Antes los retos finales de la Selección Colombia, soy optimista moderado sin tapar la realidad con una mano, ni vivir las predicciones con fanatismo.
Me aferro a una pequeña luz, que, como opción estadística, alumbra tenue en el camino.
Voy contra la corriente, lo admito, porque también he sentido el infierno en las adversidades del pasado.
Me ilusiona la reivindicación por los dos años de eliminatoria condenados al fracaso, por las justificaciones sin medida desde los medios, por relativizar los resultados. Por los conflictos de la gente tóxica, por la negación a la realidad que amenaza.
Por la falta de gol y la carencia de un equipo. Por la ausencia de osadía del entrenador y la confusión de su planteamiento.
Soy optimista a pesar de las estadísticas en contra.
Porque me resisto a ser mensajero de infortunios, porque, por oscuro que sea el panorama, quedan las dos últimas chances.
No es fácil convencerte para que dejes de ser escéptico. Estás herido por futbolistas que secuestraron tus ilusiones, no sudaron la camiseta, ni tuvieron sentimiento patrio.
Estrellas doradas a las que poco les importo una derrota.
Pero hay tiempo para el rendimiento a tope, con los dientes apretados, como perros de presa. Con ambiciones genuinas, no fingidas, con el esfuerzo como base, evitando que el egoísmo desplace el talento y las palabras sean más importantes que los hechos.
No hay tiempo para maquillar errores. Al contrario, es el momento de lavar la cara sucia.
Tengo la seguridad de que, a la hora de ver rodar la pelota, nervioso veras el desarrollo y el cierre del partido.
Te disgustarás con su trámite y con el resultado en contra. Con agravios castigarás los errores, reprocharás al técnico, pero, seguro, celebrarás sin límites los goles, te reconciliarás con tus ídolos y revivirás el sueño de catar.
Irás en contra vía de los comentaristas y no tendrás consideración con el var o con el árbitro.
El triunfo para ti será una fiesta. Con los efectos, que, por fortuna, no serán duraderos en caso de la derrota. Es fútbol, mi hermano, es fútbol, que siempre tiene un mañana para reciclar afectos