Para comprender los nuevos espacios donde opera la criminalidad hay que situarse bajo el fenómeno de la globalización, ya que este ha sido uno de los principales factores que ha ayudado, desafortunadamente, a que muchos grupos ilegales tengan un alcance más amplio dentro del Sistema Internacional y regional. Como consecuencia negativa de este fenómeno se ha visto una “desviación” de los procesos y procedimientos, o como diría Gills Nillman, una “desagradable integración transnacional” que ha impuesto retos y desafíos sobre la Defensa y la Seguridad Nacional de los estados, posibilitando a los grupos criminales emplear elementos modernos dentro de sus estrategias de acción.
Acompañando esta consecuencia, la Revolución tecnológica ha concedido alcances que antes los grupos ilegales no contaban. Por ejemplo, ha concebido un aumento e imposición de una nueva generación de crímenes que utilizan un distinto espacio de acción; el ciberespacio. La Revolución de esta índole ha facultado incluso, a que muchas comunidades criminales se trasladen a el ciberespacio, permitiendo dentro este ambiente, el crecimiento y evolución de métodos que buscan adaptarse a las dinámicas tecnológicas, apoyando una conexión con el mundo cada vez más instantánea y fácil de ejecutar.
Esta revolución permitió, además, y en el marco de la ilegalidad, que organizaciones criminales fueran capaces de trasladar sus acciones, objetivos y negocios, del mundo físico al mundo cibernético, abriendo una nueva dimensión al alcance de estos actores; el Cibercrimen. Un cibercrimen puede ser llamado como tal cuando la acción al margen de la ley ocurre en el ciberespacio y cuando el plan ocurre en el ambiente cibernético y su acción, en el plano físico
"El cibercrimen es la nueva modalidad que se esconde en un espacio que nadie ve pero que se contempla como una situación de peligro latente"
Por tal razón, el ambiente en el que el crimen ocurre sea este en el ciberespacio o en el mundo físico, puede afectar su definición al momento de ser investigada. Witters y Blum expresan que, debido a la contemplación de los dos espacios, se debe entender que, dentro de la categoría de crímenes, el cibercrimen hace parte de una nueva modalidad de acción, y a su vez, se debe ampliar las estrategias y la importancia que se le da para ser combatida. El entender que el cibercrimen no siempre se mantiene de manera exclusiva en el ciberespacio y que las estructuras físicas también se pueden ver afectadas por esta forma de crimen, otorgará la importancia que se requiere para poner un primer plano de la agenda, estrategias de anticipación, prevención y mitigación.
Uno de los principales problemas que se tiene dentro del abordaje de este nuevo escenario de criminalidad es que se opta por dividir completamente al ciberespacio y al espacio físico en muchas formas. Las comunidades virtuales, las formas en las que las redes sociales funcionan o la información que es compartida en Internet tiende a ser separada a sus contrapartes en el mundo físico. Sin embargo, esta separación no debería ser hecha de manera tan definitiva, ya que se ha visto en el caso de ataques a las estructuras físicas del Estado, una planeación cibernética en foros o chats de mensajería instantánea.
Por lo tanto, este tipo de ataques duales también deben estar incluidos en el término de ciberataque para así facilitar la forma de buscar a los responsables, permitiendo que no solo las redes sociales sino foros de internet sean considerados posibles lugares (o espacios) de encuentro para la planeación de acciones criminales, por lo cual, no se debe tener una separación tajante entre los ámbitos físicos y ciberespacial pues el cibercrimen se ha convertido en una acción estructural que busca, entre otras razones, desestabilizar mediante acciones individuales o conjuntas, la Seguridad Nacional.