
En medio de una tensa escalada diplomática entre Colombia y Estados Unidos, la hasta hace unas horas canciller colombiana, Laura Sarabia, ha hecho un llamado al diálogo “franco y constructivo” como único camino viable para preservar la histórica relación bilateral. Desde Praga, donde inauguró la nueva embajada de Colombia en República Checa, Sarabia aprovechó su cuenta de X para enviar un mensaje de conciliación, justo después de haber presentado su renuncia al cargo por diferencias con decisiones del gobierno del presidente Gustavo Petro.
El pronunciamiento de Sarabia se da en un contexto delicado: ambos países han llamado a consultas a sus jefes diplomáticos tras acusaciones del presidente Petro que, según el secretario de Estado estadounidense Marco Rubio, son “infundadas”. Petro insinuó que Estados Unidos habría apoyado una supuesta conspiración en su contra, liderada por su excanciller Álvaro Leyva, lo que generó una reacción inmediata de Washington.
Rubio convocó de urgencia a John McNamara, jefe de la misión estadounidense en Bogotá, mientras que Petro ordenó el regreso a Colombia de su embajador en Washington, Daniel García-Peña, para “informar sobre el curso actual de las relaciones bilaterales”.
En su mensaje, Sarabia subrayó que la relación entre Colombia y Estados Unidos va más allá de lo institucional: “Hay millones de familias separadas por la distancia, pero unidas por el amor. Estudiantes, agricultores, madres... Hay sueños que cruzan fronteras”, escribió, en un tono más humano que diplomático. “Debemos seguir apostándole a una relación cercana, con respeto mutuo”.
La segunda crisis en seis meses
La actual disputa representa la segunda gran tensión diplomática en lo que va de 2025. En enero, el gobierno Petro prohibió la entrada al país de vuelos con ciudadanos colombianos deportados desde EE.UU., denunciando tratos inhumanos. Aquella medida provocó una rápida reacción de la administración del entonces presidente Donald Trump, quien impuso aranceles del 25 % a productos colombianos. La tensión se desactivó ese mismo día tras negociaciones urgentes entre diplomáticos de ambos países.
Ahora, la situación se torna más compleja. A las denuncias de conspiración se suma una nueva revelación: Alfredo Saade, jefe de despacho presidencial, informó que Estados Unidos estaría cancelando visados a funcionarios colombianos que en el pasado militaron en el M-19, grupo guerrillero desmovilizado en los años noventa. El propio presidente Petro hizo parte de esa organización, lo que añade una capa adicional de sensibilidad política al conflicto.
¿Qué está en juego?
Estados Unidos es el principal socio comercial de Colombia, un vínculo que va desde tratados de libre comercio hasta cooperación en temas de seguridad, lucha antidrogas y migración. Cualquier alteración en ese equilibrio impacta directamente a sectores productivos, desde los cafeteros hasta los exportadores de flores, pasando por miles de estudiantes que dependen de convenios académicos con instituciones norteamericanas.
En ese sentido, las palabras de Laura Sarabia pueden interpretarse como un intento de evitar una ruptura definitiva y tender puentes en un momento de incertidumbre. Su renuncia, por desacuerdos internos con el Gobierno Petro, le otorga una posición de relativa neutralidad que podría ayudar a enfriar los ánimos.
Un mensaje más allá de la política
Más que un simple comunicado diplomático, el mensaje de Sarabia es también una reflexión sobre la naturaleza de la relación bilateral. “No se trata solo de relaciones diplomáticas, se trata de personas, de vidas reales”, afirmó. En una coyuntura marcada por tensiones ideológicas, disputas internas y un contexto internacional volátil, sus palabras pueden servir como recordatorio de lo que está en juego.
A corto plazo, los próximos movimientos serán cruciales: si se mantiene el canal de diálogo o si se profundiza la desconfianza mutua. Mientras tanto, el vacío dejado por Sarabia en la Cancillería genera incertidumbre sobre el rumbo que tomará la política exterior colombiana.
En momentos como este, la diplomacia exige más que discursos altisonantes: requiere templanza, visión de largo plazo y, como ha dicho la ahora exministra, “convicción” para construir un futuro compartido.