y temores.
En otros términos, la izquierda cree y hace creer que Colombia es un cuarto oscuro, sin norte, en manos de unos empresarios ladrones y esclavistas, inundado de problemas, para los que tiene todas las vacunas. Cuarto oscuro respecto del cual esa izquierda se presenta como el rayo de luz y de esperanza que lo atraviesa, dejando ver un espectro de siete colores o entidades ideológicas principales: Partido Comunista, Comunes, Colombia Humana, Unión Patriótica, Polo Democrático, Alianza Verde y Decentes, todas, franjas del mismo arcoíris. “La misma perra con distinta guasca”, al decir popular. Espectro cromático macroestratégico para que las partes del arco añadan colorido ideológico a tal fenómeno político, y se valgan, a su modo, y según consignas, de toda clase de engaños y sugestiones de cara al triunfo en 2022.
En el arcoíris, cada color tiene una pulsión básica: el Partido Comunista, dizque el mundo intelectual; los Comunes, dizque el proletariado; Colombia Humana, dizque la gente; la Unión Patriótica, dizque la patria bolivariana; el Polo Democrático, dizque el polo a tierra; la Alianza Verde, dizque lo ambiental, y los Decentes, dizque la pureza burocrática… Diversas apariencias de una doctrina con efectos prácticos: supongamos, por ejemplo, que cuando gobiernen a lo totalitario –les encanta–, alguien propone crear campos de concentración para los opositores –está en su talante–: ¿qué opinará cada uno de los integrantes del arco?
Ninguno se opondrá. Sin embargo, los decentes afirmarán que se construyan sin corrupción; los verdes, que no se afecte el medio ambiente; los del Polo, que sea una decisión por mayoría, es decir, democrática; los comunes, que sea una pena común para todos los contrarrevolucionarios; los de la Unión Patriótica, que sirva de escarmiento para reafirmar la patria proletaria; los de Colombia Humana, que sea en condiciones “aceptables”, y los comunistas, que en esos campos de cautiverio, los condenados cultiven alimentos “para el pueblo”. Modelo de deliberación que se empleará en cada uno de los asuntos de gobierno, el cual, con el tiempo, terminará en manos del partido comunista, o el nombre que tenga, como sucede en Cuba, Corea del Norte, China, etc., y ocurrió en la Europa Oriental y la URSS. Porque la izquierda, señoras y señores, es, mutatis mutandis, un solo arcoíris.
Además de sus propios esfuerzos, la izquierda cuenta con el concurso de otras franjas del espectro: los medios, periodistas y analistas mamertos, a quienes, en pago, respetará temporalmente los privilegios. En cambio, los periodistas y analistas alineados en un arcoíris democrático recibiremos un tiro en la espalda o una patada en el culo, que nos mandará al campo de concentración más cercano, o, si hay suerte y tiempo, a la puerta del “consulado yanqui” para buscar viajar al infierno del Norte. O a la tierra de nadie.
Por todo ello, la pretendida división de la izquierda es un arcoíris para distraer, una tabla de colores tóxicos, una atracción para chicas y chicos desorientados y viejitos malhumorados, y un muy largo desastre para este país.
INFLEXIÓN. Una copla de carnaval dice (está en internet): “Me puse a lavar un negro / A ver qué color cogía. / Cuanto más lo enjabonaba, / Más negro se me ponía”. Sucede con la izquierda colombiana: mientras más la enjabone, más roja se pone…
Por: Ignacio Arizmendi Posada.
13/02/21