Recibe en la puerta principal a los turistas. Se ofrece para tomar fotos a los grupos familiares y se arrodilla o contorsiona para consagrarse con cada imagen. Comparte turnos con los demás guías pero se pide las explicaciones que permiten contar historias con humor.
Resulta muy simpático cuando relata algunas escenas en las Vegas, incluyendo una mujer que coquetea con uno de los jugadores de póquer, a quien mira fija y lujuriosamente su busto –y no las cartas– mientras ella bucea por su pantalón, situación que no muestra la escultura pero que Pastrana imagina, y uno confirma, aunque no lo vea.
Ese señor gracioso es nadie menos que Jaime Pastrana Arango, hijo del sonriente Misael Pastrana Borrero, exmandatario de Colombia (q.e.p.d), y hermano de Andrés (Presidente-desastre) y Juan Carlos, gran titulador de prensa. Y nada más, que se le reconozca.
Mientras enseña las esculturas a los visitantes, Jaime Pastrana cuenta divertidas anécdotas históricas.
Jaime es médico de profesión, ajeno a la política y pienso que también a los odios familiares. Quizá por eso es capaz de bajarse del pedestal y acompañar a cientos de personas (yo incluido) en el recorrido por “Las maravillas del mundo en arena”, una exhibición diseñada en Holanda y exhibida en todo el planeta, por estos días en Bogotá.
Jaime Pastrana es hermano del Presidente que me sacó a la fuerza de la radio por un buen tiempo, porque le molestaban las críticas de ‘La Luciérnaga’. Yo fui su más duro crítico en Caracol y después en el Senado de la República.
Nos saludamos, nos identificamos, nos sostuvimos la mirada y cada uno siguió en lo suyo. El guía y el turista: relatos, preguntas, fotos que él me tomó y otras que yo le disparé. Derroche de gracia, ocurrencias inteligentes sobre la exposición y gracejos sobre la historia mundial, mejor que Diana Uribe.
Pastrana repite una y cientos de veces el cuento:
“Las esculturas fueron trabajadas por 40 maestros artesanos venidos de todas partes del mundo y dirigidos por el holandés Eppo Vogel. Se trata de mega esculturas que alcanzan los ocho metros de altura (equivalentes a un tercer piso de un edifico) que representan un viaje través del tiempo, las civilizaciones, la historia de la humanidad: las Pirámides de Egipto, el Taj Mahal de la India, las Estatuas de San Agustín de Colombia, las Pirámides de América: Mayas y Aztecas, la Torre Eiffel de Paris, la Estatua de la Libertad de Nueva York, la Gran Muralla China, el Gran Arrecife de Coral de Australia, la ciudad perdida de la Atlántida y muchos más…”.
La exposición Las maravillas del mundo en arena se exhibirá hasta el 4 de marzo en Bogotá.
Aunque la exhibición es patrocinada por el grupo Aval y RCN, Jaime lamenta que la Alcaldía de Bogotá no se haya tomado como suyo el espectáculo, comparable –según él– a parques temáticos como Epcot Center, lo mejor en Latinoamérica.
Con mayores apoyos económicos, la entrada sería más barata y medio Bogotá podría conocer el mundo en estas maravillas de arena, levantadas por escultores extranjeros y el apoyo de obreros colombianos en trabajo extenuante de varias semanas.
¿Dónde está la diferencia entre hacer una locura o volverse loco?, se preguntaba no-se-quién.
Creo que estas maravillas lo son realmente. Por la poca afluencia, pienso que es una pequeña locura económica. Jaime esperaba dos millones de visitantes en esta navidad, especialmente los pobres que nunca podrán darse ese paseo por el mundo de verdad.
La exhibición se mantiene por otras semanas. Con los mismos guías…