El ejercicio político en su dinámica, mueve masas y con ellas, sentimientos que al aflorar, pueden resultar desbordados de apasionamientos que impiden el racionamiento normal de los seguidores.
En los últimos días nos hemos visto rodeados de malas vibras, alegatos e insultos vergonzantes que nos envían pésimas lecturas de lo que en realidad son estas elecciones.
Memes, noticias falsas, calumnias y comentarios insultantes que decantan una serie de acciones repulsivas y desdibujan radicalmente lo que en realidad es el ejercicio político por redes, canales de televisión y emisoras donde se han visto enfrentados personajes de la política y periodistas entre sí.
La polarización de la política y sus ideologías no pueden convertir el ejercicio político y sus afines en un campo de batalla o en un ring de boxeo donde solo falta que se vayan a las trompadas.
Opinar y juzgar no es lo mismo; una opinión es una valoración subjetiva de una realidad, nuestra percepción, nuestro punto de vista. Decimos: Me gusta, no me gusta, me parece, me resulta interesante, me aburre. Todas las opiniones son RESPETABLES.
El Juicio en cambio, es una evaluación de una realidad, expresada como si fuera una verdad absoluta. Expresamos juicios cuando decimos: Esto es bueno, esto es malo, esta persona es ....Los juicios implican un “Así es y Punto”.
En ese sentido, las opiniones hoy en día fueron reemplazadas por los juzgamientos imprecisos o no, eso lo determinan los entes de control, que opacan la realidad y el prisma de las cosas.
Una excelente manera del manejo de estos altercados mediáticos, que entre otras cosas, dejan mucho que pensar y desear de sus protagonistas, sería el diálogo, como herramienta o mecanismo de conciliación pero de una manera privada, no en las redes sociales y mucho menos detrás de un micrófono en una cabina radial donde se emite un noticiero que es escuchado por cientos de personas.
Pero eso es lo que se buscan algunos personajes, de exponerse a este tipo de situaciones, cuando ellos mismos dan inicio a eso y ya lo decía Mahatma Gandhi: “No se puede concebir una mayor pérdida que la pérdida del respeto hacia uno mismo” y es precisamente a eso lo que se exponen, quienes no saben dirimir sus diferencias y concluir sus controversias de una manera racional y racionable, pues quedó claro que muchos pecan de mal corazón y de racionalidad insuficiente.
Aquí como en otras ocasiones, vuelve a comprobarse que el mayor peligro de las vanguardias es adelantarse tanto a su propio bando que acaban pasándose al enemigo. Porque nada contribuye tanto a reforzar la creciente marea mediática y negativa que quienes sin un ápice de moral se atreven a descalificar cualquier reflexión ética y objetiva por suponerla un subproducto inconfeso de la mentalidad de un oponente político.
Desde luego, sería injusto culpar sin más, al dinamismo de la política. Lo explicó muy bien Sigmund Freud hace más de 100 años, “Nuestros complejos son la fuente de nuestra debilidad, pero con frecuencia, son también la fuente de nuestra fuerza”.
En síntesis, debemos bajarle a los niveles de intolerancia, ser más mesurados en nuestras radicalidades, pues como señalamos anteriormente en este escrito, esas situaciones desdibujan el verdadero objetivo de lo que significa la política y aún más, el sagrado oficio del periodismo.
Una de las falencias del periodismo y de la política actual es que han perdido la razón de ser, el sentido de servicio público y mientras no lo percibamos como un servicio público no empezaremos a salir del hueco.
