365 km de distancia separan a la ciudad de Bogotá con el municipio de Bojayá, Chocó. Un avión comercial hasta Quibdó y luego un recorrido de 3 horas en lancha por el río Atrato, es uno de los caminos para llegar a la “Nueva Bellavista”.
En la orilla del río nos espera Jimmy Chaverra, un hombre de 63 años de edad, oriundo del municipio de Bojayá y líder del corregimiento. Gafas oscuras, camisa blanca de rayas y bermuda color verde oliva, es como viste. Con el característico acento chocoano, nos saluda y nos extiende su mano.
Jimmy Chaverra es sobreviviente de la masacre de Bojayá, quien a partir de los hechos, se convirtió en uno de los más distinguidos líderes comunales del territorio. Su testimonio de lo que presenció el 2 de mayo de 2002, le ha dado una esperanza para vivir y a su vez dignificar las memorias de los habitantes de la región.
Este hombre arribó a la iglesia sobre las 5 de la tarde del 1 de mayo junto con su esposa, una hija y una sobrina, luego de que el sacerdote Antún (padre de la iglesia de Bellavista) les sugiriera resguardarse allí, en vez de estar ocultos en sus propias casas.
Además de ser la casa de Dios, donde mucha gente se sentiría resguardada, la iglesia estaba construida en concreto, mientras que las casas eran hechas en madera. Era apenas lógico esconderse en este lugar. Unos se refugiaron en la iglesia y otros en la casa de las hermanas Agustinas
Luego de pasar todo el 1ro de mayo refugiados, el siguiente día ocurriría lo peor. Un artefacto explosivo cae dentro de la iglesia lo que genera una tragedia monumental.
Alrededor de las 10 de la mañana, Jimmy presencia el estallido de una pipeta de gas que lanzó la guerrilla contra los paramilitares. Momentos de angustia, llanto y dolor era el escenario de terror que se vivía en una iglesia afectada por los estallidos y sin techo.
“En mi familia nadie murió pero sí fallecieron muchos amigos. Minutos antes de la explosión, salgo de la iglesia hacia la casa cural para ir al baño y bajar un poco la presión que estaba sintiendo. Vi un periódico de El Colombiano y me senté en la parte de atrás de la construcción para leerlo. Fueron instantes cuando escucho la detonación. Inmediatamente fui a buscar a mi esposa para asegurarme que junto con mi hija y una sobrina, estuvieran bien. Hoy el aturdimiento fue tanto, que tienen secuelas en sus oídos”.
El lamento que unió a los grupos
Cuenta Jimmy que los hechos que enlutaron no solo a Colombia sino que le dieron la vuelta al mundo, tuvo como particularidad que varios de los muertos de la iglesia eran familiares de quienes estaban combatiendo.
“Luego de que cayera la pipeta los enfrentamientos continuaron, hasta el punto de que las FARC doblegaron a los paramilitares. Era evidente que los guerrilleros eran más y estaban mejor preparados, además que conocían el territorio. Los paramilitares eran en su mayoría jóvenes entre los 15, 16, 17 y hasta los 20 años, muchos de ellos hijos de mujeres que estaban dentro de la iglesia”, aseguró Jimmy quien agrega:
“Nosotros lloramos a nuestros amigos, pero ellos lloraron a sus madres, padres y hermanos. Se dieron cuenta tarde que asesinaron a sus familiares”
Desplazados por la violencia
Tras este violento suceso, Jimmy se enruta junto con su familia a la capital del Chocó con el fin de representar a las minorías afectadas y llamar la atención del Gobierno de turno.
El objetivo de Jimmy ahora sería que las voces sobrevivientes de aquella masacre fueran lo suficientemente escuchadas para que el Estado brindara una mano.
Por esta razón se crea el Comité de Desplazados, que por decisión de la comunidad, presidió Jimmy Chaverra. Cabe destacar que este comité solo congregaba los desplazados de Bellavista, más no de otras regiones afectadas.
Hoy Jimmy es un importante líder en el que cada vez que pasa por una casa, es saludado de forma amistosa por todos los pobladores. Su gestión fue determinante para la reubicación de todos las familias.
A pesar de que algunos sobrevivientes aceptaron la reubicación, muchos conocidos de Jimmy eran escépticos frente a lo que podría hacer el Gobierno.
Este escepticismo también es provocado por la poca o casi nula respuesta que recibieron los habitantes de Bellavista al realizar alrededor de 10 alertas tempranas al Gobierno, antes de que ocurriera la tragedia