Durante unos meses permaneció el calco de la Bachué en la terraza de Casasalas en la Calera en donde tenía como telón de fondo el paisaje muisca del que resalta el triángulo del cerro El Chocolatero. De ahí fue trasladada al atrapaestrellas realizado con mallas de cerramiento que se irán ocultando a medida que las enredaderas tejan su manto. Su cono, con el rostro del niño consorte, sobresalía atravesando el círculo abierto en la cubierta que hace alusión al de la fuente de donde fue sustraída la Bachué original.
De ahí, la figura en bronce se instaló en los jardines de la casa del embajador del Reino Unido en Colombia. Las pinturas plegadas, elaboradas durante el desarrollo del proyecto de exposición para Londres, fueron instaladas en soportes sobre la grama mirando al cielo.
Ahora la Bachué, la de bronce, retornó a mi taller de Bogotá en donde se habilitó un espacio que se asemeja al que está previsto para ella en la galería Saatchi. Las grandes telas plegadas rodean la escultura siguiendo el ritmo en espiral de las serpientes que se entrelazan y se sumergen en el agua.
En la terraza de Casasalas, el lugar destinado a la Bachué lo ocupa ahora una piedra soportada en una estructura metálica de las utilizadas durante la construcción de la misma. En una primera mirada pareciera impropio que la delicadeza de las formas que caracterizan la pieza original en granito checo, haya sido sustituida por la dureza de la piedra de esta región. Pero, deteniéndonos a observar, quedamos fascinados al recorrer las protuberancias y los túneles conformados durante cientos de años que hacen pensar en formas corpóreas y vegetales más cercanas a los esclavos de Miguel Ángel que a la fría geometría lisa de los sólidos platónicos.
La piedra informe contrasta con el triángulo isósceles de El chocolatero tanto como este contrasta con las montañas del que brota como un elemento extraño.
De la formalización ejecutada por Rozo a partir de un rústico bloque de granito se pasó, con el calco, a una membrana en bronce que es sólo superficie. De ahí surgió la metamorfosis en piedra, sustituto imaginario que justifica todo el proceso.
De la escultura elaborada y pulida por el artista, hace casi un siglo, a las cavidades y rugosidades de la piedra, arrancada del suelo como la Bachué de la fuente, se ejecuta la metamorfosis que nos lleva a las profundidades de la creación artística que implica tanto acción como contemplación.
P.S.: Recibí el siguiente comentario de David Manzur hecho a partir de unas fotos que le envié de la instalación del calco de la Bachué en mi taller:
“Me impresionó este montaje de piedra sobre el azul opaco de unos cuadros en los que, como arañazos, se percibe un extraño abecedario para leer algo que no está en la escritura sino en la imagen ¿pero que? Tal vez un diálogo visual entre un artista vivo y un escultor del pasado y su Bachué.
Quien vea esto lo interpretara a su manera y según su cultura encontrando, más allá de una simple exposición, el misterio, obsesión y profundidad que encierra el trasfondo conceptual de un artista”.
