Muchos habitantes de Kennedy conocían a Diana como “la niña de los tintos” porque hizo su campaña política con un par de termos, hablando con la gente en paraderos de buses y pequeñas plazas de mercado, como en su tiempo lo hizo Cristina Plazas frente al Carulla de la 85, pero en estratos diferentes. Cristina es hoy consejera presidencial, después de haber sido concejal de la ciudad.
Diana Alejandra Rodríguez ya era edil de su localidad. Lo ha sido en los dos últimos períodos. Ríe como una jovencita tímida, pide permiso para todo, da las gracias a quien va por la calle emocionada por la nueva curul de concejal de Bogotá. Nadie ganaría una apuesta sobre su edad, pero ya tiene 29 años.
Diana, la octava votación del Movimiento Progresista de Petro (de ocho elegidos por ese partido) es “hechura” de su mamá, María Julia Cortés, quien se quedó viuda cuando la niña tenía solo dos años. El padre, Gonzalo Rodríguez, estudiante de la Nacional (cursaba ingeniería forestal) fue atacado brutalmente por un cáncer que lo mató en seis meses, cuando apenas llegaba a los 28 años.
María Julia, la profesora de escuela, encendió entonces todos los motores y esfuerzos para salir adelante. Fue guerrera sindical: acompañada por Diana participaron en cientos de manifestaciones en procura de mejores condiciones para el magisterio. La niña se volvió mujer y aprendió el discurso de las reivindicaciones.
Pero no asimiló la perorata vehemente ni los gritos anti-yankis. Su tono es casi infantil, su expresión ingenua, candorosa, simple, como de joven provinciana estrenando vestido, que efectivamente acaba de comprar para la ocasión.
Habla de las necesidades del magisterio con propiedad porque el discurso lo escucha todos los días en familia. Y de los jóvenes, porque comparte con ellos día y noche. Hablando de estos dos temas consiguió los siete mil votos sin pisar el norte bogotano. Se quedó en Kennedy, Ciudad Bolívar, Bosa, Puente Aranda y Tunjuelito. Tampoco le hicieron entrevistas en medios de prensa importantes, ni compró vallas, aunque –admite– se gastó 25 millones de pesos que reunió con los amigos.
Nunca realizó encuentros superiores a 20 personas. No convocó desayunos ni comilonas. Tampoco ofreció lechona, ni rifó licuadoras o neveras. Se limitó a madrugar (4 de la mañana) y a conversar incansablemente con todo aquel que se lo permitiera. La gente le recibía su “programa” por cortesía. Pero muchos de ellos, al final se acordaron de ella en las urnas y le dieron su aval.
Diana se acaba de independizar de su mamá. Vivieron juntas hasta hace un par de meses, cuando la nueva concejal reunió los ahorros para comprarse un apartamento en el mismo barrio, en Castilla, estrato dos. “Ya era justo”, dice. Tiene novio y nunca lo presentó en la campaña para no espantar admiradores y votos potenciales.
–En eso también ando bien –Dice mientras ríe nerviosamente.
Diana Alejandra Rodríguez será concejal de la ciudad pero tendrá la vocería de Kennedy, localidad que según cifras oficiales llega a los 500 mil habitantes. Todos los políticos “pescan” votos en sus barrios, pero hacía muchos años no tenían un concejal auténtico.