"El Flaco" Benjumea se retira de la actuación.

Mar, 30/10/2012 - 08:02
En 1949, cuando Carlos Benjumea tenía cinco años, no existían los castings como tal. En ese tiempo quien quisiera actuar grababa desde la primera vez. Pero a Benjumea nunca lo selecciona
En 1949, cuando Carlos Benjumea tenía cinco años, no existían los castings como tal. En ese tiempo quien quisiera actuar grababa desde la primera vez. Pero a Benjumea nunca lo seleccionaron porque llegaba, se sentaba en una silla y hablaba más de lo que debía. En ese entonces no lograba controlar lo inquieto y rebelde que era y solía hacer su propia interpretación de los libretos. Aunque con el tiempo cambiaría,  desde su juventud fue un joven indisciplinado a quien expulsaron de todos los colegios donde estudió. A los doce años se matriculó en una escuela de teatro a escondidas de sus padres, pues en esos tiempos el hombre que se dedicara a la actuación era tildado de homosexual, y la mujer que lo hiciera era vista como prostituta. Quien quisiera ser actor se convertía, automáticamente, en la vergüenza de la familia. El papá de Benjumea era un aficionado al teatro, pero solo como espectador: jamás hubiera aceptado participar en obra alguna. El hombre se la pasaba viendo obras en el teatro Colón y en la Universidad Nacional, los únicos espacios que existían por entonces en la capital. A causa del terremoto que hubo en Manizales en 1956, una compañía de teatro llamada Tarsila Criado y Juan Beringola se quedó sin techo y resolvió viajar a Bogotá a montar una obra de teatro de Lope de Rueda con la intención de recaudar fondos. Benjumea fue seleccionado para el papel del Rey Fernando. Hasta entonces, los ensayos de las obras de teatro en las cuales había participado eran por la noche. Benjumea llegaba del colegio por la tarde, saludaba a su mamá y se encerraba en su cuarto. Su madre pensaba que estaba haciendo las tareas cuando en realidad el niño se hallaba saltando el portón de su casa, encaminándose al teatro, situado a 15 minutos en bus.

Carlos Benjumea

Los ensayos de la obra de la compañía Tarsila Criado y Juan Beringola eran a las dos de la tarde, por lo cual Benjumea faltaba al colegio para poder presenciarlos. La noche del estreno de la obra se encontraba interpretando su papel cuando le prestó atención al público y vio a su papá sentado en primera fila. Desde entonces jamás volvió a mirar al público en toda su carrera y, en su lugar, levantó la llamada ‘cuarta pared’ y continuó actuando como si lo hiciera para sí mismo, como si frente a él no hubiera nadie. Después de la obra hubo un coctel, pero su padre lo descubrió y entonces él sintió tal angustia que salió de inmediato hacia su casa a pie, porque no tenía dinero para el bus. En ese momento entendió lo duro que sería ser actor. Cuando llegó a la casa, su papá, que se había trasladado en bus, ya había llegado. Se sentaron a comer y entonces Benjumea le preguntó: –¿Y qué? –A esa obra le falta ensayo –le dijo su padre–. Y le faltó calidad, pero entiendo que era un beneficio –luego terminó su comida, se paró de la mesa y se fue a dormir. Desde entonces hubo una gran amistad entre ambos.  Su padre se convirtió en su compañero de faenas y en su gran crítico. En 1958 Benjumea entró a la escuela de teatro ENAD y salió en 1962. Comenzó a dar tumbos hasta que un día entró a la televisión, más por necesidad económica que por convicción intelectual.  Lo suyo era el teatro. Consideraba a la gente de televisión de baja estofa, la prostitución del arte, algo vergonzoso. Pero en cuanto comenzó a trabajar  advirtió que en la televisión  había gente muy talentosa. Sus horarios de trabajo no le permitían llevar una dieta sana. Grababa todo el día, hasta 20 horas diarias, saltándose así el desayuno y el almuerzo. Para compensar, cuando era la hora de la comida, lo hacía por tres. A sus 34 años, cuando solo practicaba ejercicios espirituales, se convirtió en un gordo de 160 kilos.  “Ser gordo es un defecto”, dice hoy en día y siempre lo dijo. Pero en esa época decidió convertir el defecto en una cualidad y se convirtió en ‘el Gordo’ Benjumea.

Carlos Benjumea

Treinta y seis años más tarde ha perdido cuarenta kilos. Poco queda del ‘Gordo’ Benjumea. Es más apropiado llamarlo Carlos. A secas. Después de casi cuatro décadas sin cuidarse, desarrolló una diabetes aguda que le estaba causando ataques de ansiedad. En una enfermedad en la que un pico de 200 es muy grave, Benjumea sufría picos de 400, razón suficiente para haber decidido adelgazarse, pues estaba en juego su vida. Se sometió a una cirugía bariátrica y de inmediato el azúcar bajó y se le estabilizó. Hoy ya no sufre de diabetes, pero para sus riñones fue, desafortunadamente, muy tarde. Hace dos meses Benjumea se hace diálisis cada tres días durante cuatro horas. Tiene, además, un catéter en la mano izquierda. A sus setenta años ya no camina con la certeza con que lo hacía antes. Baja las escaleras de la casa de una de sus hijas, en Cedritos, apoyando una mano sobre la pared mientras en la otra lleva una taza de porcelana con un suplemento de vitaminas que ha sido congelado para que parezca un helado y su sabor no sea tan repugnante. Lleva puesta una sudadera gris, un saco cremita y zapatos de goma negros. Sus cejas se han ido borrando y, mientras el ojo derecho comienza a mostrarse perezoso, el otro sigue tan atento como siempre. Usa unas gafas de carey redondas y tiene las manos de un hombre de cincuenta años. Ni una vena a la vista, sin arrugas, regordetas, sanas y con las uñas impecables. Tiene lindos dientes, habla con mucha calma, haciendo pausas después de cada cuatro o cinco palabras. No parece cansancio, sino falta de afán, y es que ya no tiene que correr. Benjumea ha decidido retirarse de la actuación y no habrá propuesta que lo convenza de lo contrario. Siente que ya cumplió su ciclo y asegura que el último acto al que se le va a medir será su entierro. En este momento de su vida quiere terminar de vivir bien y pasar tiempo con su familia, con sus nietos. Aunque el cuerpo esté viejo y enfermo, la mente no envejece y todavía se siente joven. Benjumea aún quisiera hacer muchas cosas que aún no ha hecho. Pero sabe que ya no puede. Las capacidades de su cuerpo se han desconectado de su cerebro. Hace unos diez días terminó de grabar El patrón del mal, donde interpretó el papel del papá de los narcotraficantes Fabio, José Luis y Juan David Ochoa. Antes de eso estuvo más de un año grabando una nueva telenovela que está produciendo RCN llamada Allá te espero, la cual protagoniza junto con Alejandra Borrero, a quien define como una señora actriz. Lo halaga que la gente piense que lleva diez años perdido, lo que para él quiere decir reconocen al personaje y no al actor.

Carlos Benjumea

Considera a la televisión de hoy en día una industria. Le sorprende que esté repleta de mujeres jóvenes. Es algo que ve de forma positiva, le parece muy bueno, pero extraño, y lo emociona mucho. Hoy reconoce que entrar a la sede de un canal significa toparse con muchas caras nuevas, tanta, tantísima gente que no conoce. Los realities no le sorprenden. De hecho, recuerda un congreso mundial de televisión que hubo en Japón en 1958 en que un realizador japonés dijo que veía muy amargamente el futuro de la televisión y que para poder lograr rating, la televisión iba a terminar escogiendo concursantes para premiar al que mejor matara. Benjumea asegura que estamos cerca de una situación así y le asustan tales predicciones. Dice, también, que en este sentido la televisión va de la mano del periodismo. Se refiere al amarillismo y agrega: –La televisión era un medio muy romántico. Ya no hay romance. Benjumea, quien durante tanto tiempo fue ‘el Gordo’ Benjumea, está listo para salir del ojo público. En este momento de su vida transmite tranquilidad, amabilidad y dulzura. Dos de sus hijos son reconocidos actores, Ernesto y Marcela. Uno de sus nietos mayores quiere ser mago. Él seguirá viviendo glorias a través de sus más queridos. Lleno de orgullo. Luego de haber sido taxista, fotógrafo, aprendiz, sacerdote, vendedor de carros, músico, animador, rey, amante, comerciante, mafioso e investigador privado, entre tantos otros roles, es hora de que descanse y se dedique a ser abuelo de tiempo completo. Es nuestro turno de hacerle la venia.
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