Cónclave: estas son las consecuencias por revelar información

Mar, 06/05/2025 - 15:06
La elección de un nuevo Pontífice no es solo un evento religioso de máxima importancia; es también un proceso marcado por un riguroso sigilo, impuesto por normas centenarias que han sido endurecidas en las últimas décadas.
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EFE

Mientras los ojos del mundo se posan sobre el Vaticano por la elección del nuevo Papa, en el interior de la Capilla Sixtina rige una ley inquebrantable: el secreto absoluto. Romperlo no solo implica una falta grave, sino el castigo más extremo que puede imponer la Iglesia: la excomunión automática.

La elección de un nuevo Pontífice no es solo un evento religioso de máxima importancia; es también un proceso marcado por un riguroso sigilo, impuesto por normas centenarias que han sido endurecidas en las últimas décadas. Cualquier filtración —ya sea por parte de un cardenal elector o del personal de apoyo— se considera una traición directa al corazón de la Iglesia y se castiga con la excomunión latae sententiae, es decir, automática e inmediata.

Un juramento solemne bajo pena de excomunión

Este lunes, dos días antes del inicio del cónclave, todas las personas que participarán directa o indirectamente en el proceso prestaron juramento de secreto en la Capilla Paulina, tal como lo exige la Constitución Apostólica Universi Dominici Gregis. La ceremonia fue presidida por el cardenal camarlengo y los tres cardenales asistentes.

El compromiso es claro: guardar “secreto absoluto y perpetuo” sobre todo lo que vean o escuchen relacionado con la elección papal. La fórmula del juramento, reforzada por el papa Benedicto XVI en 2013, prohíbe explícitamente tomar notas, grabar audio o video, o emplear cualquier medio que permita comunicar detalles del proceso.

¿Quiénes están obligados al secreto?

No solo los 133 cardenales electores están sujetos a esta regla. La medida se extiende al Secretario del Colegio Cardenalicio, los ceremonieros pontificios, técnicos, cocineros, personal de limpieza, médicos, enfermeros, ascensoristas del Palacio Apostólico, floristas e incluso a los miembros de la Guardia Suiza encargados de la seguridad del lugar.

Todos ellos, aunque no participen de la votación en la Capilla Sixtina, son considerados custodios indirectos del secreto y, por tanto, están expuestos a la misma sanción en caso de incumplimiento.

La pena más severa: excomunión inmediata

La excomunión latae sententiae significa que la persona queda automáticamente fuera de la comunión de la Iglesia sin necesidad de juicio previo. Es una medida que busca proteger la legitimidad y la espiritualidad del proceso. Romper el silencio no solo vulnera la privacidad de los electores, sino que socava la credibilidad de la Iglesia ante millones de fieles.

Este castigo solo puede ser levantado por la Sede Apostólica, es decir, por el mismo Papa o sus sucesores. En la práctica, quien filtre información queda marginado de la vida sacramental hasta que logre el perdón del pontífice.

Un sistema sellado contra el mundo exterior

El Vaticano ha implementado múltiples barreras para garantizar el aislamiento total de los cardenales durante el cónclave. Desde el momento en que ingresan a Casa Santa Marta, los electores entregan sus dispositivos móviles. No tienen acceso a correos electrónicos, llamadas, ni ningún medio de comunicación. La Capilla Sixtina, además, es revisada minuciosamente para evitar escuchas o dispositivos ocultos.

Una tradición protegida con rigor

El silencio en torno al cónclave no es un capricho ceremonial. Es un pilar esencial de la elección papal. La Iglesia considera que el Espíritu Santo actúa a través del voto libre y reflexivo de los cardenales, y cualquier intromisión humana, por pequeña que sea, pone en riesgo esa inspiración divina.

En tiempos donde la información se filtra en segundos, el Vaticano apuesta por mantener intacta una de sus tradiciones más antiguas, confiando en el compromiso moral y espiritual de quienes juran guardar el mayor secreto del mundo católico.

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