Hugh Hefner: activista, rebelde y Playboy. Tres palabras con las que la directora de cine Brigitte Berman titula el documental que realizó el año pasado, en el que retrata al hombre de ochenta y cinco años de edad, que desde 1954 ha sido uno de los grandes responsables de revolucionar la sociedad del siglo veinte con una revista cuyo nombre se reconoce en todo el mundo: Playboy.
Según Gene Simmons, líder de la banda de rock KISS, cualquier hombre del mundo daría su testículo izquierdo con tal de ser Hugh Hefner. Simmons, reconocido mujeriego, tal vez sea la única persona comparable con el dueño del imperio Playboy. La leyenda cuenta que el roquero ha tenido relaciones sexuales con más de tres mil mujeres diferentes, entre las que se encuentran varias modelos de la revista Playboy, incluida su actual compañera y mamá de sus dos hijos, la ex conejita Shannon Tweed, que también fue novia de Hefner.
Tal vez Simmons afirma que todos los hombres del mundo quieren ser como Hefner porque parecería imposible no desear vivir en una mansión cercana a Los Angeles, rodeado de servidumbre, cocineros expertos, animales exóticos, jardines, piscina, canchas de tenis y, sobre todo, decenas de rubias curvilíneas, siempre dispuestas a complacer al señor de la casa.
Kendra Wilkinson, Bridget Marquardt y Holly Madison, ex novias de Hefner en fiesta de almohadas.
Hace menos de una semana, Crystal Harris, la más reciente novia principal de Hefner, decidió cancelar la boda faltando menos de cinco días para el evento. El director de Playboy habló a través de su cuenta de Twitter para hacer pública la decisión: “Boda cancelada, Crystal ha cambiado de idea”. Los rumores de infidelidad no se hicieron esperar y pronto surgieron nombres como el de Jordan McGraw, quien estaba ayudando a Crystal a escribir algunas canciones para su debut como cantante.
De cualquier manera, la decisión fue sorpresiva porque desde su compromiso en la navidad del año pasado, la pareja se mostraba feliz frente a los medios de comunicación, en especial Harris, quien lucía el semblante de una niña pequeña emocionada, siempre comentando los detalles que ella misma había escogido: La canción que sonaría cuando fueran al altar, la manera particular como dirían sus votos de matrimonio y mil detalles más propios de cualquier novia feliz.
Al día siguiente de la ruptura, Harris corrió a dar declaraciones oficiales en el show de radio de Ryan Seacrest, el encargado de todos los chismes del espectáculo en Estados Unidos, en donde confesó que después de mucho pensarlo se dio cuenta de que el estilo de vida de Hefner era muy opuesto al que ella quería, al menos en una relación estable, en una pareja de esposos. “Yo no soy la única mujer en la vida de Hef, y no creo que lo fuera a ser. Así no es como yo me imagino la vida de casada, un matrimonio es solo entre dos personas”, dijo.
Las conejitas descansando junto a los perros sobre la cama de Hugh Hefner.
Harris lleva años viviendo en la mansión Playboy, una semana antes de su boda se dio cuenta de que ese no era el estilo de vida que quería. Uno de los hombres exitosos y más escurridizos del mundo fue plantado por su novia, sesenta años menor que él. La polarización ya se dio y medio planeta apoya a Harris por haber avergonzado a Hefner, mientras los demás la abuchean por evidenciar sus intenciones de ir sólo tras el dinero y la fama.
¿Qué mujer común y corriente de 24 años quiere casarse con alguien que por su diferencia de edad podría ser su bisabuelo? Hefner es, además, un bisabuelo bastante verde. Es difícil decirle jovial a alguien que a los ochenta y cinco años anda en orgias con mujeres no mayores de 25. Ese es sólo uno de muchos detalles incómodos.
Un par de las ex novias de Hugh Hefner se han despedido de la mansión con más de una historia que contar. Izabella St. James escribió un libro que salió a la venta en 2006, donde cuenta sus experiencias menos placenteras como miembro de la familia Playboy. Anna Jill Spaulding, otra ex novia de Hefner, ha dado declaraciones similares, y Kendra Wilkinson, una de sus más recientes y famosas ex compañeras, ha confirmado muchos de esos datos.
Izabella St. James celebrando el cumpleaños de Hugh Hefner.
En su libro Jill Ann Upstairs (Jill Ann escaleras arriba), Jill Ann Spaulding descubre la verdad sobre la fantasía que Hugh Hefner ha construido a su alrededor desde hace más de cinco décadas. En sus páginas, la ex Playmate cuenta que la vida sexual de Hefner es muy organizada: El señor Playboy y sus novias salen de fiesta los miercoles y viernes, a los mismos bares y discotecas de siempre. Sólo estos días llegan hasta antes de la media noche a la mansión, hora en la que el octogenario toma su dosis de Viagra y se prepara para la fiesta sexual a la que todas las conejitas de la mansión deben asistir.
Las normas están establecidas, las chicas deben bañarse y ponerse pijama de camisón y calzones rosados, y en caso de no querer tener relaciones sexuales con Hefner, la seña es dejarse puesta la parte de abajo para que todos entiendan. La única excusa aceptable para no asistir a la fiesta es una cirugía, de resto es indispensable. Si la conejita está enferma o tiene la regla, igual debe asistir. También participa la secretaria de Hefner.
Durante el evento hay dos televisores en donde se ven videos pornográficos, incluidos los de género gay. Spaulding cuenta que cuando ella hizo parte de la fiesta, la acompañaban otras doce mujeres. Todas tomaban turnos de dos minutos para encaramarse sobre Hefner, quien jamás se preocupó por ponerse un condón. Mientras tanto, las demás conejitas hacían de porristas y lo animaban haciéndole barra.
Las novias deben armar grupos de sexo lésbico para entretener a Hefner así no les guste. Todo finaliza cuando la novia principal tiene sexo anal con Hefner, no sin antes haberle limpiado el pene con una toallita de bebé. Spaulding se refiere al dueño de Playboy como un ser inerte que no mueve un dedo. “Él solo se acuesta con su erección de Viagra mientras las chicas hacen todo. Según Spaulding, muchas son expulsadas de la mansión por no acceder a los requisitos del dueño. Nada de lo que allí pasa debe ser comentado en público.
Hefner junto a las gemelas Shannon y la novia fugitiva Crystal Harris. A la derecha Ann Jill Spaulding.
Para Izabella St. James, ex conejita y autora del libro Bunny Tales (Historias de Conejita), la vida en la mansión fue muy decepcionante en comparación con el glamur y derroche que se imaginaba. St. James cuenta que Hefner siempre tiene entre tres y quince novias al tiempo, de las cuales una es la principal. Además, comparte la habitación con él mientras las demás son solo visitantes pasajeras.
“La mansión es un desastre. Aún cuando intentábamos hacer de nuestros cuartos algo acogedor, la pintura y el tapete eran dispares por completo. Los muebles parecían sacados de un almacén de caridad. Los colchones eran desagradables, viejos, sucios y manchados, al igual que los juegos de cama que ya habían cumplido su tiempo de uso”, confiesa St. James.
“Después de mucho insistirle a Hef, accedió a comprarme un colchón y juego de cama nuevos, pero no me dieron el reembolso del dinero hasta que entregué los recibos correspondientes al gasto”, dice St. James. Agrega que Hefner aceptó cambiar el tapete y la pintura de los cuartos, pero la regla debía ser paredes rosadas y pisos color crema. Todo muy femenino.
Sin embargo, St. James dice que la suciedad era un elemento común. En especial por los perros. Dice las mascotas de su novia principal del momento, Holly Madison, no estaban educadas y el cuarto de Hefner siempre estaba lleno de heces. “Todo en la mansión olía a viejo y peor sumándole las visitas de Archie, el enorme perro viejo de Hefner que cada vez que entraba a la casa orinaba en las cortinas”, afirma St. James.
Holly Madison, ex novia principal de Hugh Hefner, con sus perros.
Al parecer, la mayoría de las novias de Hugh Hefner aceptaban estas condiciones con el fin de lograr fama y reconocimiento; otras admitían que sólo estaban ahí por la manutención gratuita y los implantes de silicona y arreglos dentales que vienen incluidos en el paquete de quienes aceptan vivir en la mansión. La ex conejita cuenta que su caso eran las deudas universitarias, que pagaba con la mesada semanal de mil dólares que Hefner da a sus novias. Cada viernes en la mañana, una por una, entran las compañeras del Señor Playboy a su habitación para pedirle la cuota semanal.
St. James dice que este momento era odiado por las chicas, porque Hefner aprovechaba para sacar a flote temas en los que creía que la conejita debía mejorar, que por lo general tenían que ver con su relación con las demás Playmates o con ser más entusiastas en su desempeño sexual. Si alguna se ausentaba en las noches de salir juntos o en las orgías, Hefner restringía la mesada. Era su arma para dominar.
Aparte de miércoles y viernes, las Playmates pueden salir fuera de la mansión, pero deben estar de vuelta a las nueve en punto siempre. Jill Ann Spaulding estuvo dos veces en las fiestas sexuales de Hef, en las que nunca se quitó los calzones, motivo por el que fue expulsada de la mansión. Su sucesora, Izabella St. James fue más curiosa al respecto y cuando tuvo contacto físico con Hefner quedó decepcionada al límite. Al final, ella se fue por su propia cuenta.
A St. James la reemplazaron varias rubias. En 2009 llegó Crystal Harris y dos años después desapareció dejando plantado a Hef. Prefirió ser la la libertad de compartir con personas de su generación, de tener una familia y un esposo, en lugar de convertirse en la sirvienta y esclava sexual de un verde viejo de ochenta y cinco años con más de dos mil mujeres en su lista de conquistas sexuales. Mientras tanto, la habitanción de Hefner la vuelven a habitar las gemelas Kristina y Karissa Shannon, con quienes ya ha tenido una relación y varias fiestas de miércoles y viernes sexual.




