Uno de los principales valores del ser humano es la solidaridad y parece que los Colombianos lo hemos perdido y que más de 70 años de violencia de todos los pelambres y atrocidades, nos han atrofiado la conciencia.
En este país de tantas malas noticias, ya nada nos conmueve, llámense asesinatos selectivos, masacres , violencia de género, atracos, fleteos callejeros, padres que asesinan a sus hijos , hijos que matan a sus progenitores, etcétera, etcétera, un tremendo desastre ético y social, que entre nosotros escasamente termina en frías estadísticas .
Es absurdo y casi ridículo que los medios de comunicación y muchos de sus analistas celebren que Colombia figure inexplicablemente en algunas encuestas, entre los primeros del mundo en donde la gente vive mas feliz e ignoren la realidad del día a día para saciar con banalidades su frivolidad.
Una encuesta real y seria nos tendría que ubicar entre los países más insensibles e insolidarios del mundo, un país que no condena sino consagra al crimen organizado y en el cual las organizaciones del narcotráfico, la minería criminal y muchos otros delitos, hacen lo que quieren y acaban de ganar grandes espacios políticos.
Como antesala de un posible desmantelamiento de una autoridad que ha librado las más valientes y meritorias batallas contra esos criminales, padecemos ahora el asesinato vil y cobarde de policías, héroes de la patria, en un plan pistola concebido por mentes retorcidas y sórdidas.
En un país serio, sensible a la ética y al cumplimiento de la ley, la gente estaría en las calles protestando contra esas mafias y exigiendo justicia contra los asesinos. Aqui no. Durante el último mes han asesinado vilmente a más de 30 policias y la opinión no se conmueve y se resigna, con frivolidad y estolidez, a pensar "eso no me toca", sin calcular que pronto nos puede llegar el turno, cuando ya no habrá nada por hacer.
Mucho me temo que esta escalada de las mafias sea la carta de presentación de éstos actores delincuenciales frente a la muy anunciada política del nuevo gobierno, de paz total, impunidad para más delincuentes, bloqueo de la autoridad, desmantelamiento total de la política antidrogas, del Esmad y una perversa reforma de esa gran policía que ha defendido a la sociedad. Vamos hacia el perdón y olvido para toda la delincuencia.
Despertemos. Resistámonos a entrar por ese camino diabólico. Defendamos a nuestra Policía Nacional y a sus héroes, porque ella y las Fuerzas Militares son los principales defensores de nuestra constitución y de nuestra democracia.
Respeto, solidaridad y apoyo a nuestros policías y a sus familias, con acciones decididas contra sus enemigos, no meros pésames, es lo que nos exige la tenebrosa amenaza de la hora. Hay que enfrentar y contener a quienes pretenden desmantelar la institución que mejor nos defiende.
Todos somos policías.
