¿Qué está pasando con esta sociedad? El pasado 4 de mayo un recién nacido perdió la vida en Cundinamarca debido a algunas personas que bloquearon la vía, alegando una acción que hace parte de las protestas. Un hecho que no debió pasar y pensamos no se repetiría, pero parece que esto no importó y la historia volvió. El domingo 22 de junio, los medios de comunicación reportaron el caso de una ambulancia que transitaba en la vía Buenaventura – Cali, que tenía el propósito de salvarle la vida a un bebé intubado que requería atención de urgencias en hospital, la obstrucción de la vía de nuevo se convirtió en el verdugo de una vida inocente que no tiene nada que ver con las pretensiones de quienes se hacen llamar manifestantes. Este fue el angustioso relato del equipo de la misión médica: “Soy médico, estoy con la auxiliar, el señor que maneja la ambulancia y el papá de la bebé que acaba de fallecer debido a que en La Delfina no nos dejaron pasar. La bebé entró en código, intentamos reanimarla y no respondió. Los señores del paro nos dijeron que hiciéramos transbordo, no podíamos hacerlo porque la bebé iba intubada. Nos devolvemos, están allá tirando sus gases lacrimógenos, luego llegan dos señores en una moto, dicen que la ambulancia puede pasar. Conforme íbamos pasando, empezaron a tirarnos cosas explosivas. Estamos aquí, sin poder devolver a la bebé al hospital y corriendo peligro nuestras vidas porque estamos siendo atacados”.
¡Es el colmo! Pero esto no termina ahí, horas después la indignación se acrecentó tras un comentario en redes sociales de una persona que hizo referencia a este hecho con una frase contundente: “igual el bebé se iba a morir”, ¿ah? No existe argumento alguno para que digan que el pequeño iba a fallecer. ¿Cuántos prematuros en este mundo han nacido con los peores pronósticos y sobreviven? Nadie puede decidir quién sí o no merece vivir.
Este panorama es abrumador porque toca a alguien que los adultos debemos proteger con esmero: los niños. Ellos no solo han sido víctimas del caos que azota al país por más de 30 días, también de los estragos de la pandemia y de las agresiones más crueles.
Por ejemplo, Medicina Legal reportó que, en el 2020, 576 menores de edad fueron asesinados; 56 tenían entre 0 y 4 años. Los homicidios en edades entre los 10 a 14 años tuvieron un total de 73 casos y de 15 a 17, 435, estas últimas relacionadas con conflictos sociales como el reclutamiento forzado, microtráfico o pandillísmo. Un país indolente con esta población.
¿Qué tiene el corazón una persona que atenta de semejante manera contra un pequeño? Tal vez una crueldad absoluta.
Este año Colombia se estremeció con Sara Sofía, un hecho que aún no tiene respuestas y es una fehaciente muestra del daño del que son víctimas. También está el asesinato de Kevin Arley Giraldo, un niño de tan solo 9 años que, tras desaparecer luego de llevarle el almuerzo a su padrastro, fue hallado muerto con señales de violencia en Amalfi, Antioquia. Pero esto no termina aquí, un informe revelado por la Alianza por La niñez señaló que entre el 2015 y 2020, se registraron 119.026 casos de violencia sexual contra esta población. Lo más preocupante es que el 80,7% de los reportes se dieron en el hogar, 6,5% en la calle y 3,1% en centros educativos. Se supone que la casa debe ser el lugar más seguro, pero vemos que pasa lo contrario.
Ahora, si nos referimos a la pandemia generada por el COVID 19, los menores están pagando los platos rotos de la demora de la alternancia y un tercer pico de contagios tan agresivo que impide que ésta avance con total satisfacción. Su salud mental se está viendo afectada. Un estudio realizado por el Instituto Nacional de Neurociencias reveló que, de 1.044 niños encuestados en 651 hogares de Colombia, 41% tiene problemas para dormir, 31% se frustra con frecuencia y 26% tiene déficit de concentración, también advirtieron que podrían padecer de estrés y depresión a largo plazo. Se espera que con el inicio de la reactivación económica prevista a partir del 8 de junio y la vacunación dirigida a los maestros, los niños puedan volver a la normalidad.
La protección de nuestros niños tiene que ser vital. Por eso, exigimos respuestas de lo sucedido con todos los niños víctimas de fatales agresiones. El peso de la ley para los responsables de estas tragedias debe ser total. La investigación de los hechos tiene que ser exhaustiva y no parar a pesar de la coyuntura. Que la crisis del paro no nos haga olvidar de ellos. No puede quedar en la impunidad. Ni un niño más, a todos los necesitamos vivos, sanos y con plena garantía de sus derechos.
Una de las consignas que debemos adoptar los padres o adultos responsables del cuidado y que continuamente recomiendan los expertos, es que SIEMPRE, SIEMPRE, tenemos que creerles a nuestros hijos. Lamentablemente, los mayores agresores se encuentran en el círculo más cercano al hogar. Por ejemplo, si un pequeño se atreve a decirle que lo están lastimando o tocando, atienda a su llamado de inmediato; si le señala que no quiere estar con algún familiar o alguna persona, tome acciones e indague más; si manifiesta incomodidad abrazando o saludando de beso a alguien, nunca lo obligue, y esto es clave: cuando no quiera estar con ciertas personas, hágale caso y escuche lo que tenga que decir. Muchas veces se cree que puede ser una simple “pataleta”, pero todas estas señales pueden tener una razón de trasfondo.
Adicionalmente, el hecho de que no asistan al colegio los hace más propensos a vivir con más fuerza los maltratos y las afectaciones silenciosas de la salud mental. Con indignación debo decir que algunos integrantes de FECODE insisten en no volver a las aulas alegando un riesgo de contagio, pero sí promueven aglomeraciones en las calles y ¿quiénes pagan los platos rotos?
Colombia está atravesando una crisis muy compleja, pero es inadmisible que se deje de lado la protección de nuestros niños, que, como se dijo al principio, necesitan de toda nuestra atención y cuidado.
Es momento de convocar una gran mesa de trabajo nacional en la que participen todos los sectores con el propósito de que se encuentren estrategias para garantizar sus derechos y promover que el sistema judicial sea contundente con las personas que cometen delitos contra ellos.
Debemos hacer todo lo que esté a nuestro alcance para salvaguardar sus vidas y evitar que sean víctimas de situaciones en las que nada tienen que ver. #JusticiaYa, #AccionesYa, la vulneración de sus derechos no debe convertirse en otro de los hechos diarios que pasan desapercibidos y resultan en la impunidad.