En Colombia la violencia y la delincuencia parecen eternas. Los bandidos prosperan con facilidad, y ante tanta bonanza ilegal, no se someten a la ley.
Desde hace 52 años, 1984, se está buscando paz con procesos de paz, sin vivir nunca en paz. Doce procesos de paz fracasados, son el derroche de esperanzas más grande de la historia. Y las bandas criminales más vigorosas y envalentonadas para suplantar a un Estado, que se ve débil e inferior a los bandidos.
Los violentos cada día se apoderan más del territorio. Y matan El Derecho a Vivir Sin Miedo. La inseguridad y la violencia están en su más tenebroso momento. Y el gobierno se ve agallinado, sin autoridad y permisivo con los violentos. La Defensoría del Pueblo asegura que el Clan del Golfo tiene presencia en el 75% del territorio nacional; 24 de los 32 Departamentos. Las Farc tienen presencia en 237 municipios y el ELN en 212 municipios. Y faltan las demás bandas criminales. Además, 409 municipios están en incapacidad local critica para ofrecer seguridad a sus habitantes. En una paz mal hecha, triunfa la guerra. Y en la guerra nadie gana.
Y Los gobernantes, más que autoridades para liderar el orden y la libertad, parecen comentaristas de delitos. La autoridad del Estado se ve endeble y discapacitada. Y son las propias autoridades las que nombran con generosidad a los criminales, con palabras edulcoradas, como “estructuras”, “frentes”, “fuerzas armadas”, “ejército de liberación”, “clan”; con nombres que sugieren epopeyas, como si los bandidos fueran farándula y moda; y con lo cual los bandidos y sus crímenes quedan a las puertas de la civilidad.
Y en cambio, los procesos de paz han degradado y vilipendiado a la policía y a la seguridad del estado. La policía es un símbolo de heroísmo para el bien común. Igualar a un policía con un vándalo, es un esperpento ético de la anarquía.
Para la paz, alta cirugía para la policía. Se necesitan misiones internacionales que ayuden a formar una nueva Policía eficaz, que conozca el territorio y esté cercana a la gente y lejos de la corrupción. Y con capacidad de hacer presencia a todas las horas en los territorios. La fuerza de la policía debe ser superior a la de los bandidos, pero siempre inferior a la de los ciudadanos.
El Estado siempre debe ofrecer una ventana para el ilegal que se quiera desmovilizar. “La paz es un derecho y un deber de obligatorio cumplimiento”: sabia nuestra constitución. Nunca se puede perder el camino eficaz para la paz.
No habrá paz, si hay baja presencia de estado en los territorios. Tampoco, con ejército y policía copados, desactualizados; y de fuerza inferior a los ilegales. No habrá paz sin una nueva educación que aún hoy se orienta por leyes creadas cuando no existía internet. A la paz ayuda una buena economía, pero no habrá economía próspera con una educación vetusta. Y es imprescindible, construir la cultura inviolable del respeto a la vida. Matar a un ciudadano debe recibir los castigos más extremos, contra aquel que tenga como oficio y gusto matar gente.
Paziencia parece ser la ciencia de la Paz. No hay una desesperanza colectiva más impotente, que la de una nación sin paz y sin autoridad.