Después de las cuatro de la tarde, cuando el sol no pega tan fuerte en la cabeza, un área abierta de Vásquez Nuevo, principal punto de llegada a Mandé, en Urrao, Antioquia, se convierte en una cancha de fútbol donde las jóvenes y las niñas son las dueñas del balón.
En esta vereda, a cualquier hora, las calles son el escenario para un “picadito” de fútbol, donde muchos niños y niñas se disputan la pelota. Pero desde el año pasado, ellas son las que diariamente encontraron en este espacio un punto, no solo para meter goles y correr de esquina a esquina, si no para conversar, hablar sobre su pueblo e incluso limar asperezas, como cuenta Yoneisy Cuesta Rentería.
“Esto es el centro donde llega toda la gente y las mujeres aquí hacemos torneos, nos divertimos mucho y esto nos apasiona, nos une más, nos ayuda a ser más amigas y tener más confianza, digamos que esto también ayuda a la paz —comenta la joven de 16 años—. Esto es lo que nos nace dentro del corazón. Yo aprendí viendo a mi mamá que juega también bastante y a las de tiempo atrás. Ahí fue que vi cómo era que se pateaba un balón y desde entonces todos los días juego fútbol”.
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La joven relata que durante 2018 contaron en el apoyo de algunos líderes del Consejo Comunitario para tener una escuela de fútbol. Pero este año ha sido difícil porque no hay un entrenador o entrenadora que las apoye. “Los señores Abel y Conino nos ayudaban mucho el año pasado con la escuela de fútbol y aprendimos cosas nuevas. Pero ahora necesitamos ayuda”, añade.
[caption id="attachment_1076723" align="aligncenter" width="1024"] Misión de Verificación ONU Colombia[/caption]
Para Leidy Guarín, el fútbol ha sido una salvación para muchos niños y niñas. “Nos gusta porque es la única diversión que tenemos. No tenemos parque, no tenemos nada y es lo único que podemos hacer nosotros —expresa la joven—. Necesitamos uniformes, zapatos, cosas así para diferenciarnos porque empezamos a jugar y no sabemos cuál es el equipo de unas o de otras”.
Mientras ellas juegan, los jóvenes y los niños las animan con tambores. Otros les marcan el tiempo para poder agarrar la pelota, mientras que los más adultos continúan en sus actividades cotidianas de las tardes: el dominó, la crianza de los hijos, lavar la ropa en el río, hacer panes y poner música, porque si algo caracteriza a Mandé es la alegría en las tardes, la cual disfrutan a altos decibeles.
“Son buenas, juegan bastante. A veces venimos a animarlas y otras veces a pelearles el balón. El partido acaba cuando todas están cansadas, no hay árbitro y como dicen que quieren mucha paz si la dueña del balón se enoja se joden todas porque se acaba el partido”, dice uno de los niños, espectador del partido y quien con un balde improvisa un tambor para animarlas.
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Algunas de las jóvenes son familiares de exguerrilleros de Farc que adelantan su proceso de reincorporación en Mandé, pertenecían al antiguo Frente 34 de esa guerrilla y salieron del Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación de Vidrí, en Vigía del Fuerte que cerró en abril del 2018.
“Nosotros no queremos que digan esta era de Farc o no. Aquí somos una comunidad y el fútbol nos une. Nos gusta recrearnos de esta manera y que nos conozcan por ser muy buenas, fuertes, jugando con todas las ganas”, expresa con entusiasmo Yoneisy.Para los líderes del Consejo Comunitario por la Identidad Cultural de Mandé, del que hacen parte las veredas Vásquez Nuevo, Vásquez Viejo, Barrancón, Brazo Seco, Pacurrichichí, Curbatá, Alto Murrí y Murrí Medio, las complicadas condiciones de acceso y precariedad en los servicios en esta región representan dificultades en las condiciones de vida de las personas, incluyendo a la población joven. “Queremos impulsar un desarrollo en la región y la recreación y el fútbol son muy importantes para los hombres y las mujeres”, dice José Arístides Santos, representante del Consejo Comunitario. Mandé contaba con una Escuela de Fútbol para la Paz con cerca de 80 niños, niñas y adolescentes. La escuela tenía un entrenador proveniente del departamento de Chocó que los entrenaba y era financiado por los padres y representantes que pagaban una cuota de 20.000 pesos colombianos por cada uno. [caption id="attachment_1076729" align="aligncenter" width="1024"] Misión de Verificación ONU Colombia[/caption] Lamentablemente, la imposibilidad de cubrir los costos mensuales obligó a suspenderlo. Sin embargo, las jóvenes no han dejado de jugar y sueñan con la oportunidad de llegar algún día a una selección profesional. “Somos las jóvenes de Mandé y queremos jugar fútbol”, dicen en coro al terminar un partido que quedó empatado a 2 goles.