
Petro ha ido por última vez (si la democracia lo permite) a las Naciones Unidas. Sin público y sin aduladores prepago hizo una intervención tan inapropiada como su facha habitual. Algunos han dicho que su estrafalario atuendo fue para copiar (algo muy propio en él) a García Márquez aun cuando todo el mundo hispanoparlante -que sabe leer y escribir- reconoce sin dificultad alguna, al descertificado o Petro, como un hombre limitadísimo intelectualmente.
Tal vez, lo más relevante de la monserga (no por lo que dijo sino por los efectos que traerá) es que fiel a su estilo roñoso remarcó -sobre los operativos recientes de los EE.UU. en aguas del Caribe- una de sus ´máximas´: “el Tren de Aragua no es un grupo terrorista, solo son delincuentes comunes en forma de banda”.
Y añadió que los jóvenes asesinados con misiles en el Caribe no eran del Tren de Aragua y que, si eran colombianos, se le debía abrir un proceso penal al presidente Trump (y a otros funcionarios por la decisión tomada). Por el bien de la imagen de Colombia, esperamos que la petición no se le revierta a Petro y que de descertificado pase a condenado por cualquier corte federal de los Estados Unidos o ante cualquiera otro tribunal incluyendo la Corte Penal Internacional.
El descertificado (Petro) no ahorró esfuerzo para dejar en claro, ante el mundo entero, su ´filosofía política´ (soy extremadamente generoso al utilizar la palabra filosofía) expresando que los dados de baja eran jóvenes que escapaban de la pobreza y que no tenían otra opción diferente al crimen. Para el descertificado, por ejemplo, el trabajo no es una solución a la pobreza porque él mismo lo ha calificado como una expresión fascista. ¡Soberana estupidez!
Sobre el particular, algunos psicólogos han advertido que tal vez, por haber estado en prisión, el descertificado (o Petro) es proclive a victimizar -cuando no a romantizar- a los criminales.
De otro lado, estamos de acuerdo en que millones de personas salen de América Latina a causa de la pobreza. La misma pobreza que han fabricado tiranuelos populistas, brutalmente ignorantes y abiertamente estalinistas. Por culpa de estos criminales y fabricantes de miseria, mentiras y terror, la región está condenada a vivir eternamente en un bestiario tropical que condena al exilio a sus mejores hijos; quienes evitan, con el asilo, que los asesinen o los pongan tras las rejas por el simple hecho de no ser sirviente de la violencia y el terror revolucionario (estalinista) que se envuelve falazmente en lemas de “progresismo” y demás variantes.
Así, creyendo que estaba hablando para su galería, el descertificado fue a las Naciones Unidas (en Nueva York) a pontificar sobre narcotráfico cuando en suelo estadounidense saben que Petro viene de una guerrilla financiada por el narcotráfico. No ignoran que Pablo Escobar hizo un acuerdo con esta organización terrorista para hacerle un juicio al presidente Betancur que suponía, entre otras cosas, asesinar a su hermano, Jaime Betancur Cuartas, quien se encontraba -aquel noviembre de 1985- en el Palacio de Justicia.
Apelando a la ignorancia de millones de ciudadanos y de un puñado de mal intencionados, que de mala fe callan y distorsionan la historia solo para lavarle la cara a un sector político peligrosísimo en Colombia, el descertificado, desde el seno de las Naciones Unidas, se atrevió cínicamente a acusar a otros de estar al servicio del narcotráfico y de ser narcotraficantes (rubios y de ojos claros) cuando carga, sobre sus hombros, el pecado original de provenir de una narcoguerrilla. No olvide, respetado lector, lo que Freud llamaba “Proyección”.
Creo que, aun cuando Petro dice y repite que lee en inglés (también dizque en francés), sus asesores de política exterior debieron entregarle este titular de agosto de 2023 aparecido en CNN en Español: “Nicolás Petro afirma bajo juramento que ingresó dinero ilegal a la campaña electoral de su padre, dice la Fiscalía de Colombia”.
Es obvio que en la Casa Blanca tienen muy presente las declaraciones del mismo hijo de Petro como también recuerdan que, tiempo después, cambió la versión tras reunirse con su padre quien hoy niega la existencia del Cartel de los Soles y es aliado incondicional del narco-chavismo. En Washington también escucharon al ministro Benedetti hablando de ciertas sumas de dinero y demás prácticas que llevaron al Pacto Histórico a la Casa de Nariño.
A estas alturas, para nadie es una sorpresa que hay unos sectores políticos, fácilmente identificables, que tienen por táctica hostigar (en el mejor de los casos) a quienes no se arrodillan ante la barbarie de su existencia y cuando se enfrentan al legítimo derecho que ejerce su víctima para defenderse, los agresores se autoproclaman, descaradamente, víctimas. Para que sea efectiva la referida artimaña, cuentan con medios de comunicación (y milicianos digitales) que hacen eco de una versión subvertida de los hechos.
Terroristas como Hamás son el mejor ejemplo. Asesinan niños, masacran hombres y violan mujeres (octubre 2023) y cuando Israel decide salirle al paso, para defenderse legítimamente, los terroristas empiezan a victimizarse gritando frenéticamente: “nos están asesinando”.
Solo queda por decir que Petro debe asumir las consecuencias de sus palabras y actos. Si el presidente Trump decide responder las agresiones y hostigamientos constantes, no podrá decir que estamos ante una agresión y que ordena a los colombianos para que, por medio de la violencia, defiendan lo que supuestamente presentarían como una agresión.
El descertificado debe asumir la responsabilidad entera de su errático y letal proceder lejos del solio de Bolívar y con los servidores de su esquizofrénica “causa”. Los colombianos de bien, sabrán reconocer que no serán instrumentalizados para la violencia a fin de proteger a un cobarde que utiliza al pueblo como escudo humano.
Ratifica el descertificado que, en medio de su fracaso como improvisado e insurgente gestor público, está buscando cualquier tipo de trifulca para justificar una salida anticonstitucional y, con ello, meterle un zarpazo a las próximas elecciones que le garantice su mayor deseo: un golpe de Estado y revivir el estalinismo en versión tropical.