Una pregunta inocente

¿Por qué el máximo representante del Estado, es decir, el presidente Iván Duque, no hace nada para traer a Colombia al Zarco? Tanta diligencia como muestra el ejecutivo de este país para entregar narcos a quienes lo soliciten, especialmente Estados Unidos (en última instancia el proceso de extradición requiere su visto bueno), y tanta renuencia, dilación y tardanza para traer a Colombia a quien, además, ha confesado su participación en uno de los episodios más infames que ha vivido este país de iniquidades sin cuento: los falsos positivos.

Los datos de este caso son bien conocidos de la opinión pública, pero no está de más recordarlos. Luis John Castro Ramírez, alias el Zarco, es un ex militante del ELN que engañó y entregó catorce jóvenes al Ejército para ser asesinados y presentados como caídos en combate. Fue detenido; pero el 30 de diciembre de 2010 salió a pasar fiestas de fin de año con la familia y por ahí derecho se voló a España, en donde fue capturado por la policía el 25 de noviembre de 2018. 

La oficina de Asuntos Internacionales del ministerio de Justicia no hizo nada para solicitar su extradición a Colombia, y las autoridades de aquel país terminaron por ponerlo en libertad el 30 de diciembre de 2020 por vencimiento de términos. Fue recapturado en Alicante, una localidad del Mediterráneo español, y el 26 de enero, día en que debía comparecer a una audiencia de imputación de cargos desde el lugar de su reclusión en Europa, la diligencia no se pudo llevar a cabo por “problemas de conectividad a internet”. El 5 de febrero, la Cancillería colombiana excusa este fallo con el lenguaje burocrático que suele camuflar la negligencia culpable del Estado. El episodio se repite dos veces más.

El sábado 13 de febrero de este año, las autoridades españolas dicen que la extradición cuenta con el visto bueno de la justicia allí para su extradición; y con tal motivo, Duque dice que el Zarco será traído a Colombia para que responda aquí por sus crímenes. Han pasado seis meses de aquel pomposo anuncio presidencial y el angelito tiene toda la pinta de echarse a volar nuevamente.

Como puede verse, esta joya anda en danza hace más de diez años, toreando a la justicia entre negligencias y leguleyismos de diverso calado. Entre tanto, los familiares de sus víctimas han debido pasar por el calvario de un duelo viendo como el culpable de su dolor burla de manera impune el castigo. Y, por si esto fuera poco, pasan también por algo en lo que no se piensa cuando se habla de esas ejecuciones extrajudiciales, tan incómodas para el partido de gobierno que hasta lograron imponerles un nombre presentable para la historia: falsos positivos.

Para las personas cercanas a aquellas víctimas la busca de justicia ha significado, además del desplazamiento para reconocer a sus familiares asesinados, no solo un viaje en condiciones de precariedad económica sino, una vez encontrado el cuerpo, cargar con el costo del traslado para darle un sepelio digno, y asumir todo lo que implica un duelo por muerte violenta. Más el esfuerzo para limpiar el nombre de quien fue falsamente señalado como un enemigo de la sociedad, en un montaje urdido desde una de las instituciones del Estado.

El Zarco no es más que un charquito frente al inmenso lodazal de los falsos positivos, pero es una pieza clave para esclarecer las responsabilidades de los oficiales y suboficiales de la Tercera y Sexta brigada del Ejército que lo contrataron. Sus declaraciones demuestran que se trató de una acción planificada y de unos hechos sistemáticos dentro de la institución; ningunas manzanas podridas, como suele calificarse a tanto desafuero cuando no queda más remedio que referirse al asunto desde las fuentes oficiales.

Iván Duque ya tiene el sol a sus espaldas, el año próximo deberá entregar el mando de una presidencia que no se ha distinguido precisamente por la defensa de los derechos humanos, y cuyo gobierno ha recibido llamados de atención en tal sentido de Human Right Watch, HRW, y Amnistía Internacional, AI. En vista de los remilgos de su gobierno a permitir el acceso de mecanismos internacionales y regionales de esa materia, el pasado mayo recibió un requerimiento de AI a cumplir con una obligación que tiene hoy todo Estado democrático, cosa que no deja de ser un borrón para cualquier gobierno.

Haga un esfuerzo hombre, traiga al Zarco. O mejor dicho, mueva los hilos que tiene a su alcance para que Castro Ramírez ayude a esclarecer las responsabilidades de ese episodio tan oscuro, por más que incomode la cosa al Presidente Eterno. ¿O será que mi pregunta más que inocente resulta un poco pendeja?

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