El misterioso señor de la gorra negra (tomado del libro La bella y el narco. ED. Mondadori).
Diego le había montado una agencia de modelaje más por el
corazón que con la esperanza de una viabilidad financiera. Navacross
era más un gusto para su novia que una vocación empresarial.
Tan fue así, que la agencia en realidad era un instrumento
que permitía a Yovanna hacer relaciones y conocer gente del medio,
entre ellos a la “Avispa”, una conocida periodista cuyo apodo
se debía al aguijón en que convertía su lengua a la hora de hablar
de la gente de la farándula y de las candidatas a los reinados. Convenía
llevarse bien con ella y evitar sus picotazos públicos que
desinflaban a cualquiera.
Los contactos de su novio en México le llevaron hasta un
señor que organizaba con éxito un concurso en el país azteca
bajo el nombre de Intermodel México, que aglutinaba a modelos
llegadas de varias partes del mundo. Junto a otras cinco participantes,
puso rumbo a México, Distrito Federal, para concursar,
mientras él haría relaciones e intentaría adquirir la franquicia de
dicho concurso para Colombia. Por otro lado, era la primera vez
que la Flaca se subía en un avión para salir del país, y su felicidad
soñadora no podía estar más colmada. El viaje fue un éxito
rotundo, miles de concursantes, innumerables diseñadores con
los que desfiló, calificación final entre las 30 mejores modelos y
Diego logró la franquicia para Colombia. El 25 de noviembre
de 1998 en el diario El Tiempo se podía leer la siguiente noticia.
Bajo el título de “Intermodel Tolima rumbo a México, D.F.”, la
información decía:
“Hace apenas unos meses Jhoana Guzmán Cruz, ibaguereña, reconocida
modelo, directora de la escuela y agencia Navacross con sede en Bogotá
se trajo un importante título de la capital mexicana. Fue durante la
realización del concurso Intermodel México 1998, al que asisten casas de
modelaje de Estados Unidos, Venezuela, Nicaragua, Chile, Brasil, Costa
Rica, Inglaterra, España, Japón y Francia, entre otras.
Jhoana fue seleccionada entre las diez mejores modelos promocionales,
de quinientas que se presentaron de dichos países. El reconocimiento
hizo que su agencia recibiera la franquicia del concurso, que pretende
escoger en los próximos días a las mejores modelos del país para que
concursen en México en Intermodel México 1999. El evento que se llevará
a cabo del primero al seis de agosto promete proyectar a las agencias
nacionales y a las modelos independientes desde una plataforma sólida
y profesional. El punto de partida son las elecciones regionales y departamentales.
Las ganadoras serán convocadas los días ocho y nueve de
mayo de 1999 en Santafé de Bogotá. De entre ellas saldrán los veinte
mejores modelos de Intermodel Colombia, quienes viajarán a México
con todos los gastos pagos, previa preparación Navacruz.
En el caso de Intermodel Tolima las inscripciones se están llevando a cabo
en Power Gym y en Sanandrexitos. El desfile oficial en vestido de baño
se llevará a cabo el próximo 12 de diciembre y la elección final el 18 de
diciembre en el Hotel Casa Morales de Ibagué. El show central estará a
cargo de las personalidades del medio que han sido invitadas al evento.
Como ya es costumbre, Intermodel México y Colombia, tienen una obra
de beneficiencia que siempre sale adelante a la par del evento de modelaje.
Intermodel Tolima, ha querido entregar parte de sus ganancias
a un ancianato de la capital tolimense. Algunos de los patrocinadores
son Power Gym, Sala de Belleza Hollywood, Sanandrexitos y Tolima 7
días, quienes invitan a todas las jóvenes tolimenses a aprovechar sus
vacaciones de diciembre, incursionando en el mundo del modelaje con
proyección internacional. ”
Yovanna había pedido a su novio dirigir el evento en el Tolima.
Todo el engranaje del concurso que el periódico anunciaba
para diciembre de ese año, 1998, iba a estar en manos suyas. Su
nombre crece dentro del medio, su ambición también, sus deseos
de desfilar en Estados Unidos, París, Milán… también crecen;
pero algo decrece, y es su relación con Diego, diez años mayor
que ella, cuyos anhelos de formar un hogar y una familia numerosa
con la ibaguereña no van a ser compartidos. El fin de aquella
historia de amor estaba cerca.
El vestíbulo del hotel Casa Morales de Ibagué desprende un
aroma extraño y agradable a la vez, como si todas las lociones y
perfumes de vanguardia que están usando los selectos invitados
al evento se hubieran mezclado entre sí. La Flaca apenas concilió
el sueño la noche anterior repasando los detalles de “su” evento.
Estaba algo más tranquila sobre la rentabilidad del negocio
después de lo que le había dicho Eva, a la que todos apodaban
la “Muñeca” merced a lo que la naturaleza le había dado en forma
de rostro angelical y cuerpo esbelto, de piel blanca y cabello
dorado, lacio, asemejándola a aquellas siluetas pluscuamperfectas
de plástico que servían de juguetes a millones de niñas. A pesar
de su juventud, llamó la atención de Yovanna desde el día que
la conoció, destacaba sobremanera del resto de chicas, se la veía
muy curtida para su edad, con dotes de organización, segura de sí
misma y con energía sobrada como para ser, amén de una candidata,
un apoyo en la organización del Intermodel Tolima. De tal
modo que se hicieron buenas amigas y trabajaron codo con codo
en toda la infraestructura.
La tal Eva destacaba en el modelaje no sólo por tan estética
perfección o sorprendente precocidad, sino también porque decía
tener un novio que estaba dispuesto a comprar toda la boletería
que no se hubiera vendido para asistir a la gala, a fin de que
todo saliera a pedir de boca y al final no apareciera un déficit
pesado.
Para aquel novio, las mujeres siguen siendo un pasatiempo con
fecha de caducidad. Prepagos y amiguitas van sucediéndose en las
parrandas y en el lecho de alias Jabón. Por esas fechas, efectivamente,
Eva era la niña rubia con la que suele encontrase cuando
va al Tolima a visitar a su socio, don Mauricio. Se portaba muy
bien con él improvisando en la cama, mucho desparpajo. En la
última conversación que habían tenido le invitó al evento y de
paso le pidió una platica para ayudar en el patrocinio. “Hágale,
mija. Listo, por allí le caigo. Cuente con esa platica pues, pero por
ahí me tiene listas algunas de esas chimbitas del evento, mi amor,
pa’ irnos después a la finca a celebrar… ¿sí o qué, mija?”, respondió
él, del otro lado del celular.
Esa misma tarde del 18 de diciembre el estrés de la bajísima
venta de entradas seguía consumiendo a sus promotores. No le
habían prestado demasiada credibilidad al cuento de la Muñeca
con la presunta generosidad de su misterioso novio, pero cuando
aquella mona teñida volvió a mencionarlo a pocas horas de comenzar,
su amiga esbozó una sonrisa e hizo que se le abrieron los
ojos como a un búho.
—¿Cómo así, Eva? Ya no más con ese cuento, mira que quedan
muchas por vender, yo no creo que el novio ese tuyo que dices
vaya a correr con todo ese gasto… —le respondía con brazos
abiertos y un asomo de desesperación en su voz y en su rostro.
Pero Eva sabía que no era ningún alarde y se mostró convincente
en su respuesta.
—Amiga, fresca. No se preocupe que yo se las voy a vender
todas, ya le dije. No hablemos más del asunto, gorda, antes de que
comencemos, la plata está acá. Fresca. Pilas que tenemos trabajo.
¿Oyó?
No tenía ni idea de quién sería aquel novio tan dadivoso, pero
fue tan firme la respuesta que efectivamente zanjó el asunto. No
pasarían muchas horas para darse cuenta que Eva no bromeaba.
Por dentro Yovanna era un desastre, un manojo de nervios en
la cuenta atrás del comienzo, pero estaba radiante, lozana, imponente,
con sus veinte años recién estrenados. Llevaba un traje
negro con una falda corta aterciopelada y una blusa brillante,
zapato alto, medias a juego, cabello largo a los hombros, castaño,
cepillado de manera impecable, y un maquillaje discreto que
dejaba al antiguo patito feo en un lejano lugar del pasado. Con
el estrés de la Flaca desbordado, su amiga Eva la requirió para
presentarle a quien iba a convertir una ruinosa convocatoria en
un negocio redondo.
Vio que la llevaba hacia un grupo de hombres que iban entrando
en el salón procedente de la entrada principal. Tipos de
mediana edad que parecían mirar a todos lados como si inspeccionaran
el terreno. En mitad de todos ellos uno no miraba sino
hacia abajo, era un hombre de tez morena, estatura media, bigote
frondoso y apariencia de no más de cuarenta años. Llamaba
la atención por su aspecto desenfadado, con calzado tenis, unos
jeans como gastados y un buzo. No es que fuera mal vestido para
la ocasión, pensó ella, sino que iba todavía peor combinado y,
desde luego, la enorme gorra negra que le tapaba la cabeza hacía
más extravagante su aspecto en medio de un acto lleno de belleza
y glamour en las mujeres y de trajes de alta costura en los
hombres.
Su aspecto se desmejoraba más todavía al lado de su despampanante
novia, pues la Muñeca había elegido para ese día un
vestido de color beige, ceñido a su escultural figura, que dejaba
al tipo de la gorra negra muy lejos de ser su pareja ideal en foto
alguna, fotos que por otro lado ella ya sabía no podía tomar bajo
ningún pretexto. Nada de fotos, le advirtió desde el primer día
que se acostaron juntos. Además de todo eso, llamaba la atención
su permanente postura de cabeza gacha, como si fuese un avestruz,
tímido o temeroso de poder ser observado. Por no levantar
la cabeza, casi ni se dejó ver los ojos cuando le presentaron a la
directora del evento. Cuando lo hizo, quedó como hipnotizado.
“Mucho gusto, señor. Yovanna Guzmán, adelante, bienvenidos,
vengan, ya les atienden. ¿Necesitan una mesa grande? Lo que
se les ofrezca, me gustaría también poder presentarle a Diego,
mi novio, él es el dueño de la franquicia, permítame”, cualquier
amabilidad era poca con la persona que iba a salvar la rentabilidad
de todo aquel montaje.
Efectivamente, pensó debía tener mucha plata, no por el aparente
altruismo hacia Intermodel, sino porque se dio cuenta que
con él venía alguien a quien sí identificó pues era bien famoso
en todo el Tolima. Se trataba de don Mauricio, probablemente el
empresario más importante de Ibagué, al que ella había conocido
tiempo atrás a través de su amigo Maximiliano, a quien, por
supuesto, también saludó deshecha en atenciones, satisfecha por
dentro antes de comenzar a presentar el concurso y de atender a
los miembros del jurado una, vez que los dejó acomodados.
En una de las mesas más grandes del salón, bien situada junto a
la pasarela y el escenario, quedó ubicado el grupo del benefactor,
alrededor de veinte personas que no pararían de consumir whisky
y champaña en toda la noche. La cuenta sería estratosférica.
Sería imposible para la presentadora y organizadora percibir, en
medio de la agitación y frenesí del desarrollo del concurso, que
el resto de la noche aquellos ojos, ocultos bajo esa gorra, no dejaban
de observarla bajo el vestido corto negro, elegido para la
ocasión. Entre trago y trago, no hacía sino clavar sus pupilas en
aquella mujer. Comenzó a sentir una atracción para él desconocida,
como si de repente un charco de ranas le estuviera agitando
el estómago. En cuanto tuvo ocasión, le dijo a su socio que
hiciera cuanto pudiera para llevar a esa morena a la finca: “Vení,
vení… Esa negra flaca me lleva loco, mijo. Mirá pues si se nos
une al combo después, pa’ seguir la rumbita allá en la finca…”.
El alcohol y las hormonas desataron definitivamente sus deseos
de poder conocer más a fondo a aquella conductora que lo tenía
tan atontado.
Acabó el concurso. A nadie sorprendió que Eva lo ganase, era
la mejor, pero además de eso era la amiga íntima de la organizadora,
artífice postrera de la financiación y beneficio del mismo.
Para celebrar todo cuanto había que celebrar estaba organizada
una gran fiesta en la discoteca del hotel Casa Morales, pero la
Muñeca fue la primera en sorprender a Yovanna con otra propuesta.
—Oye, gorda, me dice mi novio que se va con toda su gente
para una finca que tienen ellos por aquí cerca, que van a hacer
una superrumba allá y que tiene mucho interés en que tú vayas.
—Pero, ¿cómo así, Eva? Yo no puedo irme, tengo que atender
al jurado y a todas las personas, qué tal me vaya de aquí. A ver,
qué les digo a Diego, y a toda mi familia que también está aquí,
imagínate. Además hay que pararle bolas a La Avispa. Si no, nos
descuera a todos en la televisión. Ve tú si quieres con ellos, yo me
quedo.
Al poco rato llegó la hermana de Eva con la misma razón,
haciéndole saber el especial interés del misterioso señor de la
gorra porque se uniera a ellos, e igualmente pidió que la disculpara
debido a que no podía ausentarse del hotel en su condición
de anfitriona. Sin embargo fue la tercera razón la que la puso a
pensar. Al despedirse de don Mauricio, éste también le hizo saber,
por tercera vez, del deseo de su amigo, y claro, a este reputado
empresario no resultaba tan fácil decirle que no, máxime cuando
insistía una y otra vez hasta llegar a proponer de que llevara con
ella a su novio y familia. Aun así no tuvo más remedio que rechazar
la invitación. ¿Qué tanto interés de aquel benefactor porque
fuera ella, si además era el novio de su amiga Eva? ¿Por qué
tanto mirarla de reojo durante toda la velada? ¿Sería que lo había
flechado? Porque a ella la verdad el tipo nada que ver, lo único
que le llamó la atención fue su aspecto desaliñado y su incuestionable
poder adquisitivo. En esas elucubraciones estaba cuando
su novio, Diego, la reclamó para despedir a uno de los miembros
del jurado que se marchaba. Abandonó entonces aquellos pensamientos
cuando le dijo que el dinero del señor de la gorra había
llegado dentro de una bolsa. El concurso Intermodel Tolima, con
no tanto público, fue un éxito mediático y financiero. Abandonó
el hotel camino de la casa familiar de Ibagué plena de felicidad.


