En la política colombiana el bigote es a Horacio Serpa lo que la melena del Pibe Valderrama al fútbol. Quienes han seguido su carrera, que suma 44 años, lo identifican por el mostacho que ha llevado siempre.
Es una característica tan célebre que una marca de espuma de afeitar le ofreció 50 millones de pesos para que se lo quitara. El político, que pensaba donar la totalidad del acuerdo a una causa benéfica, pidió cien millones. El acuerdo no se concretó.
Sólo una vez estuvo a punto de perder el bigote. En 1994, cuando Ernesto Samper se lanzó como candidato presidencial del liberalismo, Serpa dijo que si la aspiración de Samper no alcanzaba el 55 %, se quitaría el bigote.
Serpa ganó la apuesta por muy poco. Pero recibió un regaño de una persona fundamental: su mamá. La señora Rosa Uribe le prohibió apostar en el futuro el bigote. Hasta la fecha, el hoy cabeza de lista al senado por el Partido Liberal ha cumplido.
(Serpa en los años de colegial, sin bigote)
Horacio Serpa tiene hoy 71 años. Es un hombre de la tercera edad. Lo sabe y lo reconoce sin complejos. Dice que representará a los abuelos en el senado. Está de acuerdo con la muerte asistida, la eutanasia para aquellos que deseen morir cuando sus facultades mentales los abandonen.
Sus movimientos son serenos y reflexivos. Es un hombre de otra generación. Al hablar compone las frases con cuidado. Más que como un político, habla como un filósofo, es decir, habla pensando.
Tiene cara de bravo. Es muy alto, su ceño parece siempre fruncido, y el bigote le da un aire de profesor furioso, pero quienes lo conocen dicen que es muy sereno. Gente que ha trabajado con él desde la década de 1990 cuenta que nunca les ha subido la voz. Serpa regaña con argumentos, preguntando por qué uno hizo aquella acción que no salió del todo bien, por qué se dijo aquella frase que hizo daño a alguien.
No usa palabras despectivas u ofensivas, pero se sabe defender. Cuando fue candidato presidencial por primera vez, en 1998, arrastró la maldición del proceso 8.000 (la infiltración de dineros del narcotráfico en la campaña de su jefe, Ernesto Samper, en 1994). En ese entonces un grupo de personalidades formó el grupo Todos Contra Serpa (Toconser). Recibió muchos ataques. Él los llamó “amangualados “, entre otros términos, pero de ahí no pasó.
(Serpa en primera persona en este video)
Cuentan que a la sede de la campaña llegaban faxes con ofensas de alto calibre. Muchos le sugirieron responder en los mismos términos. Serpa se negó. Cuentan que sus publicistas hicieron unos videos bastantes ofensivos contra su contendor, Andrés Pastrana. Serpa no los aprobó. Dicen que el hombre del bigote sabe que en la política se valen ciertas frases subidas de tono. Pero hay un límite y él, comentan, lo respeta.
La mayor muestra de tolerancia por parte de Serpa ocurrió en 1998 cuando era candidato presidencial y en un foro junto a Noemí Sanín y Antanas Mockus contuvo un puñetazo contra el exalcalde de Bogotá después de que éste le echara un vaso de agua en la cara. (Serpa cuenta más de este indicente).
Meses después Serpa y Mockus se encontraron en Boston, Estados Unidos. Hablaron del impasse, y Mockus lo regañó con un argumento electoral: “Si me hubiera corregido en frente de todos usted habría ganado las elecciones.”
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Horacio Serpa duerme poco. Le bastan cuatro o cinco horas para revitalizarse. Antes de ir a la cama lee. En su mesa de noche, dice su esposa Rosita, siempre hay varios textos que lee al tiempo, los consume hasta el final, sus gustos van desde la política hasta la economía. Es muy activo. No es bueno para delegar. Y trabaja mucho. Su hija Sandra dice que ha visto cómo asesores más jóvenes que él se quedan cortos a la hora de seguirle el ritmo.
La biografía del bigote
Estos son los momentos más coyunturales de la carrera de Horacio Serpa, y en estas fotos se ve cómo lucía su bigote en cada una de ellas:
Primera vez en el congreso
(Con el entonces presidente Julio César Turbay Ayala)
En esta fotografía Serpa saluda al entonces presidente Julio César Turbay Ayala. El joven Serpa luce un bigote abundante, como le gustaba en sus años mozos. En esa época llegó por primera vez al congreso como representante a la cámara. A Serpa le gusta ser cumplido. A las sesiones del Legislativo llegaba muy puntual, tanto que era el primero en sentarse en su escaño y debía esperar horas a que sus colegas llegaran. Las señoras del aseo, extrañadas, un día le advirtieron: “Señor, no es bueno que llegue tan temprano y se quede solo aquí, de pronto se pierde algo y le echan la culpa.”
El señor constituyente
(Con Rosita en 1988, tres años antes de ser constituyente. Con Antonio Navarro y Álvaro Gómez Hurtado, copresidentes de la Constituyente)
Otro momento importante en la carrera de Serpa ocurrió cuando decidió renunciar al senado para encabezar la lista del samperismo a la Asamblea Nacional Constituyente, en 1991, el organismo que escribió la Constitución de Colombia, en reemplazo de la elaborada en 1886. Fue copresidente de la asamblea junto a Antonio Navarro (que hoy aspira, al igual que Serpa, a una silla en el congreso) y Álvaro Gómez Hurtado (asesinado en 1995, cuando Serpa era ministro de Gobierno).
Candidato presidencial, por primera vez
(Con María Emma Mejía, quien fue su fórmula vicepresidencial en 1998)
En 1998 Horacio Serpa era ministro de Gobierno y decide dejar el puesto para aspirar a la presidencia de Colombia. No era un reto fácil. Desde el ministerio se convirtió en el escudero del cuestionado presidente Samper. El proceso 8.000 manchó la reputación del presidente, de todo su equipo, y del país. Colombia era vista como una democracia dudosa.
Serpa asumió la defensa del presidente Samper. En un discurso ante el Congreso de la República hizo famosa una expresión que pasó a ser tan popular como su bigote. Eufórico, con el puño en alto, dijo “¡mamola!” a quienes pensaban que su jefe iba a renunciar.
La defensa de Samper, según personas cercanas a Serpa, se fundamentó en que le preocupaba un estado de anarquía en Colombia. Si tumbaban a Samper, decía, iban a tumbar a un presidente cada seis meses.
A la campaña de Ernesto Samper en 1994 entró tanto dinero que muchos argumentaron que era imposible que el candidato y sus asesores más importantes no se dieran cuenta de la presencia de los recursos. Era, dijeron, como no darse cuenta que un elefante estaba acostado en la sala de la casa.
Sin duda, ha sido el momento más complejo de la carrera pública de Horacio Serpa. Su esposa, Rosita Moncada, cuenta que esa época fue muy dura porque no se sabía cuándo se lo podían llevar preso. La familia tuvo que soportar ofensas públicas difíciles de lidiar, además porque los Serpa son muy sensibles a las críticas.
Serpa le decía a su esposa e hijos que él había actuado bien, como siempre, y que la investigación en su contra no iba a prosperar. Tuvo la razón. Aún hoy, dice tener su conciencia tranquila sobre el particular y apoya su tesis diciendo que las investigaciones en su contra fueron archivadas. Quienes lo quieren, dicen que el 8.000 es el único lunar de su carrera. Además de ese, Serpa no se ha visto envuelto en escándalo alguno.
En 1998 se lanzó como candidato presidencial, consciente de que en política a veces toca tomar decisiones de todo o nada.
Es un político de vocación. Nunca ha pensado en el receso permanente. Dice que ha aplazado su retiro de la política electoral, pero advierte que nunca se alejará de la política. La practicará hasta el último día, por ejemplo, desde la opinión, que ejerce en su portal virtual olapolitica.com.
Ni siquiera en los momentos más difíciles ha pensado en retirarse. Sobre las crisis dice: “Son momentos de gran lucidez, cuando he producido más es cuando me han fustigado, despreciado, perseguido.”
La sombra del elefante acompañó a Serpa desde 1998. Aunque ganó en primera vuelta y obtuvo 5 millones setecientos mil votos, el 8.000 y las gestiones de Toconser le negaron el triunfo ante Andrés Pastrana.
Fue dos veces más candidato a la presidencia. En 2002 y 2006, en ambas ocasiones perdió ante Álvaro Uribe. En la última ocasión el Partido Liberal quedó tercero.
Gobernador de Santander
(Serpa y su bigote, al frente de la gobernación de Santander)
Ganar la Gobernación de Santander fue para Horacio Serpa una especie de tónico. Después de su tercera derrota como candidato presidencial tuvo miedo de entrar, de nuevo, a la política electoral. Si perdía en el escenario regional, pensó, sería por poco el fin de su carrera. Sin embargo ganó, fue escogido el mejor gobernador de Colombia al final de su gestión y su desempeño lo dejó listo para su actual reto: ser la cabeza de lista de su partido para el senado.
(Con el premio que lo acredita como el mejor gobernador de Colombia)
El hombre de familia
Junto al bigote, la familia es lo que más distingue a Horacio Serpa. Desde siempre ha estado casado con Rosita. Ella es quien lleva la voz de mando en la casa, los deberes públicos de su marido la han obligado a asumir el papel que desempeña con gusto.
Los Serpa Moncada (Horacio, Rosita, dos hijas, un hijo, dos nietos y los respectivos cónyuges de los hijos) tienen un espacio de debate que llaman Consejos Familiares. En ellos analizan las decisiones trascendentales de la tribu, entre ellas las jugadas políticas de Horacio Serpa. Un largo debate tuvo lugar cuando decidió ser candidato a la gobernación de Santander. El patriarca cuenta que él no quería ser candidato al senado en 2014, pero del Consejo Familiar recibió un apoyo unánime que lo obligó a aceptar.
(El día del matrimonio en 1972, él era alcalde de Barrancabermeja y ella reina de belleza. Rosita muestra, orgullosa, la foto)
En los consejos analizan las críticas que reciben. Regañan a Horacio por sus decisiones, lo apoyan y al final lloran. “Somos una familia llorona”, dice Serpa.
Este tribunal tiene una última instancia cuando las asambleas terminan sin acuerdos. El juez supremo es Rosita. “Ella -cuenta Serpa- dice sí y punto o no y punto”.
Aunque el político ha dedicado su vida a lo público, ha logrado, gracias a su esposa, mantener la unión familiar. El truco quizá sea que Rosita los ha involucrado en el asunto público. Cuando la pareja tuvo a la primera hija, Sandra, la esposa tenía que lavar los pañales en los hoteles de paso donde se quedaban mientras Serpa hacía campaña. Eran 20 o 30 pañales por limpiar. Por eso los Serpa Moncada celebraron como pocos la llegada de los pañales desechables. Cuando Serpa va de gira, lo acompañan sus hijos, así ha sido desde cuando ellos eran niños.
Por supuesto, quien regenta el bigote de Serpa es Rosita. Ella se lo ha arreglado toda la vida. “No permito que nadie le toque el bigote”, sentencia ella.
Los Serpa han vivido victorias y derrotas. Las veces que han perdido al otro día salen a los centros comerciales y a la calle a agradecer a la gente que los apoyó. El político le pide a los suyos: “No digan que perdimos, digan que quedamos de segundos.” Siempre, cuenta su hija Sandra, planean cómo actuar si ganan y cómo si pierden.
A Serpa y a Rosita les gustaba mucho bailar en su juventud. La vida pública cambió un poco la costumbre y ahora aman ver juntos partidos del Barcelona español.
A fines de 2013 el político tuvo un principio de infarto. Estuvo en una ambulancia durante tres horas. Las soportó con tranquilidad porque Rosita lo acompañaba. Salió bien del trance, aunque tuvo que afrontar una de las cosas que más teme en la vida: las inyecciones. (En el video con KienyKe.com Serpa da detalles de su crisis cardiaca.)
(Con los nietos, que lo llaman 'Tato'.)
Serpa, un político de otro tiempo
Los retos de Serpa hoy son varios. Fue elegido como cabeza de lista en una convención que Juan Manuel Galán calificó de amañada.
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Deberá demostrar por qué, como dijo el director del partido, Simón Gaviria, es el capitán que el liberalismo necesita para ser la primera fuerza en el congreso.
Además, Serpa fue ministro de Gobierno la última vez que el Partido Liberal estuvo en el gobierno. La administración Samper fue tan cuestionada, que muchos culpan a ese presidente de que el partido no haya vuelto al poder. Si Serpa llega al congreso y hace un buen papel, podría acercar al liberalismo, de nuevo, a la Casa de Nariño.
(Serpa, en correría como candidato al senado 2014)
Muchos dicen que Serpa admira a José Mujica, el presidente de Uruguay que llegó a administrar su país con más de 70 años. ¿Se ve Serpa en el mismo papel? Él dice que no. Cree que un país tan banal como Colombia sería incapaz de elegir presidente al viejo de la tribu.
Horacio Serpa es un hombre de otro tiempo. En su juventud los políticos eran hombres respetados, líderes de la sociedad. Colombia, en la época dorada de Serpa, era un país político. Ahora las cosas son distintas. A la gente le cuesta trabajo reflexionar, está defraudada de la política. Serpa se sorprende que hoy en día a la gente le importe más los tamales que se ofrecen en las correrías que los discursos de los políticos. Pero él sigue ahí, hablando, escribiendo, pensando, postulándose al congreso, ahora, con un bigote blanco y más bien corto. El reto es simple: ¿podrá en el congreso, si llega, hacer que la gente vuelva a creer?
La historia de Serpa a través de su bigote
Lun, 10/02/2014 - 10:50
En la política colombiana el bigote es a Horacio Serpa lo que la melena del Pibe Valderrama al fútbol. Quienes han seguido su carrera, que suma 44 años, lo identifican por el mostacho que ha llevad