Reforma tributaria: Diferencias entre la de Ocampo y Carrasquilla

Jue, 11/08/2022 - 17:35
La reforma tributaria del nuevo gobierno ha levantado una fuerte discusión, sobre todo por las afectaciones a la canasta familiar. Aún así, ¿es correcto compararla con la de Carrasquilla?

La reforma tributaria del nuevo Gobierno, en cabeza del nuevo ministro de Hacienda, José Antonio Ocampo, ha generado varias reacciones en el pueblo colombiano entre reparos y aplausos respecto a su articulado. Sin embargo, específicamente lo relacionado con los alimentos y las posibles afectaciones sobre sus precios al consumidor, ha generado varios debates y hasta revaluciones internas sobre algunos puntos.

Específicamente, se trata del Título IV de la reforma, relativo a los “impuestos ambientales” y el V, relativo a los “impuestos saludables”, ambos con efectos significativos sobre algunos productos de la canasta básica y que incluso han hecho que varias personas comparen la nueva reforma con la presentada por el exministro de Hacienda de Duque, Alberto Carrasquilla. Texto que, cabe recordar, dio origen al estallido social del Paro Nacional. 

Aún así, ¿de verdad es correcto comparar los proyectos? ¿Son parecidas las reformas de Ocampo y Carrasquilla en ese punto? La respuesta es que son tan parecidas como ampliamente distintas, dependiendo del punto que se analice, empezando porque la de Petro espera recaudar 25.9 billones de pesos, mientras la de Duque esperaba unos 23,4 billones. 

La diferencia sustancial parte de la forma, más que del fondo. Por ejemplo, Carrasquilla se planteaba al igual que Ocampo aprovechar más los grandes capitales y las personas con mayores ingresos, pero la iniciativa del ahora codirector del Banco de la República era mucho más estrecha respecto a los que se consideraban ingresos generosos. 

Ocampo y Carrasquilla: las diferencias de fondo

 

Mientras que Ocampo plantea una mayor carga de impuestos para personas que perciban más de 10 millones de pesos al mes, Carrasquilla planteaba un plan gradual que les subiría los impuestos a los que ganen más de 50 millones de pesos al año, en 2023 a los que que ganaran $35 millones y en 2024 llegaría el turno para los que perciban 30 millones al año. Es decir, que empezaría con sueldos apenas superiores a los cuatro millones y terminaría pegando a aquellos que ganen más de 2,5 millones al mes. 

Misma situación sucede, por ejemplo, con el impuesto al patrimonio: mientras Ocampo pone la mira en los patrimonios de más de 3 mil millones de pesos, el “impuesto temporal y solidario a la riqueza” que proponía Carrasquilla lo hacía con los patrimonios de 134.000 Unidades de Valor Tributario (que en 2022 están establecidas en $38.004), es decir sobre los 5 mil millones de pesos. Unos dos mil millones menos que la nueva tributaria del nuevo gobierno. 

¿Gravar los alimentos?

 

Reforma tributaria

En el plano de los alimentos la cosa es bastante particular, ya que ambos generan afectaciones sobre productos de la canasta familiar y otros de consumo frecuente, aunque el enfoque es absolutamente diferente. Carrasquilla, por su lado, contemplaba modificar la lista de exenciones al IVA, dispuesta en artículo 424 del Estatuto Tributario. 

No obstante, el problema en aquel entonces fue que Carrasquilla buscaba gravar con IVA varios productos de la canasta básica familiar como el arroz, el pan, los huevos o la leche, así como los servicios básicos y de otros sectores como la salud o la educación, entre otros. Sumando, por ejemplo, algunos útiles escolares a la base de este impuesto. 

Todo esto tiene una explicación que parece sencilla y es que la idea de la reforma de Carrasquilla era apostarle al IVA, así como a los impuestos a personas jurídicas y naturales, siendo estas últimas de especial atención. Detrás ello, se proponía retornar a la sociedad dichos impuestos con valor social, como por ejemplo con programas que generaran algún tipo de beneficio; aunque ello no hacía menos polémico el hecho de gravar la canasta familiar y recargar a las clases menos favorecidas. 

En el otro lado está la reforma de Ocampo, que pone sobre la mesa un impuesto del 10% a una lista considerable de alimentos ultraprocesados, entre los que se encuentran embutidos y otros derivados de la carne, ponqués y tortas, obleas, galletas, entre otros. Igualmente, un impuesto a las bebidas ultraprocesadas azucaradas, como las gaseosas, refrescos, energizantes y demás. 

El problema de todo esto, en este caso, es que muchos de estos productos son parte importante de la alimentación de los colombianos: como los embutidos, yogures o cereales. A eso habría que sumarle que se contempla en la reforma un impuesto al uso de plásticos de un solo uso, que en principio podría afectar a otros productos básicos como la leche, el queso, entre otros (aparte de suponer un impuesto extra para muchos productos). 

En el texto de la reforma se define de la siguiente manera a los plásticos de un solo uso: “Producto fabricado total o parcialmente con plástico y que no ha sido concebido, diseñado o introducido en el mercado para complementar, dentro de un periodo de vida, múltiples circuitos o rotaciones mediante su devolución a un productor para ser rellenado o reutilizado con el mismo fin para el que fue concebido”. 

Allí, no se hace ninguna excepción para productos alimenticios, como si se hace para los plásticos de un solo uso empleados para residuos peligrosos o por empresas que tengan Certificación de Economía Circular. Lo que en principio gravaría los plásticos de un solo uso de los alimentos con la tarifa única de “0,00005 UVT por cada gramo del envase, embalaje o empaque”. 

Reforma tributaria

Así las cosas, dejando de lado muchos otros cambios, aunque en el fondo las reformas tenían la misma intención de reducir la pobreza y responder a un déficit fiscal para respaldar la política pública social, cada gobierno apuesta por una visión diferente de cuál cancha debe ser equilibrada: mientras Carrasquilla creía que existe una diferencia importante entre personas jurídicas y naturales, Ocampo también pone su mira en el exceso de exenciones empresariales y apunta a las personas con más capacidad de gasto para hacer mucho más progresivo el impuesto a la renta.

A eso se le suman otras apuestas como el impuesto a las exportaciones de petróleo, carbón y oro, a las emisiones de carbono, el reajuste del impuesto a las ganancias ocasionales, a los dividendos, las estrategias para evitar la evasión, entre otras claves. Aún así, aunque comparar las reformas puede ser un despropósito, también es claro que al nuevo Gobierno aún le queda trabajo para respaldar su propuesta en el plano alimenticio, que es de lejos uno de los que más golpea el bolsillo de los colombianos.

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