Negro como el petróleo

Llevo varios meses escribiendo artículos sobre petróleo y economía, mostrando tendencias del mercado energético y a su vez proponiendo estrategias, que correctamente implementadas al contexto nacional podrían conllevar a un resurgimiento del petróleo como agente de cambio social en el país.

Sin embargo, muchos amigos y conocidos me han sugerido que para mi próxima columna haga una breve presentación de quién soy y en especial por qué escribo sobre temas energéticos. Así que decidí atender a sus sugerencias.

Yo soy Robinson Pedroza, ingeniero apasionado por los temas energéticos, tratando de aportarle al país desde el área que conozco y en la cual me he preparado. Durante mi infancia, era común escuchar a mi padre hablar sobre temas referentes a pozos, perforación, producción, transporte de crudo, y por supuesto, eso conllevó a la obvia decisión de estudiar ingeniería también y trabajar en la industria petrolera.

Soy hijo del petróleo, nacido en Barrancabermeja. Mi amor por la industria viene desde que era niño. Mi padre, que es el hombre al que más admiro, mi ejemplo y maestro, y otro apasionado por los temas energéticos, arrancó su carrera desde la base como ingeniero en campo Lizama, pasando por diversos cargos en la empresa, hasta finalmente culminar su trasegar profesional como vicepresidente de transporte de Ecopetrol. Pero estas líneas no son para hablar de los logros de mi padre, de los cuales me siento más que orgulloso, sino de cómo llegó allá, puesto que con la oportunidad que se le presentó y con base en trabajo arduo y dedicación, logró llegar hasta donde llegó. Nada es gratis en la vida.

Una de las razones por las cuales escribo mis columnas, es porque considero necesario crear un espacio técnico y académico que trascienda a lo social, donde se muestre la importancia de la industria energética y cómo ésta sigue siendo piedra angular para el desarrollo sostenible de nuestra sociedad.

Veo un país lleno de oportunidades con la capacidad de dar saltos cuánticos con respecto a la productividad, progreso y cierre de brechas sociales, pero también veo un país sin memoria, que llevado por los apasionamientos causados por las desigualdades está tomando decisiones equivocadas. Estamos rodeados de un populismo que capitaliza esas necesidades y las traduce en cantos de sirena, prometiendo felicidades temporales sin un método sostenible de crecimiento y progreso, y aunque suene repetitivo, es el modelo que ha llevado al fracaso a otros países en la región.

El petróleo y la industria de hidrocarburos no es el enemigo, al contrario, sigue siendo el agente de cambio más importante del país en los últimos 100 años. No sólo las empresas directamente relacionadas con la industria han podido emplear miles de familias y mejorar la calidad de vida de sus entornos, pero también las actividades adyacentes a la industria, desde contratistas, transportadores de combustibles y actividades económicas ligadas a los productos derivados como plásticos, aditivos productos alimenticios, fertilizantes, telas sintéticas, productos de aseo, etc. En fin, son muchísimas las empresas de diversas vertientes que han podido emplear personas en el país durante décadas como consecuencia de la presencia de la industria petrolera.

Todo esto sumado a las políticas públicas que el gobierno nacional está incorporando, como el programa de matrícula cero para los sectores más vulnerables y apoyo a propuestas de emprendimientos que, si se potencian con los recursos generados por proyectos como fracking y energías renovables, hará que las nuevas generaciones encuentren su oportunidad para desarrollar todo su potencial y así ayudar a reducir brechas sociales a través de la movilidad social.

Veo un país donde los jóvenes no sean utilizados para lanzar piedras a la policía, pero que esas manos sean usadas en algo productivo como levantar un lápiz, ya sea resolviendo un problema de cálculo o física, o pintando grandes obras de arte, o en un teclado de computador trabajando como programadores de software. Son muchas las oportunidades que los muchachos tienen para convertirse en los próximos líderes y traer cambios positivos al país, y así como mi padre, empezando de abajo, convertirse en los vicepresidentes del mañana.

Esto únicamente es posible si dejamos el quid pro quo populista, donde se vende el futuro del país por una dádiva temporal sin esfuerzo alguno. No olvidemos el adagio popular ¨no existe tal cosa como un almuerzo gratis¨.

Ah, por cierto, se me olvidaba decirles algo más de mí, soy negro …, ¡¡¡como el petróleo!!!.

Nota. Encuentro con mucho agrado la noticia que el gobierno nacional aprobó la comercialización de productos basados en cannabis y la exportación de su hoja con fines medicinales. Ese es un gran paso dentro de la diversificación de la economía y creación de empleo, pero por otro lado encuentro con preocupación que algunos políticos hablan de la legalización de drogas con fines recreacionales. No podemos basarnos en estudios y modelos de países del primer mundo para aplicarlos en Colombia. Esos países ya tienen resuelto en su mayoría sus necesidades básicas y bajo esa óptica tendría sentido el concepto de drogas recreativas. Para nuestro caso, esas drogas recreativas se convertirían en sustitutos de esas necesidades básicas, lo que conllevaría a una degradación más profunda del tejido social. Si así como estamos tenemos muchachos desocupados drogándose y siendo utilizados por ciertos grupos para fines políticos, no quiero ni pensar lo que sería si se aprobara la droga recreacional, seríamos el hub más grande de droga y crimen de la región. Pilas con eso.

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