Mucha gente no quiere los monumentos negativos y se enojan, pero así empiezan a reflexionar, porque el impacto de una obra que no es aceptada es más grande que el de una que todo el mundo acepta inmediatamente.
Así lo expresa el artista alemán Horst Hoheisel, quien lleva más de 30 años trabajando en la construcción de nuevas formas de monumentos en memoria de eventos como el Holocausto y las dictaduras militares en América Latina.
El experto, quien se reunió con estudiantes y artistas colombianos para reflexionar sobre cómo elementos del conflicto y la paz se pueden convertir en objetos de arte-memoria, ilustró su posición con la historia de su fuente invertida, que recuerda la pirámide que un empresario judío donó en 1908 y que los nazis destruyeron en 1939: “en la fuente no se ve nada, solo el hueco, solo el negativo, y la gente se enojó mucho, pero ahora cada uno conoce el relato. Antes, en la memoria colectiva de la ciudad pensaban que habían sido las bombas inglesas”, recuerda.
“Conocemos los monumentos tradicionales, grandes esculturas en bronce y mármol que están en nuestras ciudades pero que nadie en la vida cotidiana se da cuenta de ellas, están ahí como fantasmas. Un contramonumento es un poco más complicado, ofrece reflexionar”, explica el artista sobre este movimiento que ha impulsado para construir memoria desde monumentos negativos.
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Algo en lo que está de acuerdo María Belén Sáez, directora de Patrimonio Cultural de la Universidad Nacional de Colombia (U.N.), quien comenta que “la idea del contramonumento es que ya no es una gran roca que se erige legitimándose a sí misma, que pretende tener un significado y durar eternamente como una celebración bélica o una historia oficial”. Por el contrario, para ella estas manifestaciones artísticas pasan la carga de la memoria a quien necesita conmemorarla, como las víctimas.
Sobre estos principios, el artista nacido en Poznán (Polonia) ha producido una serie de contramonumentos junto a Andreas Knitz, entre los que se cuentan la controversial “Blowing Up the Brandenburg Gate” (Volar la Puerta de Brandemburgo), propuesta durante la competición por el Monumento a los Judíos de Europa Asesinados, realizada en Berlín en 1995, el monumento de los Buses Grises, en conmemoración de los pacientes psiquiátricos que fueron llevados a las cámaras de gas por los nazis, o la fuente invertida en Aschrott.
Objetos de la guerra y la paz
Durante el taller, realizado en el Claustro de San Agustín, el artista alemán construyó con los asistentes un pequeño contramonumento con los objetos relacionados con la guerra y la paz que el público llevó.
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Cabello como muestra de resistencia, una prótesis, fotos familiares, machetes, navajas, libros sobre el conflicto, obras de arte, objetos de protección, un cubo de carbón y hasta un arma de entrenamiento reconstruida como una bicicleta fueron algunos de los objetos compartidos por los asistentes con el artista, como un reflejo de su propia experiencia con la guerra y la paz en Colombia.
Invitado por el Instituto Capaz, en cooperación con la Dirección de Patrimonio Cultural de la U.N. y el espacio de arte y memoria Fragmentos –donde se encuentra precisamente el contramonumento concebido por Doris Salcedo en colaboración con mujeres víctimas del conflicto armado colombiano–, el maestro Hoheisel expresó que durante este taller quería aprender nuevas cosas sobre el conflicto de nuestro país, y además enseñar cómo se debe construir la memoria y la historia de este hecho.
El artista ha organizado talleres similares a este en otros países alrededor del tema del Holocausto y sobre las dictaduras militares en Chile y Argentina, un proyecto que intenta ser una catálisis artística de la memoria.
Contramonumentos, otra memoria del posconflicto
Sáb, 13/04/2019 - 03:57
Mucha gente no quiere los monumentos negativos y se enojan, pero así empiezan a reflexionar, porque el impacto de una obra que no es aceptada es más grande que el de una que todo el mundo acepta inm