Fernando Ruiz Gómez, el ministro de Salud saliente, es sin dudas el ministro sobresaliente del gabinete Duque. Manejó en forma serena y equilibrada el tema de la pandemia y hoy cuando anuncia un quinto pico (ómicron B4 y B5) lo veo satisfecho. Le correspondió aprender y asimilar las dolosas experiencias iniciales. Asumir un protocolo de manejo y pegado a este inmunizar a la población colombiana. Ajenos a los comentarios marginales, lo hizo bien y tiene la gratitud constante de la población colombiana.
La Constitución del 91 y la ley 100 de 1993 crearon una reforma estructural en el estado y por esa vía hemos caminado. Se ha buscado con ganas la cobertura universal y un plan de acceso nacional que ha impactado los indicadores de salud pública. Un cubrimiento de casi el 100% y la mejoría sostenida en los indicadores de calidad han afianzado nuestro sistema como la más importante alianza público-privada en Latinoamérica. Con fallas y desajustes, me siento orgulloso de pertenecer a este sistema de salud colombiano que es referente para los países vecinos.
No tengo dudas al afirmar que el principal problema de salud es la corrupción. Todos los días y en todos los sitios aparecen columnas y noticias sobre el desfalco al sistema. Dentro del ministerio y sus organismos paralelos no existen funciones sincrónicas que permitan enviar a la cárcel a estos responsables. No busque otra razón: hay una deuda de 10 billones de pesos con clínicas y hospitales que es esta viva, fresquita y pidiendo desesperada que se solucione. Tratar de colocar en una cifra cuanto se pierde por la corrupción en el sistema es muy difícil: cálculos estimados indican que este desorden ocasiona alrededor de 10 billones en 2022. Los alfiles de la economía no mienten: 4.500 el dólar, inflación del 9.5% y las tasas de interés cerca del 10%. y con estos números en el tapete hay un llamado expedito a la sensatez y propuestas con reflexión.
Como noticia avisada desde hace varios meses llega la doctora Carolina Corcho a reemplazar al ministro Ruiz. Sabemos lo que el presidente Petro piensa sobre las EPS y como su filosofía busca un sistema público universal en donde todas se van acabando. Esta instrucción la comparte a plenitud la ministra Corcho y en los diversos foros del sector se ha expresado en términos similares o más impetuosos.
Hay varios hechos en lo que estamos de acuerdo la inmensa mayoría de los actores participantes: la diferenciación de la población según su pago, la fragmentación del sistema, la carencia de información y unos adornos en la intermediación que lo único que traen es aumento en los costos de atención. La Ley Estatutaria en Salud los definió muy bien y señaló como debían concluir. Sin lugar a duda muchas de las EPS actuales deben acabarse; sin embargo, existen algunas de loable gestión que deben ser apoyadas y estimuladas para que asuman el rol de las que están en punto final. No suena sensato sentarse a borrar del mapa las EPS que muestran signos positivos de gestión financiera. Eliminar tanta intermediación en el sistema es un imperativo. Utilice el recurso humano en el sector y trate de organizarlo. Un porcentaje muy alto (65%) no tiene un sistema de contratación que le proporcione estabilidad o tranquilidad. No es bueno seguir a la deriva en este tema y es una prioridad reinventarlo.
Desde hace varios largos meses insistimos y escribimos que la producción de los insumos puede en su mayor parte ser realizados por la industria colombiana. El caso de los productos COVID por la industria nacional. No alcanzo el tiempo para esta tarea esencial que se puede realizar en Colombia. Tenemos la industria y su recurso: ¿que nos falta para que vigilados ellos inicien?
Acompañando a MinEducación se debe fortalecer una política clara para que el recurso humano se distribuya homogéneamente en el país. No solo las capitales tienen el derecho de tener especialistas, lo cuales muchas veces sobran, sino una distribución geográfica que permita que las nuevas promociones encuentren futuro académico el sitio donde les tocó practicar. Hay que estar en los programas de formación y regular el número de facultades de medicina, en Colombia sobran. Exponer un planteamiento homogéneo que permita la distribución uniforme de este talento futuro de las regiones es un aporte valiosísimo. Entendámonos con el recurso humano en salud y veremos hoy como su estructura es resabiada. La cantidad de médicos generales, talentosos, que quedan por fuera de la especialidad. Los números vergonzosos en las especialidades médicas y como el recurso se va concentrado en las capitales. La ausencia marcada en maestrías y doctorados y, la poca ilusión de regresar del exterior cuando allá se consiguió una plaza esquiva en el país.
Y seguimos con la multidireccionalidad: los planes conjuntos con estamentos de agua y basura. La política ambiental y frenar de una vez por toda la escalada de la erosión. Quizá esto nos lleva a lo primario del Ministerio: los planes de promoción y prevención que en este cuatrienio se fueron con la pandemia. ¿No existieron? Si algo necesita empuje es nuestro deficiente Sistema de Salud y para eso está la Ley Estatutaria 1751 del 2015.
Diptongo: Palabras motivadoras, reflexiones consensuadas y propuestas renovadoras deben ser la ruta. Nunca ha sido bueno borrar del camino y muchos menos en ese lenguaje temerario