Carlos Salas
Carlos Salas

Ya pasó el sustico

Caminando por el campo veo un perro quien no da muestras de agresividad, pero no dejo de pensar en que pueda ser atacado. El temor se apodera de mí, lo que el perro nota y comienza a gruñir; camino lentamente evitando mi deseo de salir corriendo y paso al lado del animal quien comienza a ladrar, sigo mi camino y procuro apartar la vista para no provocarlo. Paso de largo y a los pocos metros suspiro y me digo: Ya pasó el sustico. El miedo es mío, está en potencia para que se detone con cualquier señal de alarma. Llevamos décadas temiendo la toma del poder por el comunismo y hemos encendido las alarmas cada vez que lo vemos gruñendo, como cuando el Caguán o el proceso de paz de Santos. Y ahora ladra con la llegada de Petro y nos hemos visto obligados a caminar al lado del espectro del comunismo y ya estamos a punto de salir airosos sin una mordida, sin un ataque. Pero el temor persiste y persistirá hasta que salga del poder el nefasto comunista trasnochado que ha demostrado ser un perro que ladra y no muerde.

Hemos sufrido en carne propia la estrategia del miedo que ha implantado el presente gobierno y les ha funcionado. Inhibiendo nuestra capacidad de acción el miedo nos paraliza, aísla y debilita nuestra capacidad crítica. Es un proceso de degradación a la dignidad de quienes lo sufren y de corrupción del poder de parte de quien lo ejerce. Pero también es un motivo para la resistencia y es ahí en donde se recobra el valor y la dignidad.

Ya pasó el sustico del primero de mayo y al prospecto de dictador no le queda sino un Día del trabajo en 2026 para alardear de que las masas están con él, y va a ser muy cercano al fin de su vergonzoso mandato. Ha querido amedrentar a los colombianos haciéndose ver como un líder al que el pueblo va a seguir ciegamente. Lo de las manifestaciones llenando plazas no pasó de ser un show de poca monta con un costo inmenso lo que va en contravía con una verdadera muestra de apoyo a un personaje cuya imagen está cada día más deteriorada ante Colombia y el mundo. 

No es normal, más bien es aberrante, que en vísperas de su tan cacareada función con espada desenvainada y multitudes entusiastas acompañándolo, aplaudiéndolo, gritando con pasión revolucionaria, el pichón de dictador se sometiera a cirugías estéticas y luego se ufane de que va a salir más joven de lo que llegó cuando ha sido proverbial que quienes dirigen este complicado país se envejecen en cuatro años. Me pregunto qué pensarán quienes todavía le conservan un poco de respeto al verlo con gestos de la más banal vanidad que ya se le conocían con sus trajes y relojes de marca que en nada lo distingue de un traqueto cualquiera.

No creo que ninguno de los que llenaron la plaza de Bolívar esté dispuesto a ir más allá de cumplirle haciendo bulto y escucharle su perorata. Que pretenda atemorizar a millones de colombianos con un “estallido social” con esa manada de dóciles indígenas, burócratas, obreros sindicalizados y uno que otro despistado que va tras un plato de lechona, que salieron el primero de mayo, raya lo ridículo. Ya vimos hasta dónde puede llegar el maniático adicto en sus alardes de fuerza.

El mequetrefe no tiene tampoco control sobre los grupos criminales a pesar de haberles cedido territorio y restringido los ataques a las fuerzas militares. Lo de la “milicianización”, que algunos consideran la mayor arma de Petro para mantenerse en el poder, es una falacia. No hay una estructura revolucionaría que pueda llevar a la acción la verborrea de ese Chávez renacido. No hay un Fidel Castro que le indique el camino. Por tolerancia de una sociedad, que malentiende el concepto de democracia, es que este pobre y deteriorado personaje ha podido sentirse a sus anchas durante décadas en los juegos de poder hasta el punto de ocupar la Casa de Nariño.

Tampoco el saqueo sistemático de las arcas del Estado le va a ser de utilidad. Se piensa que van a brotar ríos de dinero para comprar su reelección y eso no va a ocurrir. Los billones de pesos que se ha robado, con la complicidad de sus ministros y altos funcionarios, están en paraísos fiscales y no es fácil retirarlos de un momento a otro sin que queden rastros. Lo demuestra la encrucijada en que ha quedado la tiranía venezolana sin los recursos del petróleo. Acudir a los miles de millones de dólares acumulados por corrupción y narcotráfico es muy arriesgado para esos bandidos estando en la mira de los Estados Unidos.

Tampoco hay que olvidar que la avaricia les impedirá soltar esos capitales mal ávidos. 

Lamento decir que no ha sido por nuestra fortaleza individual y social sino por la debilidad del régimen que hoy estamos perdiendo el miedo. Es la oportunidad de sacar, ahora sí, nuestro valor para enfrentarlo ya sin la carga del temor. No hay que temerle a que Petro se sostenga en el poder, no hay que temer nada de nada. Ir con la frente en alto y acudir a quien sea para que nos ayude a salir del atolladero. No temamos decirle a Trump que necesitamos de una manito en un momento tan oportuno, en el que podemos decir que ya pasó el sustico.

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Carlos Salas
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