En esta segunda parte he seleccionado dos poemas que leí durante la cuarentena y uno que escribí. Alejandra Pizarnik poeta argentina y Ramon Sampedro quien fue un gran poeta español.
Alejandra Pizarnik
Cansada del estruendo mágico de las vocales
Cansada de inquirir con los ojos elevados
Cansada de la espera del yo de paso
Cansada de aquel amor que no sucedió
Cansada de mis pies que sólo saben caminar
Cansada de la insidiosa fuga de preguntas
Cansada de dormir y de no poder mirarme
Cansada de abrir la boca y beber el viento
Cansada de sostener las mismas vísceras
Cansada del mar indiferente a mis angustias
¡Cansada de Dios! ¡Cansada de Dios!
Cansada por fin de las muertes de turno
a la espera de la hermana mayor
la otra la gran muerte
dulce morada para tanto cansancio.
Cuando yo caiga
Ramon Sampedro
Cuando yo caiga, como fruto maduro del árbol de la vida,
dejadme allí mismo, donde yo caiga,
para que me abrace el sol y el viento y la luna,
que la vida me devore mordisco tras mordisco.
Que cada cual recoja el amor que me dio:
la luz, su luz; el agua, su agua,
la tierra, su ceniza; su espíritu, el viento.
Que coja cada cual lo que precise.
Pero que no me esconda la codicia humana
en el calabozo de los muertos, en una jaula sagrada
aferrada a un recuerdo, llorando como un niño
que no quiere devolver lo que se le prestó.
De la semilla al fruto fui empujado por el amor,
cuando vuelva al origen, derribado o caído,
amigo o enemigo, que no te cause espanto,
aunque te parezca que ya no tengo vida,
no es que esté muerto, me estoy recreando.
No me cubras de tierra, ni me metas en un nicho.
Si no quieres verme, llévame a campo abierto,
déjame mirando al cielo para irme esparciendo
entre todo lo que quiera llevarse de mí algo.
Un gusano, una mosca, un pájaro cualquiera…
hasta que me consuman por amor regalado
para empujar la vida soñando pero libre,
que cada uno recoja lo que me dio prestado.
Así, cuando caiga, dejadme caído
para retornar a la vida allí donde yo caiga.
Por último, este poema que escribí hace unos días (también un regalo para una personita especial)
Carlos Avilán
¡Veinte días, tan largos, aún y seis pasadas ya!
De todas las angustias humanas,
la de estar lejos es la mayor agonía
Escribimos palabras; día tras día,
la voz, los ojos, todos recordamos;
estamos, hablando, solos, con el ausente.
Pero cuando se piensa, se siente,
cuando se habla, todo persiste, todo vuelve,
cuando se siente, infinitos recuerdos vuelven.