Un desfile de niños sale de la antigua sede de la biblioteca pública municipal de Florencia, ubicado en la frontera sur del departamento del Cauca, para atravesar parte del pueblo ante la curiosa mirada de algunos de sus habitantes, quienes no pueden evitar devolver la sonrisa de felicidad que hay en los rostros de estos pequeños.
Saben que, de alguna manera, en ellos están cifradas buena parte de sus esperanzas, en dejar atrás un pasado surcado por la violencia, para encaminarse hacia una nueva senda que los conducirá a tener más y mejores oportunidades gracias a la nueva biblioteca, construida con aportes del Ministerio de Cultura, la Alcaldía Municipal y el Gobierno del Japón.
En tierra de todos
Atrás han quedado aquellos años que sus pobladores han decidido dejar en el olvido, para concentrarse en sacar adelante un municipio que cuenta con 18 veredas, la mayoría de las cuales se dedica al cultivo del café y productos de pan coger en pequeñas parcelas, habitadas por gentes sencillas que prefirieron no tomar partido por ninguno de los bandos en conflicto.
A pesar de las heridas del pasado, tener Síndrome de Down no es inconveniente alguno para que ahora una persona como Marta haga parte activa de la banda musical del pueblo, o que a sus 12 años Juan Manuel haga las veces de relacionista público de las actividades que se realizan, y reciba con una calurosa bienvenida a los escasos forasteros que de vez en cuando asoman por la región.
El trasteo es un día de fiesta para todos y Juan Manuel no oculta el orgullo que le da poder enseñarle a todo el que quiera la nueva biblioteca. Al fin y al cabo se trata de un espacio en el que al fin podrá hacer sus tareas sin las estrecheces de otro tiempo, donde tendrá la posibilidad de reunirse con su familia y amigos.
Con su nueva biblioteca, Florencia deja atrás su pasado violento, aunque también quedarán grabados en la memoria de sus habitantes, episodios heroicos como el de aquella vez en que decidieron acompañar al alcalde a la salida de una función de un circo cualquiera de los que ahora también han vuelto a la zona, para evitar que lo mataran, aunque tampoco resulta extraño observar a una señora secando granos de café a pocos metros de la estación de Policía, de cuya estructura hace parte una garita construida con sacos de arena, vestigios mudos de aquella época.
Pese a que el café ha dejado de ser lo que era, en vez de darse golpes de pecho y llorar sobre la leche derramada, sus pobladores se interesan más bien en buscar la posibilidad de sembrar otros cultivos, o de especializarse en ofrecer grano con calidad de exportación, bajo el liderazgo de un alcalde con formación profesional como geólogo que llegó hace más de veinte años en busca de oro y decidió quedarse aunque la empresa hubiera quebrado.
''Si no hubiera sido por la biblioteca que había aquí en ese entonces, la verdad es que me hubiera ido, porque yo venía de escribir dramaturgia allá en la Universidad Nacional e incluso hasta alcancé a ser bailarín clásico”, explica José Agustín Murcia, alcalde del municipio, para quien por aquella época estaba lleno de ideas y propuestas que solo ahora está logrando poner en marcha.
Cercados por el miedo
Con la nueva biblioteca quedan atrás de manera definitiva años de extrema dificultad en los que Florencia vivió cercada por la violencia y muchos de sus sueños de progreso comenzaron a verse truncados; hacia el año 2002 debido a los continuos hostigamientos de la guerrilla del ELN, las instalaciones de una edificación vecina que en un comienzo tenían como objeto servir como centro de esparcimiento e intercambio de ideas para la comunidad, quedaron abandonadas, para luego ser utilizadas como cuartel de la policía por espacio de siete años.
De acuerdo con Jhon Edinson Luna, quien se desempeñara como coordinador del Área de Cultura y Deporte entre 2010 y 2011, por esa época oscura la guerrilla se tomó la población a sangre y fuego, e hizo que la policía se viera forzada a dejar el pueblo abandonado a su suerte durante un periodo de tiempo que se prolongó, al menos tres años. Situación que propició la incursión de paramilitares, haciendo del municipio un corredor estratégico en el que era frecuente ver transitar hombres armados de uno y otro bando perseguidos por el Ejército, en un mismo día.
La gente vivía en un estado de miedo permanente que los obligaba a evitar hablar con extraños o salir a la calle después de las 6:00 de la tarde; absurdo toque de queda que la violencia de aquellos años volvió permanente, tras una serie de asesinatos selectivos registrados en la cabecera del municipio, así como de los primeros desplazamientos de algunos de los campesinos que habitaban en las verdeas aledañas, no obstante a que la Policía hubiera retornado para instalarse en lo que debía ser la Casa de la Cultura, puesto que del cuartel solo quedaban las ruinas.
Era tal la zozobra en que se vivía que los primeros policías debieron cavar un hueco en el auditorio de la institución que se veían forzados a ocupar, tirando la tierra en la piscina destinada para el uso de la comunidad. Cualquier previsión resultaba poca, y como guerrilla o paramilitares podían regresar en cualquier momento también le prendieron fuego a un terreno elevado que se encontraba en las inmediaciones.
La violencia y el terror habían llegado para quedarse durante mucho más tiempo de lo que se hubiera esperado, haciendo que Florencia comenzara a ser distinguida con el peor de los calificativos para un país agotado por la guerra: zona roja.
''Durante mucho tiempo los muchachos tuvieron que encerrarse en sus casas, e incluso nosotros nos vimos obligados a tener unos planes de contingencia en la escuela debido a que había mucho movimiento de personas armadas y debíamos estar preparados para quedarnos allí dos y hasta tres días por si llegaba a ocurrir cualquier cosa'', recuerda de este periodo terrible Ermis Erazo Fernández, profesor de Ciencias Sociales.
El renacer de una esperanza
No obstante a la gravedad de la situación, hacia el año 2007 se decide comenzar a implementar una versión muy modesta de biblioteca pública, que comienza a ser frecuentada por los jóvenes del municipio contra viento y marea. Muchachos entre quienes hoy se destacan los primeros pobladores con formación profesional y el enorme deseo de sacar a Florencia adelante armados, literalmente, de conocimiento.
''La gente logró distanciarse de esa situación tan difícil, porque de otra forma la masacre hubiera sido terrible”, prosigue el docente, para quien el actual panorama demuestra hasta qué punto han cambiado las cosas, producto del interés de los niños de esa época en cambiar el rumbo de la historia a través de alternativas distintas a las de hacer parte activa del conflicto.
''En un tiempo los pelaos no pensaban en otra cosa distinta a la de ingresar a la policía, opción que ahora contemplan junto a la de tener una formación de otro tipo, capaz de ayudar a sacar adelante al municipio por otras vías distintas a las de la violencia”, explica el maestro.
Milder Guerrero, bibliotecaria de Florencia desde hace más de tres años, hace parte de esa nueva generación de jóvenes que luego de adelantar estudios profesionales decidieron regresar para quedarse. ''Yo entré a la biblioteca como un requerimiento de la red departamental del Cauca para comenzar a prestar todos los servicios, debido a que en 2010 las personas que estaban a cargo no le habían dado la relevancia que en realidad tiene'', destaca. ''No miraban su proyección social'', agrega convencida de la importancia que tiene su labor para el municipio.
Una biblioteca de todos y para todos
''Yo fui capacitada en la ciudad de Valledupar en primera infancia, para luego establecer una relación muy estrecha con el Hogar Infantil y las madres gestantes'', asegura la bibliotecaria, a la par de destacar la importancia que tiene el respaldo a este tipo de procesos por parte de los gobiernos locales, al tiempo que reconoce el hecho de que no obstante a hacer parte a un movimiento político distinto al del actual alcalde, el burgomaestre decidió mantenerla en el cargo.
Fruto de ese respaldo, es el hecho de lograr haber incluido a la biblioteca pública de Florencia dentro del plan de desarrollo del municipio, con el fin de articular buena parte de sus procesos con el sector educativo y la Casa de la Cultura, aparte de madres cabeza de familia o el Programa Crecer –el cual hace énfasis en el trabajo con adultos mayores-, así como un proyecto concertado para ofrecer nuevas alternativas a los jóvenes del pueblo, bajo el sugestivo nombre de ''Contando y pintando las memorias de mi tierra'', con el que se pretende realizar un libro virtual que contenga la historia del municipio.
Iniciativa a la que se suma la de ''Viajando y leyendo con Don Quijote de la Mancha'', proyecto que busca llevar algunos de los libros de la colección con que cuenta la biblioteca a todas las escuelas y veredas, gracias a la representación de algunos de los cuentos e historias propias de la región con el fin de llamar la atención de la comunidad y despertar e incentivar su interés por la lectura.
''A cambio la biblioteca les ofrece la posibilidad de que estudien y se capaciten, así como de que por ejemplo puedan estudiar a distancia y tomen cursos virtuales, para obtener sus títulos profesionales'', afirma Milder. ''Una biblioteca es la mejor carta de presentación que puede mostrar cualquier pueblo, y aquí es donde se encuentra la verdadera identidad de nuestro municipio'', concluye.
Florencia, Cauca: un pueblo armado de conocimiento
Vie, 21/11/2014 - 09:29
Un desfile de niños sale de la antigua sede de la biblioteca pública municipal de Florencia, ubicado en la frontera sur del departamento del Cauca, para atravesar parte del pueblo ante la curiosa mi