Se afirma que el presidente de Dimayor, Fernando Jaramillo, administra como un mago por la cantidad de conflictos que a diario enfrenta, pero con inocultables preferencias hacia Millonarios.
Predica en sus repetidas apariciones públicas que es de gran nivel el futbol que se aprecia, a pesar de que se nutre de viejos y cansinos guerreros de regreso y es creciente la desconfianza en los árbitros.
Caen con frecuencia los entrenadores, sin respeto a sus procesos, muchos de ellos trabajando con las uñas, sin recursos; los futbolistas extranjeros no marcan diferencia, con pocas excepciones; los planteamientos con miedo proliferan y se mantienen activos los escándalos.
Son varios los dirigentes con infulas de entrenadores, que entorpecen los trabajos.
Como siempre ha ocurrido, mira con desprecio, el presidente, el futbol femenino, simplemente porque no es rentable.
Deleitan, a propósito, las futbolistas, con exhibiciones que sorprenden en eventos internacionales, evidenciando su calidad técnica en progreso, a pesar de la carencia de torneos competitivos en Colombia.
Como parte integral de este caos, los juegos Nacionales están en el vaivén político, sin dolientes.
Vive el Ministro del deporte, Guillermo Herrera, el indicado a darles el mejor impulsó, las horas finales en su cargo, donde no deja huella por su incompetencia.
Aterrizó en el gobierno del mandatario saliente , Iván Duque, a expensas de la fatigada corriente electoral de su tutor Vargas Lleras, quien pretende a toda costa reciclarse de sus calamidades electorales, sin importar los conocimientos o la pasión por el deporte de su recomendados.
Muchos escándalos han pasado ante su nariz, sin percibir en ellos su olor nauseabundo.
Ocurre en la mayoría de los cargos asignados por inclinaciones políticas. Por eso en tantos frentes “estamos en la olla”.