Guillermo Rodríguez

¡Unas por otras, burras por potras!

Luego del anuncio del gobierno de Daniel Ortega, en donde deja de entrada ver que no está interesado en primer lugar en tener acercamientos diplomáticos con Colombia, al negar credenciales al Embajador designado desde Bogotá, posterior a las declaraciones del Canciller Leyva en donde de manera congruente con la carta democrática, hacia expresiones de reparo al gobierno hegemónico de Nicaragua, cuando todo parecía ser ríos de leche y miel entre los dos gobiernos, pues incluso se hablaba de una agenda bilateral con el supuesto de gestiones diplomáticas de Colombia, a fin de lograr la libertad de unos presos políticos en el país centroamericano.

La perspectiva que se visualizaba era totalmente increíble, que el gobierno Colombiano estuviera de alguna manera abogando por la libertad de quienes han sido perseguidos en Nicaragua por propiamente pensar diferente, hacer reparos al gobierno central y hegemónico, pedir elecciones justas y libres, y llegar a acuerdos bilaterales a fin de establecer parámetros democráticos a fin de implementar principios de una democracia en un régimen totalmente tirano y dictatorial, que al fin de cuentas ambos conceptos vienen a ser lo mismo, pero tristemente no es redundante, pero ¿y qué gana Colombia? Eso mismo me preguntaba el diario la prensa de Nicaragua cuando me preguntaban acerca de estos planteamientos.

El desafío de las agendas no era lograr incorporar ejes rectores de talante democrático en un país donde cada vez que habla su jefe de Estado, pareciera escuchar más un rebuzno de asno habido de heno, que un presidente con ánimo de dictador, propio de un país donde el museo a la paz y al desarrollo son pancartas de “líderes” sandinistas con cabezas de soldados americanos, como si fuera mucha gracia hacer semejante vejamen, calculen el nivel de mensajes erráticos sociales, que a la vez que un desprevenido ve eso a la entrada del museo se encuentra, el armatroste de mini tanque de guerra que en su momento el pelele italiano de Hitler le envió al generalísimo en sus días de gloria.

Sin embargo el talante democrático sobre el que está construido el republicanismo en Colombia, marca derroteros tan certeros que hasta el más suspicaz periodista o internacionalista, podría haber soñado en la necesidad de buscar agendas comunes en donde se buscará facilitar por parte de Colombia derechos humanos conculcados en el país centroamericano, como: la libertad religiosa, el cese a la persecución política, la libertad inmediata a los presos políticos, la libertad de prensa y la no persecución a la misma, y el cese inmediato a los hostigamientos judiciales a los contradictores políticos de Ortega, y desde luego unas elecciones plurales, justas y libres, definitivamente el realismo mágico superó la ficción.

A las pocas horas de la designación del embajador de Colombia en Managua, luego de la prudencia de la misión de Colombia en la OEA, y después del desaire del gobierno nica con el embajador designado, se logra entender que la posibilidad de la agenda común que pudo existir no tenía suficiente claridad entre ambas naciones, y la misma quizás tuvo zonas grises que llevarían a procesos de disrupción mucho más protuberantes y sensibles, que los mismos ejes que podrían llevar a la connivencia entre ambas naciones, nada más y nada menos que la Democracia y los derechos y libertades públicas; si eso era así: nos querían cambiar miles de kilómetros de mar territorial por algo de maquillaje democrático.

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Guillermo Rodríguez
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