Fabio Valencia Cossio

La pesadilla que nos espera

Desde épocas inmemoriales los gobernantes, llámense reyes, emperadores, presidentes, dictadores, han acudido a brujería, -adivinos, charlatanes, hechiceros, nigromantes-  en busca de que les predigan su futuro, que los protejan de lo maligno y los defiendan de sus enemigos.

El presidente Petro debería acudir a alguno de estos esotéricos procedimientos para que le adviertan  de lo que le viene en el futuro próximo. Posiblemente tendrá una luna de miel durante el tiempo que necesita para sacar del Congreso algunas de las iniciativas con las que ganó la presidencia. Una luna de miel de transacciones, pulsos  y repartos con sus nuevos amigos, a un gran costo político mientras crecerá en el país la inconformidad por la imposibilidad de atender las enormes expectativas que creó -como Alberto Fernández en Argentina o Boric en Chile-  por la cascada de impuestos a la clase media profesional que verá menguado su ingreso y grabado su incipiente patrimonio, por la devaluación y la inflación que hacen estragos aquí y en muchos otros países. 

El país entenderá en la dura realidad que el empleo garantizado, el sistema nacional de cuidados, el Pacto nacional por la salud y la vida, la sustitución de importaciones agropecuarias y tantas otras promesas son irrealizables, sobre todo por falta de recursos para financiarlas.       

La política implacable contra la corrupción -en manos de Roy Barreras, Benedetti, Prada, César Gaviria-, se derrumbará cuando se agote la mermelada  y los congresistas empiecen a exigirles más burocracia y contratación, está última amarrada al módico 15 o 20 por ciento, como lo vienen demostrando las investigaciones de Contraloría y Fiscalía en las últimas décadas. Vendrá otra gran frustración nacional y la opinión engañada se sumará al coro de los inconformes.

Y qué decir de los desastres de una economía que ya comenzó a perder el ritmo, no solo por los efectos de la situación mundial, sino y especialmente por los anuncios abruptos y temerarios de los locuaces nuevos funcionarios, que generan incertidumbre e inseguridad jurídica y que ahuyentan capitales e inversionistas, generando más desempleo e insatisfacción social, nuevos inconformes.

Más que ríos de leche y miel el futuro que nos espera será más parecido al Petro alcalde de Bogotá que prometió el metro y no logró siquiera estructurar el proyecto, el que prometió revolucionar el sistema de basuras y no pasó de una importación de camiones inservibles, o construir 100 colegios y no entregó ninguno, 1.000 jardines infantiles y solo construyó 4, salud para todos y casi quiebra el sistema de salud de la ciudad…    

Además de Chile y Argentina, México y Perú le están mostrando al mundo las dificultades y dolores que ocasiona el tránsito de los sueños y las expectativas sembradas por los aparatos de propaganda de la izquierda en medios de comunicación y redes sociales, a la realidad de las personas y de los hogares, cuando se hace evidente que  los recursos son limitados y la gerencia precaria. También es palmario e indiscutible el infierno de miseria y opresión que enfrentan en el “progresismo”, nuestros hermanos de Cuba y Venezuela.         

Retórica, demagógica, radical y de alcances impredecibles será la reacción de Petro a la vuelta de pocos meses, con sus reformas frustradas y frente a un nuevo panorama lleno de  inconformes,  dispuesto a hacer que sea para recuperar su capital perdido, obligado quizás por los fracasos a mostrar su verdadera identidad y sus reales intenciones.

Vienen tiempos difíciles para nuestro país. Corresponde a la media Colombia que no votó por Petro la defensa de las instituciones y de la democracia. De la economía. De las fuerzas militares y de la Policía Nacional. De la estabilidad del país.  Impedir que Colombia se hunda cuando el gobierno nacional y los congresistas del régimen reciban el rechazo y la sanción de una opinión frustrada e indignada con quienes los engañaron y con quienes indignamente los abandonaron. Y prepararnos para hacerle frente a un presidente desgastado, capaz de todo, ante el fracaso inexorable del nuevo contrato social “para el buen vivir y el vivir sabroso” con todas las diversidades de la nación. 

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Fabio Valencia Cossio
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