Mario Huertas

Analista de asuntos estratégicos y hemisféricos (Énfasis: Brasil y EE.UU.) Columnista de opinión, diario La Nación. Voluntario internacional para la promoción de nuevos liderazgos, Universal Wonderful Street Academy (UWSA), Jamestown-Accra. Colaborador del Goldstreet Business (Ghana). Profesor de Geopolítica y Geoestrategia. Infante de Marina, Armada República de Colombia (A.R.C).

Mario Huertas

La tal paz se está saliendo de control

Empecemos por precisar que lo que en Colombia llaman “paz” no es otra cosa diferente que la legalización de todos los crímenes cometidos, principalmente, por las guerrillas. Estoy hablando de narcotráfico, depredación del medio ambiente, violación a los DH´s y al DIH. 

Por esta vía, la de la mal llamada “paz”, los guerrilleros se han garantizado la impunidad total, el olvido de todos los crímenes contra la humanidad y la subversión de la realidad. Para ello, han trabajado mancomunadamente con políticos, sacerdotes, periodistas, jueces, magistrados, militares, profesores, movimientos sociales, empresarios, entre otros. La infiltración guerrillera al Estado ha sido cuidadosamente planeada desde todos los ángulos de la sociedad incluyendo la internacional. 

Así, la impunidad total se puede apreciar en que los guerrilleros han salido del monte directamente a ocupar altos cargos en el Estado (sin mayor formación académica y técnica) y con las manos tintas en sangre han acariciado el poder colombiano como ningún otro grupo criminal lo ha hecho. Lo digo porque sus pares, es decir, los paramilitares, fueron sometidos a la justicia y extraditados; por demás, quienes colaboraron con esa causa criminal, han pagado con pena intramural sus delitos (léase parapolítica).

Por si fuera poco, la guerrilla se ha adueñado de expresiones como “los de la paz”, “la vida”, “el amor”, “la justicia social”, “los derechos humanos”, “el medio ambiente”, “la igualdad”; entre otras, para limpiar todos sus crímenes y posar como faros de la moral pública e intelectuales indiscutibles. Siendo todo lo contrario de lo que se ufanan, gracias a una ciudadanía poco adiestrada en política, han logrado usurpar las palabras y subvertir la realidad. 

Desde esta tribuna, ha resultado tan fácil descifrar la guerra de guerrillas como entender que so pretexto de una revolución y/o cambio pueden robarse un país entero (hablo obviamente en términos económicos) y destruir la democracia. Los partidarios de la combinación de todas las formas de lucha saben que cuentan con la escasísima cultura política de sus seguidores y el cínico beneplácito de sus consortes. 

Desafortunadamente, todo esto viene sucediendo desde 2010 con más radicalismo “gracias” a Juan Manuel Santos Calderón, quien recibió un país contra las FARC y la barbarie de la guerra subversiva y entregó tres: los verdaderos colombianos de paz (los del No), los falsarios de la paz (los del Sí) y el país que perdió con Nicaragua (85.000 km²) ante la Corte Internacional de Justicia en La Haya.

Entre 2018 y 2022, y desde la oposición, Petro se dio a la tarea de etiquetar como “estallido social” a la estrategia que diseñaron para tumbar al presidente Duque por medio de su brazo armado urbano denominado: Primera Línea. De hecho, recientemente el Tribunal Superior de Bogotá, ha ratificado la sentencia condenatoria, de 19 años, en contra de algunos de sus miembros por delitos que incluyen el terrorismo y violencia en contra de servidor público. No obstante, lo extraño es que no se abra investigación en contra de los políticos y demás promotores que están detrás de dicha organización. Sobre el particular, Petro ha dicho que son “víctimas” o “presos de conciencia”. Vaya, vaya, ¡curiosa calificación!

En efecto, el error histórico que he denominado “Administración por sobresaltos” sucumbe en medio de la incapacidad de Petro para liderar la administración nacional, los escándalos de corrupción que incluyen directamente a su familia, la incitación a la violencia que hace reiteradamente y otras nefastas características que definen este desacierto histórico. Y ahora, para salvar el fiasco, salen personajes como Iván Márquez (de las FARC), Eduardo Montealegre, Álvaro Leyva y el mismo Petro a decir que la constituyente es el camino para que, entre otras, exista (obviamente) “paz” en Colombia. 

Pero, no contando con ello, es el mismo Santos en compañía de algunos de sus hombres (como de La Calle Lombana) quienes le han salido al paso a Leyva (servidor de la falsa paz) para frenar los insaciables apetitos del petrismo que busca adictamente socavar la democracia por los entuertos de una constituyente. 

Santos Calderón no ignora que sobre sus hombros, y sobre los ilegítimos Acuerdos de La Habana, galopan los guerrilleros con toda su gula y voracidad para asaltar la totalidad del poder. Es ahora cuando el culpable directo (Santos) de todo esto, sale de su estratégico silencio para evitar que su falacia de la paz termine en una dictadura. Aun cuando él sabía que esto podía suceder, se arriesgó a traicionar a un segmento importante del país para legalizar a una de las más brutales guerrillas en América Latina y se atrevió a violar el resultado del plebiscito de 2016 por supuesto, a nombre de “la paz”.

Siendo culpable directo de la peligrosa situación política que vive Colombia, entiende que su opereta de la paz se está saliendo de control y nos termina dando la razón a quienes nos hemos opuesto a la brutal operación, que se trama, contra la democracia supuestamente, a nombre de la justicia social, la vida, y (no podía faltar) la paz. Santos sabe que su paso por la historia es gris y por su vanidad hará lo que sea para evitar lo que es decálogo revolucionario: con la paz, dictadura. 

Cualquier ciudadano juicioso e intachable sabe que Santos como Petro son los culpables de la crisis democrática por la que atraviesa el país. En asocio trabajaron para legalizar a las FARC y ahora que Petro, en consecuencia, se quiere atornillar al poder, Santos ve que el país puede caer por el abismo de la dictadura gracias a que la “paz” se está saliendo de control. 

 

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