“La derrota tiene una dignidad que la victoria no conoce”: Jorge Luis Borges.
Sin excluir las polémicas que perduran, por el oportunismo de quienes subieron al carro victorioso, ofreciendo respaldo ficticio, continúan su vida las chicas futbolistas colombianas que levantaron la voz desde las canchas, en la Copa América, exigiendo respeto y espacio.
Su futbol fue un acto de amor con el pueblo. Con clase, secuencias de pase, gambetas, ritmo, alegría e intensidad. Nunca inferiores al desafío.
Fueron la voz del deporte silencioso, al que las autoridades miran poco. El de “la Colombia profunda”, donde luchan, sin eco, los deportistas carentes de recursos, sin aplausos, que quieren dar saltos a la alta competencia para dejar atrás las vivencias tristes.
No desconocen, las mujeres futbolistas, los escenarios en los que se mueven, pidiendo pista con obstinación, para lograr el reconocimiento permanente, que van desde la lucha entre ellas mismas, en competencia feroz.
Contra las rivales, en desventaja, porque no tienen campeonato, ni clubes para entrenar o competir, a diferencia de las campeonas.
Contra la negativa de la dirigencia que las rechaza, que aparece durante los aplausos del triunfo y desaparece, como el viento, entre silencios, murmullos o justificaciones.
La indiferencia del público que solo en eventos como este tiene explosiones de júbilo, porque la onda expansiva es efímera.
Luchando contra las dificultades económicas, porque la mayoría, como tantos otros deportistas, es hija del hambre y la necesidad.
Contra los prejuicios inevitables. Poco interesa lo que ellas hacen fuera de las canchas, con sus vidas, si con el balón en los pies, hacen felices las nuestras.
Contra la fugaz presencia de los periodistas deportivos. Juegan ellas con el beneplácito pleno de las mujeres con micrófono que entienden mejor la esencia de su sorda lucha.
Contra el gobierno de turno, demagogo, que promete y promete y no cumple, que explota los momentos de gloria como si fueran suyos.
Seguirán acariciando la pelota, revolcándose en los potreros, jugando con riesgo, esperando la hora de volver a batirse a duelo, con progreso en cada fecha.
Cuanta felicidad hay en mí, cuando siento el ruido de la pelota. Sobre todo, si quienes corren tras ella buscan la mejor versión, con variedad de recursos, para luchar por la victoria.
Un aplauso con gratitud para las chicas del futbol. Que bien lo hacen.