
Sus primeras palabras fueron disonantes, tal como sus pronunciamientos fracasados y descartados para vender periódicos, -aleje lejos esa grabadora y conversamos bien-, me dijo el voceador bogotano ante una labor periodística de recién graduado, que aunque con preparación era enredada y con curiosidad notable.
Recuerda que vociferó, con el paso de los días, entre calles sin pavimentar, con su andrajoso chaleco y gorra y botas de acero insípidas, "corridas de toros, clásicos de fútbol capitalino, visitas de gobiernos internacionales, masacres guerrilleras, paros nacionales y asesinatos".
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-Ustedes los periodistas si es que aveces escriben unas cosas que ¡Dios Mío!-, afirma con una mirada arbitraria, -uno no los entiende. Me toca es buscar el punto más llamativo de la noticia para asegurar la venta, sino me toca es mostrar la modelo en pelota-, agrega con un sonrisa entre picardía y morbo.
El protagonista que años atrás ostentó las últimas noticias y las primicias del día anterior y la penumbra, es Moisés Ubaldo Pérez. El denominado 'señor del grito', 'la prensa', 'el quihubo'; que se levantaba a las cuatro de la mañana desde su adolescencia hasta sus 60 años, recogía los diarios y recorría parte de Kennedy por la trascurrida primera de mayo.
Pérez nació en 1952 en el actual barrio Alquería La Fragua, ama el centro y escupe en intervalos de 15 minutos con desparpajo, una vieja costumbre adquirida del cigarrillo y necesaria para refrescar la tos que lo consume.
En relación a la prensa, dicho instrumento comunicativo que se fundó por ideas políticas, adoptó pregoneros de titulares cortos, breves y escandalosos. 'El señor del grito' afirma que "la prensa siempre se ha vendido, y se vende más cuando el asesinato es la primera plana."
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Fotografía Cristian Valencia[/caption]
Para recolectar su salario, cuenta -no utilicé tácticas para vender el asesinato de Pablo Escobar en el 93 o la Copa Libertadores del Atlético Nacional en el 89, eso se iba solo-. Sin embargo, señala que tuvo inconvenientes con manifestantes porque pensaban que era parte del medio, pues hubo un momento en que los diarios se identificaban abiertamente por sus ideas liberales o conservadoras.
En pleno 2018, Ubaldo dice que no vende periódicos hace seis años y aunque se "ganaba el 25% por unidad vendida, pero las ganancias se veían cuando la circulación impresa era en grandes cantidades y más apetecida."
Relata tranquilo, mientras le dice a un transeúnte de la carrera séptima que cobra cinco mil pesos por lustrar los zapatos, que su sitio de trabajo cambió por recomendaciones médicas, -tengo los pies hinchados, no como bien y aquí entre nos, no he podido dejar el alcohol-, de ahí que le dictaminarán una hipertensión arterial que prohíbe largas caminatas por riesgos de un ataque cardíaco.
Se convirtió entonces en un lector asiduo de diarios sensacionalistas de repartición gratuita, que le recuerdan cada vez que lo recibe en alguna esquina, que - los periódicos viven solamente de la publicidad, sino desaparecen, porque ahora todo se sabe rápido en esos celulares y en los computadores-.
En sus ojos marrones atestigua que nunca le pesó ser nombrado como vendedor ambulante y relacionarse con los "oficios secundarios" ejercidos por desamparados económicos que rebuscaban la comida.
El don popular de refranero y conversador es una apuesta en común que desata un razonamiento académico, ¿Hasta qué punto la experiencia, el sector y la población otorgan las palabras adecuadas para hacer pronunciamientos exitosos?
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