Alexander Velásquez

Escritor, periodista, columnista, analista de medios, bloguero, podcaster y agente de prensa. Bogotano, vinculado a los medios de comunicación durante 30 años. Ha trabajado como reportero para importantes publicaciones de Colombia, entre ellas El Espectador, Semana y El Tiempo. Ha sido coordinador del Premio Nacional de Periodismo CPB (ediciones 2021, 2022, 2023). Le gusta escribir sobre literatura, arte y cultura, cine, periodismo, estilos de vida saludable, política y actualidad. Cree en la vida después de la muerte, uno de sus temas favoritos. La lectura y caminar una hora diaria mientras escucha podcast son sus pasatiempos favoritos. Escribe su segunda novela.

Alexander Velásquez

Si reírse de Dios es pecado, no lea esta columna

Atención: El monólogo de Ricky Gervais puede herir sus prejuicios.  

Me apena cuando un genio cae en desgracia. Hablo de Woody Allen, el actor, guionista y director de cine. Cada línea suya es una celebración: su irreverencia, su sarcasmo. Con cada ocurrencia nos remueve algo por dentro. Nos pone a pensar largo y tendido. Por eso me cuesta creer que el mismo hombre que se mofa de Dios con inteligencia esté metido en líos hace rato, acusado de abuso sexual y otras cosas horribles. Como si habláramos de dos Woody Allen: uno, el chico bueno que escribe -¡quien lo creyera!- como los dioses y el otro, la mente pervertida que se metió con su hijastra Soon-Yi  y habría abusado de su hijo adoptivo Dylan cuando tenía siete años. ¡Hasta parece un mal chiste! 

Su vida y facetas están expuestas en Woody Allen: Un Documental (2013),  Amazon Prime, referente obligado más que nada para entender su genialidad, endiosada por actores y críticos con el mismo ímpetu de quienes  desean verlo arder en el infierno. 

Me acordé de Wody Allen mientras veía por Netflix el estreno de Supernature, el stand-up comedy  de Ricky Gervais, (64 minutos) otro fenómeno del humor inteligente, negro y caustico, no apto para chapados a la antigua, por sus comentarios de calibre grueso, casi gráficos, a ratos escatológicos. Lo llama Supernatural porque su intención es refutar lo sobrenatural, incluido Dios. 

-“Alguien me tuiteó: ¿le dirías a un niño moribundo que el cielo no existe? Y yo le dije: “¿Me pagarían por ir?”. 

Me gusta este actor, guionista y director británico porque no se anda con rodeos. En su monólogo nos dice: “No existen la reencarnación, los fantasmas ni el cielo", recordando a dos personas que aseguran haber sido Napoleón Bonaparte en sus vidas anteriores. En mi caso, seguiré creyendo en la vida después de la muerte, hasta alcanzar el nirvana, porque a nadie le hago daño con mi inofensiva creencia.   Además, eso de que nos morimos y ya, me parece que no tiene gracia. El show debe continuar en el más allá, incluso más allá del más allá. 

Volvamos al cuento. El  polémico comediante se burla de todo y de todos: obesos,  diabéticos​,​ Hitler, homosexuales, personas trans, Sida,  racismo, pedófilos,  abrazos,  cementerios,  vejez, etc, etc, etc​... ​ ah, y de las ETS también.

En uno de sus parlamentos  le saca punta a nuestro falso sentido de la solidaridad, a propósito de​l​ tornado devastador que azotó a los gringos en 2013​. 

-“Beyoncé y Rihanna envían oraciones a Oklahoma. Qué pendejo soy, solo envié dinero”. 

El show debe ser visto por adultos y  bajo su propio riesgo (prejuicios). Quién desconozca el significado de la palabra ironía difícilmente entenderá el doble sentido e incluso la moraleja detrás de un comentario o una metáfora. Al contrario, podría sentirse muy pero muy ofendido y ​considerar a Gervais la encarnación del mismísimo demonio. A lo mejor en eso radica su éxito​: ni un mojigato será el mismo después de escuchar su diatriba. 

Aprendí de él que los gatos son buenos para la salud porque nos hacen vivir más. 

-"Te desestresan, evitan  infartos y te relajan". 

Tras oírlo, me estoy tomando en serio la idea de tener un mínimo que me haga compañía y se sirva él mismo su concentrado. Por algo son criaturas independientes, ¿no? ¡Los gatos serían ricos como Ricky Gervais si dictaran conferencias sobre el desapego! 

El actor inglés ofrece un consejo para despreocuparse de la vejez 

-“Coman y beban lo que quieran y luego mueran, carajo". 

Pero resulta que en el intermedio hay gente haciéndole la vida de cuadritos a los demás,  lo que debería penalizarse, sobre todo en ciertas empresas colombianas donde pasan cosas raras, por ejemplo que empleados o jefes abusan de otros. No más miren este titular de un diario nacional: “Mujer intentó mandar matar a compañera que también se acostaba con su jefe”. 

El monólogo de Gervais (de quien recomiendo  la serie After life: más allá de mi mujer, sobre cómo afrontar el duelo con optimismo, también en Netflix) es  un oasis para un país como el nuestro, de chistes flojos y poca sátira, donde nos reímos más de lo que dice un político que un comediante, donde en plena época de TikTok –que revolucionó la risa- programas  anticuados como “Sábados Felices” siguen dando lora  y comedida como “Dejémonos de Vargas” no le dan en los tobillos a la original  “Dejémonos de vainas” de finales de los 80, y tantos otros buenos humorísticos  como “Don Chinche”, “Romeo y Buseta”, “NN” o “La Posada”. Eran otras épocas, por lo tanto el humor debe evolucionar. La tarea está a medio hacer. Salvo casos excepcionales, por ahora damos grima. 

Si usted tiene buen sentido del humor, este ​monólogo  es para usted. ​De lo contrario, ​opte por una comedia romántica, con gente bonita y donde no lo obligan a uno a pensar. En mi concepto, tanto la genialidad de Allen como la de Gervais ​no se debe tomar literalmente.  Cada cual  nos interpela​​ a su manera ​sobre este presente aturdidor.​ 

Acerca de Dios Allen dice: 

-“Para usted, yo soy ateo; para Dios, soy la Leal Oposición”.

A lo mejor nos quieren decir que la vida es bella pero ¿para qué tomársela  tan en serio? 

Yo digo que ese par nos ayuda a sobrellevar nuestras difíciles existencias, porque –se me ocurre- es mejor carcajearse libre que dentro de un manicomio. Después de todo,  también quiero ser como Ricky Gervais o Woody Allen: sarcástico pero,  ante  todo, asquerosamente millonario, aclaro.

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