Películas para la cuarentena: “La Gran Apuesta”

Nuestro destino como especie, para bien o para mal, puede depender de todas las decisiones que tomamos en colectivo, y hasta de los errores más aleatorios. Como no es mera casualidad que un alimento contaminado haya terminado siendo el epicentro de una pandemia, es necesario entender los elementos culturales que resultaron en tal transmisión zoonótica, y las minucias que permitieron el colapso de la salud pública y la economía global. “La Gran Apuesta”, una película coescrita y dirigida por Adam McKay, retrata los eventos previos a la Crisis Financiera de 2008 y puede permitirnos realizar tal aproximación.

Adam McKay y su colaborador Charles Randolph tienen un guion muy comprometido en hacer lo imposible: crear reacciones emocionales a partir de terminología inaccesible para el público, incluso si son conceptos inherentes a su experiencia en el modelo de producción capitalista. Su narrativa nos introduce al lado oscuro de las deudas en la segunda mitad del siglo XX e inicios de los XX.

Si bien sabemos que una hipoteca permite a varios la posibilidad de adquirir una casa y pagarla en las siguientes décadas, la mayoría ignora que los bancos pueden no ser los beneficiarios de esas deudas, sino las entidades financieras que les compran estos créditos. Estas instituciones reciben los intereses de los deudores y dividen sus ganancias entre inversionistas que pueden cobrar un seguro si sus intereses no son pagados.

“La Gran Apuesta” nos introduce a un mundo de bancarios y empresarios arrogantes que estaban convencidos de que jamás iban a perder dinero porque la economía inmobiliaria tenía la fama de ser muy segura. Siendo así las cosas, varios intermediarios permitieron que se ofrecieran prestamos incluso a personas que no tenían la capacidad para responder con sus deudas. Por otro lado, por el compromiso de pagar a los inversionistas beneficiarios de estas hipotecas riesgosas, se generaron seguros más inestables para garantizar el pago a estos accionistas.

Mientras estos préstamos tan laxos permitían la adquisición de inmuebles, la valorización de estas propiedades creció exponencialmente: las personas ya no podían pagar sus casas y estas regresaron al mercado a menor precio, lo cual devaluó las hipotecas y los seguros que las entidades financieras habían puesto en ellas. Aquí entran los personajes en “La Gran Apuesta”, unos grupos particulares del mercado financiero que anticiparon que se avecinaba una catástrofe y que intentaron beneficiarse del asunto, colocando sus recursos como carnada a los bancos. Mediante un acuerdo conocido como “swap”, estos profesionales habrían de ganar dinero si las entidades financieras no lograban responder con los intereses de sus inversionistas. Convencidos de la seguridad de su negocio, los banqueros y financieros aceptaron el trato.

Si bien McKay nos presenta a sus personajes como las personas más avispadas del planeta porque encontraron el modo de aprovecharse de un Apocalipsis predestinado, también hace sufrir a la audiencia con los obstáculos que estas personas enfrentan. Cuando estos sujetos creen que pueden recibir inmediatamente los beneficios de la apuesta que iban ganando, encuentran que el sistema es inmensamente fraudulento y que sus adversarios han encontrado la manera de persistir en la venta de créditos a las personas ignorantes y el aseguramiento de las ganancias de los inversionistas.

En crueles viñetas, estos protagonistas no solo están a punto de perderlo todo ante estas trampas, también son testigos de la tragedia de personas que quedaron sin hogar, siendo propietarios de casas condenadas, o siendo arrendatarios juiciosos que pensaban que sus caseros estaban pagando sus hipotecas. Eventualmente, la burbuja de la industria inmobiliaria estalla y como audiencia no encontramos satisfacción: nadie va a responder por la negligencia y la avaricia que causó una catástrofe a nivel global; es más, se nos comenta que el gobierno estadounidense prefirió rescatar estos negocios a través de regulaciones superficiales y no mediante reformas serias.

Las experiencias mostradas en “La Gran Apuesta” pueden servirnos como insumo para poder entender nuestra situación actual ¿Estábamos preparados para una situación así? ¿Entendemos la salud como un derecho, o como un bien más que puede ser prestado y arrebatado en el momento en que el deudor no pueda pagarlo?¿Si los dirigentes o los proveedores de servicios no pueden proteger a las personas, quién lo hará? ¿Se distribuyen bien los intereses de nuestros pagos, o estos terminan en las manos de un beneficiario que continuará acumulando su utilidad a pesar de la tragedia de los demás? ¿Alguien reconoció la inminencia de nuestras circunstancias, e intentó actuar al respecto?

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