La periodista colombiana que vivió dos meses en la Antártida

Dom, 03/08/2014 - 04:12
La obsesión de ir a la Antártida persiguió a la periodista científica Ángela Posada desde su infancia. A los doce años tenía como rutina sentarse frente al televisor a ver los especiales de la
La obsesión de ir a la Antártida persiguió a la periodista científica Ángela Posada desde su infancia. A los doce años tenía como rutina sentarse frente al televisor a ver los especiales de la National Geographic. Pero las imágenes de los glaciares incrustados en aguas azules y brillantes no la hacían feliz. Por el contrario, esto alimentaba su ira y ganas de renegar: ¡Cómo no puedo ir! ¡Es el colmo! ¡Odio mi vida! Luego de unos segundos reflexionaba y buscaba qué hacer al respecto. Comenzó a leer sobre este lugar y de las exploraciones hechas por los ingleses. Décadas después, Ángela logró cumplir el sueño de vivir en aquel territorio inhóspito. Ángela Posada lleva más de 25 años escribiendo artículos científicos para la prensa de todo el mundo. Ha publicado en las revistas National Geographic, Astronomy Magazine, Wired, New Scientist, Don Juan,  Dinners, Summamente y Gatopardo. También en periódicos como El Tiempo, The Miami Herald y The Boston Globe. Es autora de ocho libros de ciencia para niños y ha colaborado para investigaciones en Discovery Channel y Animal Planet. Es corresponsal de las revistas Muy Interesante de España y México en los Estados Unidos. Es colombiana pero radicada en Miami. Sus reporterías son una especie de aventuras de ficción. Entrevistó al oceanógrafo Jacques Cousteau luego de colarse en un coctel y a donde llegó con los tacones en la mano. Vivió durante dos meses en la Antártida consumiendo cerca de 6.000 calorías al día y vistiendo siete capas de ropa. Aceptó usar ropa blindada confeccionada por Miguel Caballero, un colombiano que trabaja para los grandes mandatarios del mundo, y recibir un disparo a menos de un metro de distancia. En distintas ocasiones ha subido al llamado “Cometa del vómito”, un avión de la NASA que por sus maniobras permite experimentar la gravedad cero. Nunca ha vomitado. Su sueño es viajar a Egipto y acompañar una arqueóloga que está en la búsqueda de la tumba de Cleopatra. Cada una de sus experiencias le ha permitido ser una de las periodistas científicas más reconocidas del continente. Admite que nunca va detrás de la noticia sino que suele inviértasela. Tiene olfato periodístico de sabueso y una curiosidad infinita. Siempre carga consigo una navaja, un par de baterías y una linterna. Habla de su trabajo con pasión y gratitud a pesar  de su condición de free lance, en la que confiesa que es incierto el sueldo de los próximos dos meses. Angela Posada Ángela esperó durante ocho años para llegar a la Antártida. Explica que Estados Unidos tiene un programa a través de la National Science Foundation (Fundación Nacional para la Ciencia), donde cada año un periodista es elegido para ser testigo de las investigaciones que se adelantan allí. Durante ocho oportunidades, Ángela se postuló en la oficina de asuntos polares de la NSF para este viaje. Pero siempre fue rechazada. Un día, mientras estaba de vacaciones en Washington, decidió ir a enfrentar al jefe de prensa de esta oficina. Lo cuestionó porque siempre llevaba a los mismos medios de comunicación y nunca se había fijado en un periodista hispano. Fueron tan fuertes sus argumentos que diez días después recibió una llamada preguntándole: ¿Cuándo quiere ir a la Antártida? En diciembre de 2006, Ángela aterrizó en cercanías a la Base McMurdo. “Es como el Nueva York de la Antártida”, dice. Lo hizo en la cabina del avión con complicidad del piloto, quien le confesó que nunca había visto a una persona tan emocionada por visitar esa porción de tierra congelada. Fue la primera en bajar del avión y mientras contemplaba todo lo que estaba a su alrededor, dejó escapar algunas lágrimas. Era un sueño cumplido. Días antes de llegar a la Antártida tomó un curso de supervivencia en el frío en Nueva Zelanda. Allí también recibió dos bolsas gigantes que contenían chaquetas, pantalones, overoles, gafas, zapatos y medias. Aprendió a vestirse con siete capas de ropa para evitar que los menos de 45 grados centígrados penetraran su cuerpo. También recibió los principios básicos de cómo reparar una antena rota y el uso de herramientas para perforar el hielo y hacer un iglú. Sus conocimientos fueron puestos a prueba en un glaciar, donde junto a un grupo de personas, Ángela tuvo que armar una carpa, construir un iglú y reparar un radio, una antena de comunicación y una estufa donde calentar una sopa. De su experiencia fueron publicados cerca de 50 artículos para prensa, un especial para televisión y un libro titulado: ‘90 Grados de Latitud Sur’. Angela Posada De bióloga marina a periodista científica En los años setenta, Ángela Posada soñaba con ser bióloga marina. Pero sabía que no era fácil ubicarse laboralmente. Además, sus papás le pidieron que eligiera una carrera donde tuviera más posibilidades. Finalmente, decidió matricularse en el programa de lenguas modernas de la Universidad de Los Andes. Aunque sabía que no era lo suyo, estudió hasta obtener el título como profesional y nunca abandonó su pasión por escribir cuentos y diarios. Su hermana le dio el primer empujón hacia el periodismo. Cuenta que le dijo a manera de consejo: “Yo te veo como de periodista, hablándole a la gente. Y escribes bien porque cuando nos mandas cartas de tus viajes lo haces de una manera muy agradable”. Por la época que terminaba sus estudios universitarios, llegó a Colombia el oceanógrafo Jacques Cousteau. Él era su ídolo. “Yo moría. Era como si llegara tu actor favorito de todos los tiempos”, recuerda. Cousteau vino al país a pedirle permiso al presidente Julio César Turbay Ayala para hacer una expedición por el río amazonas, en su famosa embarcación Calypso. La visita del científico también fue aprovechada para que dictara un curso en la Universidad de Los Andes. Ángela no podía esperar para verlo. Se coló en una recepción que le habían organizado en el Country Club de Bogotá. Atravesó el parqueadero y pasó un pequeño río que la dejó con parte de su ropa mojada y un tacón roto. Poco le importó su apariencia desarreglada e interrumpió una conversación entre Cousteau y el alcalde de Bogotá de la época para decirle al oceanógrafo: “Es que yo te adoro. Adoro lo que haces”. Cousteau puso sus manos sobre los hombros de Ángela y le dijo que tenía que seguir lo que quería. “Acércate de alguna manera a lo que te gusta. Te nombro miembro de la sociedad Cousteau”. Angela Posada “Me dio una entrevista ahí mismo en el Country. Le pregunté por el amazonas y su trabajo. Entonces le conté  a mi hermano que tenía un amigo en el periódico El Espectador y me dijo: '¿Por qué no escribe eso en la edición dominical del periódico?'. Su texto fue publicado el fin de semana siguiente en un suplemento del periódico que iba a color. “Esto es lo mío”, pensó Ángela. Por consejo de Rafael Santos del periódico El Tiempo, Ángela se fue a estudiar a la Universidad de Kansas un máster en periodismo. Allí aprendió a escribir bajo presión y a buscar la noticia. “Me decían que buscara a quién entrevistar en el campus de la Universidad de Kansas. Pero todo me parecía aburrido hasta que descubrí el departamento de paleontología, famoso por sus estudios a los tigres de sable”. De allí surgieron sus primeros textos de periodismo científico. A su regreso al país Ángela entró a El Tiempo, donde editaba las principales noticias y participó en el rediseño del periódico junto a Juanita Santos y un cubano, quien le comentó que podía contactarla con alguien si le interesaba trabajar en El Nuevo Herald. Cansada de los trancones de Bogotá, decidió irse a Miami junto a su esposo. El primer día de trabajo fue inolvidable porque el editor que la había contratado había renunciado y se había ido con todo su equipo. La única vacante disponible era un puesto como free lance traduciendo las noticias, el horóscopo y archivando fotografías. Aceptó y lo hizo durante un año mientras ofrecía artículos de ciencia y medio ambiente a las secciones del periódico. Luego llegó una oferta como editora de cocina, donde estuvo por siete años y le incluyó algunos temas de ciencia a la sección. Gracias a un boletín de prensa se postuló a la beca de periodismo científico del Instituto Tecnológico de Massachusetts. Allí estuvo durante un año y tuvo la oportunidad de tener contacto con los científicos más importantes del mundo. Esto le dio el prestigio para escribir en National Geographic y Discovery Channel en Latinoamérica. Ángela ha estado en el fondo del mar, ha volado el cielo de la tierra de manera muy particular y sometida a pruebas que podrían afectar su integridad física. Todas estas aventuras hacen parte de su trabajo como reportera. En las Bahamas se sumergió en el fondo del mar en una especie de burbuja de cristal. Allí presenció cómo un científico investigaba la penetración de la luz en el mar y tuvo la oportunidad de ver animales rarísimos. También probó la tecnología que usa Miguel Caballero para confeccionar la ropa blindada que usan personalidades de todo el mundo. En el taller de costura se puso un abrigo de gamuza y dejó que le dispararan a menos de un metro de distancia. “Se siente es como si te empujaran con el borrador de un lápiz”, dice. Con la NASA ha estado en el “Cometa del vómito”, donde los alumnos de un ingeniero aeroespacial hacen experimentos contra el cáncer mientras experimentan la gravedad cero. Ahora investiga de manera obsesiva a los zombies.
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