“El problema es que no tengo teléfono. ¿Cómo hago para encontrarte?”
-Tranquilo Carlos, esta ciudad es pequeña, yo te busco en el Festival.
El encuentro no fue casual. Varios mensajes ya habían concretado lo que sería una entrevista habitual en el marco del Festival de Cine Latinoamericano de Toulouse. Pero el cansancio que traía después de varios días de viaje, madrugadas y proyecciones era evidente. Lo mejor entonces era una buena bebida caliente, hablar sin grabadora y mostrarle los colores de la que en Francia llaman “La Ciudad Rosa”.
Lo primero es su acento calmao, un buen paisa sin prisa, como si las palabras disfrutaran saliendo en cada frase. Sonrisa ligera, caminar pausado, piel morena. Un colombiano al que la vida le cambió, pues durante años vivió a un mismo ritmo de clases universitarias, rodajes, escritura e investigación. Hoy le espera una agenda de dos meses por más de 6 países, invitado a festivales, congresos y, claro, más entrevistas.
“Es que me tocó en el avión con un poco de muchachitos, una pesadilla. Y me dicen qué si yo luego no hice una película con niños ¡Pero es que un viaje de 13 horas con 15 niños, eso sí es muy berraco!”.
Entramos a uno de los pocos cafés que hay abiertos un domingo en Toulouse. 51 Rue de Taur, en pleno centro de la ciudad. No tengo que hacer muchas preguntas. La historia de su película le sale a borbotones. Primero porque la ha repetido en cientos de entrevistas y segundo, porque la tiene impregnada en la memoria.
Desde el momento en que decidió dejar sus documentales para meterse en la loca idea de hacer cine, hasta este día en que se baja del avión a mostrar su ‘Opera prima’ en Europa, no ha dejado de recordarse la lucha, la disciplina y la obsesión que necesitó para sacarla a la luz. Me cuenta entonces de sus primeras ideas, de aquellos que lo apoyaron en un comienzo, de los cambios, de lo inesperado, de lo que tenía que pasar…
http://www.youtube.com/watch?v=iTlLpaD0Axs
- ¿Por qué la muerte del director de cine Jaime Osorio te llevó a parar todo? ¿Qué pasó con el proyecto?
“En el momento él era quien estaba apoyando el proyecto, él había conseguido muchas ayudas y al morir muchos se retiraron. Después de eso tuve varios meses en los cuales no salí de mi casa. Mi mamá me mantuvo. Fue muy duro”.
-¿Y cómo te saliste de esa?
“Eliseo Subiela decía que ‘El cine es el arte de esperar’ creo que esta frase se hizo indiscutible con esta película. En el 2006 con un amigo empezamos a trabajar nuevamente y en el 2009 rodamos. Ganamos en el Festival de San Sebastián y desde ahí no hemos parado”.
Apasionado por la música –en su juventud fue clarinetista-, por las historias urbanas y por el arte , a Carlos le gusta escuchar. De pronto se entusiasma con algún tema y luego vuelve al mismo estado sereno, sube los ojos, reflexiona y cuando uno piensa que va a dar una opinión profunda, suelta un buen chiste que cambia el rumbo de la conversación.
-Carlos, ¿de verdad mataron a la marrana?
“No, no, eso sería tortura. Eso no es tan difícil como uno cree, todo se hace por montaje. La marrana sigue en Jardín, el pueblo… es más, ¡ya tuvo marranitos!”.
Un té, un café con leche y una Tarta Vasca nos acompañan por dos horas y media. La cinta de su historia sigue rodando: luego de 17 versiones de guión, de más de 2000 castings para elegir a los niños, de dos años en total viviendo en el campo para preparar a los actores no profesionales y a los profesionales a vivir juntos; luego de dos años echando números, trayendo equipos, trasnochando, madrugando, escribiendo, editando, al fin se empezó a ver el resultado.
Y es que muchas de las cosas que le han pasado son simplemente increíbles para alguien que lanza su primera película: recibió varios mensajes y un apoyo inesperado de Juanes; una excelente crítica de uno de los guionistas más reconocidos del mundo, Robert McKee; los abrazos de los colombianos que luego de ver su película le agradecen por haber mostrado nuestra realidad a través de los ojos de los niños.
Caminamos, atravesamos las fachadas en ladrillo, las iglesias antiguas, las callecitas perdidas hasta llegar a La Garonne, el corazón de Toulouse y uno de los ríos más importantes de Francia. Me confiesa que le gustaría venir a estudiar en Europa pero que a sus 40 años ya es muy tarde. Hablamos de las mujeres colombianas, de lo berracas que son, de su mamá y de la mía. De Medellín, al que siempre regresa sin pretextos aunque a veces le sienta antipatía. De su próximo proyecto “Eso que llaman amor” y de su preocupación por obtener un buen resultado.
Con sorpresa me entero que ya había estado antes en Toulouse. “Los Colores de la Montaña” ganó la categoría “cine en construcción” en el 2009 y mucho de su éxito lo debe al apoyo de este Festival. En ese entonces sólo había conocido una parte de la ciudad y me agradece entonces poder conocerla como cualquier otro turista.
Carlos César Arbeláez tuvo que esperar nueve años para ver la película hecha realidad.
-Bueno pero, ¿Y de dónde salió “Poca Luz”?
“Ese personaje siempre estuvo presente. Yo había leído una investigación que decía que había más albinos en el Oriente Antioqueño que en Europa. Además, en el colegio tenía un amigo que era medio cegatón y así le decían: “Poca Luz”. De hecho, ¡hace poco me contactó por Facebook y me pidió derechos de autor!
- Y además de premios y plática, ¿qué te queda de todo esto?
- “Mucha satisfacción. Es que la vida da muchas vueltas. Vea, yo que no tenía hijos y ahora tengo 4, mis niños de Los Colores de la Montaña”.
Lo llevo hasta una calle cerca al hotel. Coincidimos en que aún hay mucho por hacer en el cine colombiano pero que están naciendo buenas creaciones y que el camino es simplemente seguir trabajando. Nos preguntamos lo que pensarán los franceses al ver nuestro conflicto, bajo qué perspectiva interpretarán esas imágenes, esos paisajes. Miro el reloj, han pasado ya 5 horas.
- ¿Si ves la estatua de Juana de Arco? Siempre tienes que llegar ahí si quieres ir al Festival o para subir al hotel. Si no la ves es porque otra vez te perdiste.
- “Listo querida. Muchas gracias. Nos vemos mañana en la presentación de Retrato de un Mar de Mentiras. Allá va a estar Carlos Gaviria”.
Pero no nos vimos. Quizá otra entrevista, quizá se haya perdido y aún esté deambulando por Toulouse. Lo que sí supe fue de su premio en el Festival de Friburgo, Suiza, poco después de presentarse en Toulouse. Lo que sí vi, fue cómo cientos de personas aplaudían cuando el director del Festival anunciaba las 236.000 entradas que llevaba su película en las salas de cine colombianas. Entonces me arrepentí de no haberle dicho cuando hablamos de estudiar a los 40, que nunca es tarde para nada. Porque la vida lo único que hace es cambiar. Cambia para todos, sin que lo esperemos. Incluso para esos cuatro millones de colombianos que aún añoran los colores de una montaña que un día les tocó dejar.
