Challenger: 35 años de la desintegración

Jue, 28/01/2021 - 09:02
Este jueves se cumplen 35 años del accidente del transbordador estadounidense Challenger, una de las mayores tragedias de la historia de la exploración del espacio.
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Este jueves se cumplen 35 años del accidente del transbordador estadounidense Challenger, una de las mayores tragedias de la historia de la exploración del espacio.

La desintegración de la nave en la atmósfera el 28 de enero de 1986 acabó con la vida de siete tripulantes: el capitán Francis "Dick" Scobee, el piloto Michael J. Smith, Ronald McNair, Ellison Onizuka, Gregory Jarvis, Judith Resnik y Christa McAuliffe.

McAuliffe participaba en el proyecto Teacher in Space (Profesor en el Espacio) y tenía que convertirse en la primera maestra que impartiría clases en directo desde la órbita.

Estructura reequipada

El trasbordador Challenger  se construyó, inicialmente, como una estructura de pruebas para el programa Space Transportation System (Sistema de Trasporte Espacial) más conocido como Space Shuttle.

En 1979 la NASA decidió reequiparlo y convertirlo en su segundo transbordador, que fue entregado al Centro Espacial John F. Kennedy en julio de 1982.

Fue bautizado con el nombre de un buque británico que en los años 70 del siglo XIX realizó una importante expedición oceanográfica.

Nueve misiones concluidas

Challenger se componía de tres partes: un orbitador que representaba una nave espacial que se ponía en la órbita terrestre, un tanque de combustible externo y dos cohetes aceleradores de combustible sólido.

Tras el vuelo, el orbitador regresaba a la Tierra de manera autónoma y aterrizaba igual que un avión, en una pista.

Los cohetes también eran reutilizables, se recuperaban del mar donde caían con la ayuda de unos paracaídas.

Mientras, el tanque externo se quemaba por completo al entrar en la atmósfera terrestre.

Desde su primer vuelo al espacio, el 4 de abril de 1983, el Challenger realizó nueve misiones antes de que ocurriese la tragedia.

Varios aplazamientos

Su décima y última misión, con el número STS-51-L, estaba pensada para seis días.

Los tripulantes tenían que poner en órbita un satélite de comunicaciones y una plataforma, Spartan, que realizaría durante dos días, de manera autónoma, observaciones del cometa Halley y luego regresaría a la Tierra en el mismo transbordador.

Además, estaban programados varios experimentos a bordo.

Inicialmente, el vuelo tenía que salir en julio de 1985, sin embargo, primero se aplazó a noviembre y luego al 22 de enero del año siguiente. Ya en enero tuvo que posponerse unas cuantas veces debido a problemas técnicos y condiciones meteorológicas adversas.

El último vuelo

La noche del 27 de enero las temperaturas se situaron por debajo de cero lo que causó una grave preocupación entre los dirigentes de la empresa que producía los aceleradores.

Las secciones de estos cohetes se unían con juntas tóricas que en condiciones de bajas temperaturas perdían su elasticidad y no podían garantizar un sellado correcto de las junturas y proteger de los gases calientes de alta presión producidas por la quema del combustible en el interior.

Los dirigentes informaron a la NASA que no quiso aplazar otra vez el lanzamiento argumentando que hubo pequeñas fallas con los aceleradores en otros vuelos y que no resultaron peligrosas.

Sin embargo, el vuelo se tuvo que aplazar por un rato una vez más la misma mañana del 28 de enero, puesto que todas las estructuras de la plataforma de lanzamiento estaban cubiertas de hielo. El despegue se realizó a las 11:38.

Los primeros 73,6 segundos desde la Tierra parecía que todo iba bien.

Pasados 57 segundos el Centro de Control informó que los propulsores estaban al 100 por ciento de su rendimiento normal, todos los sistemas funcionan bien. Las comunicaciones de voz con la tripulación también se realizaban normalmente.

Desintegrado en la atmósfera

Fueron las cámaras y no los dispositivos los que captaron los primeros indicios de la catástrofe.

Las pantallas del Centro empezaron a transmitir imágenes donde se veían las trayectorias de la caída de varios pedazos del transbordador, ya en desintegración.

Un poco más tarde del aparato, que ya se había convertido en una bola de fuego, salieron los dos cohetes que siguieron en vuelo hasta que desde la Tierra se activaron los paquetes de autodestrucción.

El análisis del humo y fuego que se observaba en los vídeos permitió más tarde llegar a la conclusión que tras el fallo de las juntas se produjo una fuga de hidrógeno líquido y luego de oxígeno líquido, que estaban separados en el tanque de combustible.

El transbordador estaba completamente cubierto de llamas cuando llegó a la altura de unos 14 kilómetros, en el momento de la máxima presión aerodinámica, lo que desencadenó su desintegración.

Las partes de Challenger, incluido el compartimiento de la tripulación, impactaron en el océano cerca de la costa central de Florida.

La operación de búsqueda que duró hasta agosto de 1986 se realizó en un área de más de 480 millas náuticas cuadradas del fondo de océano y permitió levantar a la superficie varios restos del transbordador incluido el compartimento de la tripulación.

De acuerdo a la investigación algunos tripulantes sobrevivieron a la desintegración y fallecieron debido al impacto contra el agua a una velocidad de 333 kilómetros por hora.

La tragedia provocó la suspensión de los vuelos de los transbordadores durante dos años y medio y cambios sustanciales en el sistema de toma de decisiones dentro de la NASA. 

Por: Sputnik

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